Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

domingo, 9 de marzo de 2008

El accidentado voto del señor Kowalski


Hoy, a mis treinta y dos tacos, he votado por primera vez.

Hasta ahora había pasado de rollos, inánime por el mayor desprecio a nuestra clase política. Fue una conversación con Lola la que me hizo ver que se podía hacer algo, y eso he intentado hoy. Pues eso, lo he intentado.

Eran las seis y media de la tarde cuando he decidido salir en busca de mi colegio electoral. Para ello convenía quitarme el pijama previamente, y así lo he hecho. Después me he puesto a hacer caca, llevándome el libro que es preceptivo llevarme para esos momentos. Fue una mala decisión, porque andaba leyendo "El cerebro nos engaña", de F. J. Rubia, que es un coñazo inaguantable, pero resulta que ya estaba al final del libro, cuando se habla de la epilepsia, de las drogas alucinógenas y de la relación de todo esto con la religiosidad. O sea, que me he enganchado, porque es lo único interesante de este puto libraco. Así que ahí tienen a Leónidas, con los intestinos descargados y sentado en el trono, leyendo y leyendo.

Al terminar el libro me he dado una ducha. Después he buscado mi teléfono móvil para saber qué hora era (en mi casa sólo hay dos relojes: el del ordenador y el del teléfono móvil). Al descubrir que mi móvil estaba sin batería he puesto en marcha el ordenata. Mi ordenador está hasta arriba de virus y otras porquerías (es lo que pasa por ser un pornógrafo), así que tarda un huevo y medio en iniciarse. Mientras tando fui a vestirme.

Encontré un par de zapatos que no estaban demasiado rotos y un par de calcetines que había dentro de ellos. No me molesté en buscar calzoncillos y me fui directamente en busca de unos pantalones. Todos estaban demasiado sucios, y los que no estaban sucios estaban desgarrados por la entrepierna (yo es que tengo unos cojones que no me merezco). Tentado estuve de ponerme un chándal del ejército, pero eso me habría obligado a desechar los zapatos y buscar unas zapatillas deportivas, que uno será un desastre, pero tiene cierto estilo dentro del desastre, y las zapatillas de deporte las tengo todas en el cuartel. Opté, finalmente, por ponerme unos pantalones desgarrados por la huevera, prometiéndome a mí mismo que no me sentaría frente a nadie. Ponerme un jersey tampoco fue cosa sencilla, pues hube de buscar por el suelo hasta dar con algo decente, y les aseguro que buscar entre las montañas de ropa sucia que jalonan mi hogar no es cosa baladí. Tras mucho revolver ropa di con dos prendas aceptables: la primera fue descartada al comprobar que Gusifluky se había meado en ella, y la segunda fue la escogida, a pesar de las sospechosas manchas blanquecinas que la adornaban, como recuerdo de una paja que me hice algún día. Me fui a la cocina y derramé abundantemente ketchup sobre las manchas de semen reseco, porque prefiero que me llamen guarro a que me llamen guarro onanista.

Tras estas maniobras indumentarias fui al ordenador para consultar la hora. ¡Coño, eran las siete y cuarto! Sólo quedaban tres cuartos de hora para el cierre de los colegios electorales. Esta escasez de tiempo no hubiera sido un problema... si yo hubiera sido una persona normal que sabe dónde ha de votar. Ahora ponte a buscar el colegio. Llevo diez años en esta ciudad, pero sólo dos y medio empadronado en ella, y siempre me muevo en taxis cuando quiero llegar a cualquier sitio que no me suena, con lo cual no me preocupo por la manera de llegar a ninguna parte, ni por memorizar el nombre de las calles. Colegio Erytehia -o algo así-, sección 11, mesa B, según reza mi tarjeta electoral. Busca, Leo, vamos, busca, perrito bueno...

Antes de salir de casa consulto por Internet un plano de mi ciudad. El plano es una mierda, pero me da cierta idea de dónde estoy y de hasta dónde debo llegar. Salgo de casa. Tras caminar un rato me doy cuenta de que he olvidado en casa la tarjeta electoral donde aparece el nombre de la calle a la que me debo dirigir. Sé que es "Pintor no sé qué", pero recuerdo que en el plano aparecían cuatro calles de pintores, así que decido volver a casa y recuperar la tarjeta, por si me pierdo.

Recojo la tarjeta que me enviaron de la oficina censal y vuelvo a la calle. Intento orientarme y tras caminar durante un rato pregunto a un grupo de adolescentes que están de botellona:

-Disculpad, ¿podrías decirme cómo llegar al colegio Erytehia?

-Sí, ompare. Sigue como va y tra ese edifisio blanco tiene el colegio, pisha.

-Vale, gracias. ¿Y qué hora es, por cierto?

-Po mira, pisha, son la osho meno die.

¡Maldición! Las ocho menos diez y yo sin encontrar el colegio electoral. Minutos después encuentro a una chica paseando a un perro pequinés. La chica lleva como treinta "pirsins", cuarenta "tatus" y tres o cuatro relojes en cada muñeca. Le pregunto si voy bien para llegar al colegio de marras, y me dice que sí, que está ahí al lado. Se me ocurre preguntarle por la hora, y ella me dice que no tiene hora.

