Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

martes, 31 de agosto de 2010

El extraño crimen del conejo cojo. Otro caso de Sagaz y Vicente. Tercera parte y última.


Tras efectuar las oportunas mediciones los guardias civiles lograron centrarse en el mismísimo punto que marca el centro de este caso, y como consecuencia inmediata de ello tomaron la acertada decisión de interrogar al mayordomo.

-¿Cómo te llamas, muchacho? -pregunta en tono afectuoso el subteniente Sagaz, que está haciendo el papel de poli bueno.

-Leónidas Kowalski de Arimatea.

-¡Santo cielo, con ese nombre no me extraña que necesites amuletos como esa pata de conejo que estoy viendo! ¿Qué edad tienes, hijo?

-Treinta y cinco.

-¡Por el culo te la hinco! ¡Mwajajaja! Lo siento, no puedo evitar hacer esa rima tonta.

-¡Basta de payasadas! -interviene Vicente, que hace de poli malo- Lo sabemos todo, Kowalski, así que ya puedes ir confesando y no te pegaremos, ni te arrancaremos las uñas, ni te daremos por el culo, ni te meteremos un petardo por la uretra, ni te haremos una imitación de Chiquito de la Calzada; solo te abofetearemos un poco como mero trámite para cubrir expediente.

-Así que lo saben todo, ¿eh? -dice Kowalski muy farruco- Pues bien, demuéstrenme o refútenme la hipótesis de Riemann, si tan listos son.

Sagaz y Vicente se miran de zurullo en zurullo. O de mojón en mojón. O de hito en hito. (Ainsss, qué lío con esto de las polisemias). En cualquier caso, se miraran como se miraran, hacen un aparte para consultarse mutuamente acerca de la hipótesis del tal Riemann. Ocho horas más tarde, agotados y cabizbajos se acercan a don Leónidas Kowalski y humildemente le confiesan su ignorancia:

-Está bien, señor Kowalski de Arimatea, usted gana: no lo sabemos todo.

-¿Puedo entonces irme? -pregunta el mayordomo, que se está meando desde hace horas.

-Sí, por supuesto que se puede marchar, pero antes -insiste Sagaz- explíqueme por qué esa pata de conejo que usa de llavero-amuleto está ensangrentada.

En ese momento el mayordomo Leónidas pone cara de culpable sorpresa, una cara que de traducirse en palabras diría "¡hostias, me han pillado!" Sin embargo se repone pronto y nos sale con estas:

-Es un milagro, señor picoleto. Se trata de algo parecido a la sangre de san Pantaleón; mi pata de conejo sangra todos los años a mediados de agosto. Es una cosa así como un poco guarra y que da bastante asco, pero así son los milagros, ¿qué le vamos a hacer?

-¡No seré yo quien critique los designios del Señor! -exclama reverencialmente el subteniente Sagaz a la par que se santigua.

Epílogo:

La amputación de la pata de Zanahorio fue oficialmente atribuida a una secta satánica de la que nadie sabe nada.

Zanahorio tiene hoy una pata de palo con la que ha aprendido a tocar la bandurria y da conciertos por medio mundo.

Doña Mar Ranapés Tosa es ahora más rica que antes por valor de chorromil euros.

El veterinario Paco Grijánder se ha especializado en castración de mucangrios y no le va nada mal.

Chindasvinto Pinto, el peón, ha resuelto lo de la hipótesis de Riemann y ha enviado la solución anónimamente a varias revistas científicas, porque él desea que el mundo avance, pero no quiere fama; quiere seguir alimentando gallinas, que es lo que de verdad le gusta hacer.

El subteniente Sagaz fue reprendido por sus superiores a causa de lo que consideraron una "más que deficiente, delirante investigación que hasta Íker Jiménez hubiera llevado a cabo con mayor seriedad". A pesar de todo Eugenio Sagaz fue condecorado con la Cruz al Mérito de la Guardia Civil, y no es de extrañar tal incoherencia entre militares.

