skip to main |
skip to sidebar
Diálogo pasteloso entre enamorados
ELLA (compungida): Últimamente te noto triste, vida mía. ¿Ya no estás bien conmigo?ÉL (ofendido): ¡Cómo dices eso, mi cielo! Naturalmente que estoy bien contigo, lo que pasa es que... Bah, no importa. Lo único importante es que te amo sobre todas las cosas.ELLA: Ya, ya sé que me amas de verdad, y nunca pondré en duda ese amor, corazón mío. Sin embargo... a ti te pasa algo.ÉL: Cariño, estoy bien. No te preocupes, de verdad.ELLA: No me pidas eso, mi amor. Pídeme lo que quieras, pero no me pidas que deje de preocuparme por la persona que más quiero en el mundo.ÉL (hosco): Bueno, pues preocúpate, hala.ELLA (mimosa): Pues eso estoy haciendo, tontín. Anda, cuéntale a tu cuchurrupí qué es lo que te pasa.ÉL (a punto de ceder): Me pasa que... No, mejor no hablemos de ello. Déjalo, muñequita. Ya se me pasará.ELLA (insinuante): Anda, cuéntale a tu pequeña zorrita. Seguro que hay algo que yo pueda hacer por ti, pedacito de cielo.ÉL (avergonzado): Es que... amor mío... no sé cómo decírtelo sin herirte. Prefiero callarme y ser yo quien sufra en silencio.ELLA (escandalizada): ¿Qué? ¡De eso nada, monada! Aquí sufrimos los dos, y si alguien ha de sufrir en silencio seré yo, que para eso soy tu amante entregada; tu incondicional esclava.ÉL: Verás, cosita linda, esto es difícil para mí. No quisiera ofenderte de ninguna manera.ELLA: ¡No me puede ofender aquel de cuyo amor no dudo! Habla, amorcito, habla sin temor.ÉL: Tú sabes, reina mora, que yo te amo por encima de todas las cosas, pero... En fin, que yo soy un hombre muy macho y tengo mis necesidades. Ea, ya lo he soltado.ELLA (confundida): ¿Necesidades? Pero si lo tienes todo, azucarillo lindo. Eres guapo, sano, rico, todo el mundo te adora... ¿qué le falta a mi pichita?ÉL: Pues me falta... eso. Tú ya sabes.ELLA (más confundida aún): Mmm... No, no lo sé. De verdad que no sé por dónde vas, cuchi-cuchi.ÉL (un poco hastiado de tanta pamplina): ¡Que quiero sexo, nena!ELLA (aliviada): Ah, era eso. Pensé que había otra mujer en tu vida. Qué tontería, eh, cariñito. ÉL: No, mi niña, no la hay, al menos de momento. Pero la habrá si esto sigue así.ELLA (inocente): Si esto sigue cómo. ÉL: ¡Pues así, a palo seco! Yo tengo mis necesidades viriles. Necesito descargar, ya me entiendes.ELLA: Pero... ya sabes que no podemos, ángel mío.ÉL (impaciente): ¡Hazme una paja al menos, niña!ELLA: ¿Cómo podría hacerte eso, vida mía? ¿Es que no me ves? ¡No puedo hacerte eso que me dices! Ojalá pudiera.ÉL (recuperando el tono conciliador): Amorcito, si pones interés seguro que puedes hacerlo.ELLA (apesadumbrada): Ayyyy, ya ves cómo estoy. Desde que el año pasado me empujaste sobre la vía al paso de un tren y perdí los brazos... ¡Y que conste que no te culpo! Sé que fue uno de tus amorosos juegos... pero salió mal. El fatídico destino y esas cosas que tú me cuentas, amor mío.ÉL: No, si yo eso lo comprendo, sorbito de almíbar, pero creo que si tú quisieras...ELLA: Olvídalo. Has de aceptar con resignación el fatídico destino. Eso me lo enseñaste tú, mi amado, mi dios.ÉL: Sí, pero es que yo estaba pensando que podrías hacerme la paja con la boca. Vamos, si tú quieres, eh, que aquí nadie obliga a nadie.ELLA (con lágrimas brotando): ¡Yo quisiera! Qué digo quisiera: ¡yo quiero! A pesar de mis deseos de satisfacerte -oh desgraciada de mí- no puedo contener las náuseas cuando me metes eso en la boca. Acuérdate de aquella vez que lo intenté y...ÉL (interrumpiendo los lamentos de ella): ¡Sí, sí, me acuerdo! Tienes razón, mejor no me la chupes, que me das asco cuando vomitas sobre la polla.ELLA (llorando a moco tendido): ¡No me hables así! Me pones muy triste, y además no hace falta que me recuerdes lo mucho que te molestó mi involuntario vómito, porque tengo el cuerpo lleno de cicatrices que ya me lo recuerdan. Sí, Leónidas, esas cicatrices que me han dejado marcada tras la paliza que me diste.