-¡Pero cómo! Niña, llevas ochocientos relojes encima.

-Sí, pero no funcionan. Los llevo por estética.

Echo a correr y me detengo cuando oigo la voz de la chica, que dice:

-¡Espera! Tengo un reloj que si lo meneo se pone a funcionar y a lo mejor...

No la dejo acabar. Reinicio mi loca carrera y llego, al fin, al puto colegio de los cojones. En la puerta está Manolo Benavides, ya es mala suerte. Manolo ahora es policía, pero nos conocemos desde que ambos coincidimos en el ejército.

-¡Tío! ¡Estás más gordo, cabrón!

-Hola, colega. Oye, mira que tengo que votar...

-¡Me cago en tus muertos! ¿Sigues escribiendo ese blog de mierda que no lee ni dios?

-Ey, Manolito, que tengo que votar. Hablamos luego si quieres.

-Pero qué maricón que eres, jodío. Oye, ayer vi a la tía esa tan buena que te follabas...

-¿Cuál, la Yoli?

-No, hostias, la otra. Esa que se había follado todo dios y que te cogió de pardillo y se quería casar contigo...

-¡Ah, sí, la puerca de la Sonia!

En fin, que nos enzarzamos en profunda conversación metafísica, hasta que llegó una niñata y dijo a Manolo:

-Disculpe, agente, hay que cerrar las puertas, que son las ocho.

Cómo me joden a mí los niñatos a los que dan un carguito, en este caso de presidente de mesa electoral, y se creen alguien. El caso es que se ha cerrado la puerta del colegio, y entonces dije yo, presa del terror:

-¿Y ahora qué pasa conmigo? ¿Ya no puedo votar?

-Na, hombre, tú estás dentro del cole y tienes derecho a votar. Lo dice la Ley Electoral.

Me metí en una de esas cabinas y escogí un montón de sobres y papeletas, que con eso de la coincidencia de las generales y de las autonómicas en Andalucía la cosa ha sido un follón. Busqué mi sección (la once) y mi mesa (la B), y me dispuse a votar.

Fue entonces cuando caí en la cuenta de que había olvidado mi cartera, con el DNI dentro.



(Bah, que es broma, que voté sin novedad. Gran parte de lo que se relata aquí es bromita, pero sólo una gran parte).

8 comentarios:

Lola dijo...

¿Y con mi natural pesimismo conseguí darte argumentos válidos para que fueras a votar?

Caramba, voy a tener que plantearme un cambio de mi imagen seria de "la niña que espera a que te duermas para comerse tus pies" por algo más... no sé, primaveral :-)

Una servidora también ha cumplido con su derecho, por si quedaban dudas. Y no, maldita sea, no he votado al PSOE. Soy del Frente Popular de Judea, ¿cómo tengo que decirlo? ;-)

Saludos. Lola.

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

Sí, he votado porque me convenciste con el argumento del voto a minorías para repartir el poder. Según recuerdo a ti te convenció Pedro. Creo que es un argumento infalible y hoy, por primera vez, he ejercido mi derecho a hacerme oír. Y me alegro, independientemente del resultado de las elecciones.

Anónimo dijo...

Pues a mi, Leito, tendras que explicarme el dichoso argumento que te convencio a votar, que yo con treinta y tantos (no muchos tampoco) jamas he votado.


Un beso.


Pd: Me rei caleta con tu entrada, eri muy loco (lo sabiai?), ademas de cerdo, claro esta!

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

No sé si a ti te sería válido el argumento, Paola. A mí sí por la situación política de España, que a pesar de tener un montón de partidos aspirantes al poder, en la práctica ese poder se lo están repartiendo sólo dos partidos, y además dos partidos que a mi juicio dejan mucho que desear. Lo que tenemos aquí es una democracia desperdiciada.

Anónimo dijo...

Cojonuda, una buena historia para llevarla al cine, la escena de la prenda con tus fantasmicos geneticos y la chica con los relojes, buenisimas.

Muy divertida.

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

Gracias, Juan. Lamentablemente la escribí contrarreloj, porque se tenía que publicar antes de que dieran las doce de la noche (era cuestión de principios que apareciera en el blog antes de cambiar de fecha). Me dejé en el tintero varios episodios que se me ocurrieron mientras tomaba un cubata tras votar, lo que es una verdadera pena, porque estoy seguro de que, por ejemplo, la escena de la anciana que se desmaya en el colegio electoral y cree estar muriéndose, mientras ve un ser luminoso que se le acerca con el cheque de su pensión en la mano y que más tarde identifica como Felipe González, hubiera arrancado más de una risa.

Anónimo dijo...

Hombre leo por lo de la fecha no te preocupes por que si tu empiezas a escribir una entrada y esta se graba (como hace automaticamente cada X tiempo) al publicarla la fecha y hora es la de la primera grabacion.

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

Lo sé, Charly, lo sé, pero ya te digo que era cuestión de principios que la entrada se hiciera pública antes de dar las doce. Manías mías.