El agente Vicente fue arrestado por el subteniente Sagaz. El motivo que consta en el expediente de Vicente es "réplicas desatentas a un superior". A pesar de ello este guardia sigue amando su trabajo y continuará haciéndolo lo mejor que pueda codo con codo con su jefe. Y es que Vicente está por encima de todo eso.

De Leónidas Kowalski de Arimatea poco se sabe tras abandonar su trabajo como mayordomo. Hay quien jura haberlo visto en distintos pueblos tocando la pandereta y pidiendo monedas con un gato blanco y negro en la mochila, pero nunca ha sido posible determinar la veracidad de esas declaraciones.


FIN

lunes, 30 de agosto de 2010

El extraño crimen del conejo cojo. Otro caso de Sagaz y Vicente. Segunda parte


Minutos más tarde Sagaz y su subordinado llaman a la puerta de la mansión aneja a la granja. Tras ser anunciados por el mayordomo conocen a la propietaria de la granja Ranapés y dueña de Zanahorio, el conejo campeón.

Era doña Mar Ranapés Tosa una solterona entrada en años y en carnes, pero por lo demás podría decirse que más que entrada era una salida de mucho cuidado. Cuando Sagaz y Vicente entraron al salón se encontraron a la dama llorando a moco tendido, y ciertamente el moco era tan grande y tan carente de esqueleto que fue menester tenderlo en un diván junto a la señora, pues no podía tenerse en pie. La infeliz anciana lloraba sin prestar atención a los investigadores, hasta que transcurridas dos horas y cuarto dijo el subteniente Sagaz para romper el hielo (que por cierto se rompió de un modo perfecto para hacer granizado):

-Señora, tiene usted un conejo muy hermoso, muy grande y muy peludo.

-¡Oh, general, siempre deseé que un hombre me dirigiera tan amorosas palabras! -dijo la señorona reparando al fin en la presencia de los guardias, y reparando también una bicicleta estropeada-. Se nota que es usted oficial y caballero, como el de aquella película -concluyó la vieja dama pasando del llanto a la euforia sin solución de continuidad (joder, siempre quise emplear esa expresión tan pedante de la solución de continuidad; ya me puedo morir tranquilo).

-Me sorprende que nunca antes se lo hayan mencionado, Lady Ranapés -respondió Sagaz dando un taconazo, porque le gusta hacerse el marcial y el aristócrata cuando los civiles lo llaman general.

-En realidad -terció el agente Vicente -mi jefe no es general, sino subteniente de la escala del trompo, y yo soy el guardia Vicente, a su servicio.

Si las miradas mataran... la especie humana se hubiera extinguido hace rato, pero lo que ahora quería decir es que si las miradas mataran el subteniente Sagaz sería un asesino y la bailarina de ballet ciega sería viuda. (Para quien no sepa quién es la bailarina de ballet ciega lo remito al primer caso de Sagaz y Vicente).

-¿Un subteniente y un guardia raso? ¡Pues vaya mierda! -exclamó la vieja zorra- Leónidas, acompaña a estos... señores a la calle, y no vuelvas a anunciarme visitas de general de división para abajo. ¡Habrase visto!

Sagaz y Vicente se miraron enarcando las cejas, y hasta el moco tendido en el diván se removió inquieto. Pero el mayordomo, en lugar de cumplir la orden de doña Mar, se inclinó hacia ella y le susurró algo que los guardias civiles no pudieron oír.

-Bueno, siendo así... -recapacitó la anciana- que se queden. ¿Qué decía usted sobre mi virginal vagina, señor Sagaz?

-¿Su vagina? ¡Por las barbas del profeta, yo hablaba de Zanahorio, el conejo cruelmente amputado!

-Ah, ese conejo... Pues sí, Zanahorio es un conejo valiosísimo. Ya le habrán contado que Zani era campeón del mundo en carreras contra galgos. Lo que quizá no sepa usted a pesar de su apellido, señor Sagaz, es que Zanahorio está asegurado por chorromil euros contra lesiones dolosas por parte de terceros. Ahora es preciso que ustedes determinen que esto ha sido una desgracia en la cual yo intervengo únicamente como víctima. Luego cobro el seguro, les doy a ustedes una propinilla y santas pascuas. ¿Nos entendemos o no nos entendemos?