ÉL (furioso): ¡Paliza! ¿Qué paliza, pedazo de puta?ELLA (temblorosa por el miedo): ¡Perdona, perdona, perdona! Escogí mal la palabra. Quise decir castigo, tu castigo. ¡Y bien merecido que me lo tenía, mi amor! Ay, soy tan inútil... Lamento mucho no ser capaz de chupar tu... tu cosa, tu pene.ÉL (sonriendo): Ea, ea, ea, mi niña linda. Deja de llorar. Sabes que te amo y te perdono todo. Anda, déjame follarte.ELLA (resignada): Hazme eso que dices si quieres, pero te recuerdo, cielo mío, que el doctor Grijánder me diagnosticó "parasitación masiva por ladillas como cucarachas y hongos vaginales como champiñones".ÉL (con gesto de asco): Ah... no me acordaba.ELLA: Sí, corazoncito. Fue poco después de aquella mala racha que tuviste, acuérdate. Cuando te dio por visitar antros de mal nombre y llegabas a casa mareado al amanecer.ÉL (gritando): ¿INSINÚAS, MALA PUTA, QUE TE CONTAGIÉ TRAS TIRARME A PROSTITUTAS?ELLA (de nuevo trémula de terror): ¡No, no ,no! Estoy segura, cariño mío, que sólo jugabas al parchís en ese sitio llamado "El Cielo en la Tierra; las Diablesas en tu Cama". Es lo que siempre decías: "vengo de bujar al pachí, y efte pefume er de los colegas, que son mu maricas". Nunca osaría poner en duda tus palabras, amado mío.ÉL: ¿Entonces de dónde han salido las cucarahas y los champiñones de tu coño, so puerca?ELLA (otra vez llorando): ¡No lo sé, querido mío! Se me ocurre que fue por una vez que salí de excursión al campo con los de la Asociación de Inválidos y Mutilados. Seguro que eso de hacer un picnic campestre no fue buena idea y se me pegaron estas porquerías.ÉL (misterioso): Hay una solución para este problema...ELLA (ansiosa): ¡Dime, Leíto, dime! Soy toda tuya. Pide por esa boquita.ÉL (contento): ¡Deja que te folle el agujero del culo, guarra!ELLA (feliz): ¡Sí! Sí, sí, sí. Tómalo, mi alma, mi vida, mi todo. Penetra ese estrecho agujerito lleno de pelos y de restos de excrementos (sabes que, al carecer de brazos, no puedo lavarme bien). Tómalo todo para ti a pesar de que las almorranas intentan arrebatarte lo que es tuyo. Adelante, mi macho, percute mi orto.ÉL (a punto de vomitar): Oye, mira, que me lo he pensado mejor. Ahora lo que deseo es vomitar. Abre la boca, cacho zorra.(Ella obedece. Él vomita en su boca. Ella se lo traga todo. Él, finalmente, le da dos hostias y añade: "¡Por cerda!" Después él se va de putas, y ella se queda a solas, en el hospital para inválidos donde vive desde que el tren le amputó los brazos. Ella sueña, ilusionada, con el día en que él volverá a hacerle un poco de compañía).
10 comentarios:
JAJAJAJA
Que bueno.
Gracias
Arturo
No tienes corazón, Turi. Qué asquito me das.
Pues menos mal que era pasteloso.
Es cojonudo, es de esos textos marca leonidas que me remueven por dentro y me obligan a padecer el sindrome de stendhal! Joder que bueno, sigue asi leonidas!
¡JODER, SI HASTA HAS CONSEGUIDO QUE LA PUTA PELIRROJA TE HAGA UN COMENTARIO...!
La verdad es que se echaba un poquito en falta al Leónidas de antes. Ya estaba empezando a preocuparme tras las últimas entradas.
Y desde luego muy logrado ese giro gradual que le vas dando al texto.
Vaya, síndrome de Stendhal. No será para tanto, Tito Charly.
Ahora no me vayas de humilde. Es cojonudo y punto.
Asqueroso. Mi cara de ASCO leyendo esto ha sido quebrada por una carcajada a causa de la frase "percute mi orto" ¿PERCUTE MI ORTO? ¡Ja,ja,ja,ja!
Oye, ¿cómo un tren te arranca los dos brazos? Una pierna y un brazo del mismo lado o un brazo y la cabeza...
Seguiré meditandolo.
Àfrica.
Saludos, África.
Sí, lo del "accidente" con el tren no fue una buena idea. A mí también me parece difícil que un tren ampute los brazos y no cause más estragos, pero leer este blog es gratis, así que no le pongas tantas pegas.
Lo que no entiendo es el asco que te ha producido esta tierna historia de amor.
Basicamente han sido los champiñones en la zona genital y el vómito en la boca de la desbrazada..
Pero es un asco risueño, de "que asco, pero que bestia"
:)
Àfrica.
Publicar un comentario