-Nos entendemos, Lady Ranapés, por supuesto que nos entendemos, faltaría más - dijo Sagaz mientras arrastraba a su ayudante fuera de la mansión.

El subteniente se disponía a entrar al coche patrulla cuando Vicente lo detuvo agarrándolo por el brazo.

-Aquí hay algo que huele a chamusquina, mi subteniente.

-Calla, tonto. ¿No ves que esa señora está dispuesta a darnos una propinilla? Nosotros nos vamos al cuartelillo, hacemos el informe y ya está: propinilla al canto.

-Mi subteniente, por sus muertos, ¿es que no se da cuenta de que esto huele a estafa a la compañía de seguros?

-¡Antes dijiste que olía a chamusquina! A ver si nos aclaramos, Vicentillo.

-Por dios, mi subteniente, espabile. ¿No se ha fijado en el mayordomo? Ese tío tiene un llavero que es una pata de conejo, ¡y está ensangrentada! Aquí hay gato encerrado, se lo digo yo.

-¡Demonios! -exclama el suboficial- Primero un conejo amputado y ahora un gato secuestrado. ¿Qué será lo siguiente: un pulpo extorsionado, un mucangrio sodomizado, una vaca estrangulada, un cerdo estafado...? En verdad te digo, amigo Vicente, que este lugar parece la granja de los horrores.

-En ocasiones resulta sumamente difícil entenderse con usted, mi subteniente. Lo que pretendo decirle es que sospecho del mayordomo.

-Sí, hay que ver cómo está el servicio -conviene Sagaz-. ¿Te puedes creer que la ecuatoriana que limpia en mi casa una vez a la semana me quiso demandar por darle un cachete en las nalgas? Y eso que yo solo quise ponerle una mano paternalmente en el hombro, pero ya sabes lo que pasa con esas indias achaparradas; son todo culo y claro, ponga uno la mano donde la ponga...

-Mi subteniente, por dios y por todos los santos, vamos a centrarnos de una puta vez.

(SEGUIRÉ CUANDO ME PLAZCA)

domingo, 29 de agosto de 2010

El extraño crimen del conejo cojo. Otro caso de Sagaz y Vicente. Primera parte

(Aquí el primer caso de nuestros intrépidos guardias).

El guardia civil Vicente tomaba fotografías de la escena del crimen mientras el veterinario cauterizaba la herida de Zanahorio, el famoso conejo campeón mundial en perseguir galgos. Había rastros de sangre por todas partes, como demostró la prueba de la fosfatina tri-melanasa. Además la infalible y tradicional prueba de las moscas zumbonas reveló la presencia de vísceras en alguna esquina de la cuadra. La razón de tanta casquería es que la semana anterior se había sacrificado un cerdo en ese lugar, por lo tanto poco importa en esta historia que trata sobre un conejo salvajemente amputado.

-¿Se pondrá bien el bicho, doctor Grijánder? -preguntó el veterano subteniente Sagaz, quien era tan antiguo en el Cuerpo de la Guardia Civil que tenía una foto en la que aparece jugando al dominó con el mismísimo duque de Ahumada.

-Va a estar la cosa jodida y apaleada. Yo espero que se salve, pero lo que está claro es que ya no podrá correr detrás de galgos. Se acabó la gloria para el amigo Zanahorio -respondió el veterinario mientras vendaba el muñón de lo que antes fue la pata delantera izquierda del conejo.

Eran las dos de la tarde de un caluroso 15 de agosto en un pueblo de Extremadura que no me está permitido nombrar; y todos, guardias civiles, veterinario, conejo y moscas zumbonas sudaban la gota gorda (pero me apresuro a añadir, antes de que el lector sensible se entristezca demasiado y requiera asistencia psicológica, que la gota gorda se puso a régimen poco después de aquello y hoy podemos decir que afortunadamente la gota es delgada, hace ejercicio con regularidad, se mantiene sana y ha formado una húmeda y feliz familia con muchas gotitas esbeltas). Sagaz y Vicente acababan de llegar a la granja Ranapés advertidos del suceso por Chindasvinto Pinto, el peón que se encargaba de alimentar a los conejos, cerdos, vacas, mucangrios y pulpos que se criaban en aquel lugar. El veterinario, Paco Grijánder, fue el primero en recibir aviso, en personarse en el escenario del crimen y en asistir al desdichado Zanahorio. Él fue también quien explicó a los guardias la importancia de ese conejo y su enorme valor.

-Figúrense, ¡campeón del mundo persiguiendo galgos, nada menos! -repetía el veterinario admirativamente-. Ni un solo galgo se le ha escapado a este conejo. ¡Oh, daba gusto verlo cazar a esos perros y despedazarlos en cuestión de segundos...! Como veterinario doy fe de que nunca hubo conejo tan meritorio.

El guardia Vicente tomaba notas entre foto y foto dado que su jefe, sin prestar atención al discurso de Grijánder, se entretenía metiendo el dedo entre los barrotes de una jaula de mucangrios. Hasta que se lo mordieron, claro.

-¡Me cago en dios, en el copón de Bullas, en san Pedro y en todos estos bicharracos de mierda!

-Pero hombre, por María santísima, ¿cómo se pone usted a jugar con los mucangrios? Si es que parecen muy simpáticos y juguetones, pero no se fíe usted, que ya ha visto lo que pasa. Primera lección que nos enseñan en la Facultad de Veterinaria: No jugar con mucangrios.

-Pues ya podría usted haberlo dicho antes, carajo.

Durante el transcurso de este breve diálogo a Vicente le salieron movidas un par fotos, por la risa. Después de aquello el subteniente Sagaz, chupándose el sangrante dedo, salió de la cuadra para interrogar a Chindasvinto Pinto. Lo encontró esperando obedientemente a pocos metros, tal como se le había ordenado que hiciera.

-Señor Pinto, ¿en qué momento descubrió usted lo del conejo? -inició el interrogatorio el veterano Sagaz.

-Pues yo tendría entonces como nueve añicos y me acuerdo que se lo conté al cura porque si no se lo contaba no podía hacer la comunión. Usted es la segunda persona a la que se lo cuento -respondió crípticamente Chindasvinto mirando al suelo y colorado como... pues como cualquier cosa colorada, vamos.

-¿Perdón? No acabo de entender lo que me dice.

-Pues eso, señor guardia, que yo tendría nueve añicos. Pero la culpa fue de mi prima la Eduvigis que tenía trece y ya era algo putica, ¿sabe usted? Ella me enseñó el conejo en una romería porque había bebido algo de vino, ¿sabe usted?, y yo me asusté mucho porque me creí que le habían cortado la minglanilla, pero luego resultó que no, porque resulta que las zagalas es que no tienen pirulilla, ¿sabe usted, señor guardia?

-¿Pero de qué carajo me está usted hablando, hombre de dios? -pregunta otra vez con equívocas palabras y nula sagacidad el subteniente Sagaz.

-Pues de eso mismo le hablo: ¡del carajo que no tenía mi prima! -responde el amigo Chindas con inobjetable lógica.

-Dígame, señor Pinto, ¿a usted le falta un hervor?

-¿Qué?

-Que si tiene un perdigonazo dado.

-¿Cómo dice?

-Que si es un caído del catre.

-Me lo repita.

-Que si se le echan la siesta a estas horas las neuronas.

-No entiendo.

-Que si se le meten moscas en la boca.

-¿Moscas?

-¡Que si tiene usted más retraso que un vuelo en huelga de controladores!

-¿Uhm?

-¡Que si es usted lector de Paulo Coelho, hombre!

-Yo es que no lo entiendo, señor guardia.

-¡Que si sus padres eran hermanos!

-¿Hermanos?

-¡Que si necesita anotarlo en la agenda para acordarse de respirar!

-¿Agenda? ¿Qué agenda?

-¡Que si es usted un "elegido del Señor", coño ya!

-Oiga, dice cosas muy raras. ¿No será usted tonto, señor guardia civil?

Es entonces cuando el curtido subteniente Eugenio Sagaz le suelta tal apasionado guantazo a don Chindasvinto Pinto que lo tira de culo. Acto seguido exclama el benemérito suboficial:

-¡Virgen santa, no daba una hostia así desde que palmó el Caudillo! Bueno, salvo a mi mujer, que a esa sí que le he seguido dando que para eso es mía.

-Mi subteniente -dice el impertinente Vicente apareciendo de repente y como siempre yendo contracorriente -en realidad también es un delito zurrarle a la propia, por muy propia que sea.

-¡No jodas, Vicentillo! ¿Y eso quién lo dice? -cuestiona incrédulo el jefe.

-Pues lo dice todo nuestro ordenamiento legal, mi subteniente.

-¡Mierda de democracia! Qué rojillos nos estamos volviendo, hijo, ¡qué rojillos! No sé para qué ganamos una guerra si ahora no podemos hostiar a nuestras mujeres, ni siquiera cuando se lo merezcan. Este país se desmembra, Vicentillo. ¡España se rompe, te lo digo yo!

-Con el debido respeto y subordinación, mi subteniente, me permito recordarle que ni usted ni yo hemos participado en guerra alguna, que yo sepa, y que de haber sido así el objetivo no sería poder pegar impunemente a nuestras mujeres.

-Tú siempre llevándome la contraria, novato. Recuérdame que te meta un puro cuando lleguemos al cuartelillo -responde el suboficial de manera más bien rutinaria porque ya es una costumbre lo de calzarse a Vicente (como sabrían ustedes si hubieran leído la anterior aventura de estos dos, en lugar de ver tanta web porno).

-¡Otra vez! -protesta Vicente-. Usted siempre me está empurando prometiéndome que a cambio me propondrá para la Cruz al Mérito de la Guardia Civil, pero hasta ahora sólo veo medallas para las chicas de veinte años recién salidas de Baeza, ¡y los puros todos para mí! En verdad le digo, mi subteniente, que estoy por dejar el Benemérico Cuerpo y montar un estanco.

(CONTINUARÁ... CUANDO TENGA GANAS DE SEGUIR TRANSCRIBIENDO EL MANUSCRITO DONDE ESTÁ EL RESTO).

viernes, 27 de agosto de 2010

Inéditas imágenes de Gusifluky (¡desnudo!) (II)

(Aquí la primera parte).


Ya sabéis de qué va esto: otra vez fotitos del ser más lindo que ha parío mare. (Los que sois "más de perros" no hace falta que digáis nada, eh, que se puede estar calladito un rato como ejercicio para superar el afán de protagonismo. Y no lo digo por nadie en concreto; no vayamos a confundirnos, ¿visto?):




Si alguien encuentra algo más bonito que me lo haga saber.




¿A que le trae un aire a Clint Eastwood cuando entrecierra los ojos así?




Gusi hidratándose. Para el que no lo sepa explico que los gatos beben muy poca agua porque han evolucionado desde climas desérticos y están adaptados a la escasez de agua, y además la rechazan si está estancada. Un gato sólo bebe agua en un cuenco si no tiene más remedio que hacerlo así para sobrevivir; mientras puedan elegirán lamer un grifo que gotea o cualquier otra cosa que les proporcione agua corriente. Yo advertí que mi bidé tiene una imperceptible pérdida gracias a Gusifluky, quien sin embargo no tardó en descubrirla y desde entonces no ha vuelto a beber agua de ninguna otra manera. Es por eso que he renunciado a ponerle agua en cacharros y a reparar el ínfimo escape del bidé.




"Mmm... estoy tan cansado de no hacer nada..."




Si no está para comérselo que venga dios y lo vea.




Hoy tenemos para comer... ¡gato crudo de tamaño familiar!




Antes me salían cucarachas por el desagüe del fregadero, y ahora me salen gatos.




Más de Gusi en el fregadero. Quizá al lector fiel y con buena memoria le diga algo el nombre del comercio que se ve al fondo.



"Tengo la napia rosa".



"Ya no tengo la napia rosa".




A veces estoy en casa y me siento observado.




"Tengo más patas que malos pensamientos".




"¡Basta ya de fotos, joé!"

jueves, 26 de agosto de 2010

"(...) muy discreta e islámica". Cómame usted el nuflo, doña Najiba

(Antecedentes).


Jo, yo es que miro esta foto y me siento... me siento... bueno, la verdad es que me siento porque si no lo hago me caigo. Decía Pérez-Reverte en memorable artículo que somos el pasmo de Europa, y me permito añadir que también de Afganistán y de Júpiter cuando vayamos allí, si es que para entonces no se nos han comido con patatas fritas, de tan buenecitos y dóciles que somos. Pasmaditos estamos dejando al orbe con nuestro buen rollito, nuestra generosidad a la hora de pagar rescates a cualquier canalla con un Kalashnikov que nos los pida, nuestra alianza de civilizaciones, nuestro respeto a las costumbres y tradiciones de aquí, de allá, de Chiclana de la Frontera y del Mar Menor. Jo, qué guays que semos. De mayor quiero ser español, jolines.

Vean a esa militar de la España española ahí, abnegada enseñando español a unas niñas afganas que bastante jodido lo tienen ya para poder ir a una escuela, y cuyos padres solo accedieron a dejarlas ir cuando se aseguraron de que únicamente habría profesoras y no profesores. Mírenla con la melena tapada para no ofender el recto sentir de una sociedad medieval, fanática, inculta, machista y corrupta. Véanla enseñando que "las fresas son rojas", que "los kiwis son verdes"... y que las mujeres deben ocultar su pelo por muy españolas que sean. Mírenla ahí, en su glorioso papel de maestra que enseña los colores de unas frutas que esas niñas no han visto ni quizá vean nunca. Y en español, un idioma que -no me atreveré a ponerlo en duda- les será muy útil a esas niñas cuando el día de mañana vayan por una calle de Baghdis y antes de entrar al Corte Inglés le pregunten al talibán que estará de segurata en la puerta si pueden entrar fumando. Todo en un correctísimo español, claro.

Y es que es muy importante y necesario que esas niñas aprendan a nombrar frutas exóticas y a pronunciar sus colores en un idioma no menos exótico, por si algún día una de ellas decide divorciarse e irse a conocer mundo mientras deja a su comprensivo ex esposo leyendo el corán con las otras siete mujeres y los veintiocho hijos. Me imagino al colega diciéndole adiós, agitando un blanco pañuelo mientras ve despegar el avión que se lleva a la parienta, tan libre ella. "Adiós, mi amor, adiós", dirá él mientras amargas lágrimas surcan sus mejillas; "Adiós, mi vida, adiós. Echaré de menos tus latigazos", dirá ella mientras ve convertirse en un puntito blanco el pañuelo del esposo que se agita con níveas ondulaciones. Si es que me emociono yo con estas cosas, ya ven qué tontería.

Sin embargo, por muy importante que sea que las niñas afganas sepan decir en español que un kiwi es verde o que las cacas de mi gato Gusifluky son de un marrón claro tirando a color cerezo, no hay que dejar de lado las buenas costumbres como la de ocultar la melena. Por eso es muy bueno que las afganillas, mientras recitan metódicas "los albaricoques tienen vello y las mujeres tienen Epilady", no pierdan de vista que sus maestras españolas también esconden la cabellera. Así esas niñas llegarán a ser lo que se espera de ellas: unas perfectas sumisas cuya mera existencia es ya un pecado. ¿Acaso alguien creyó que aquí, en España, en el reino de la igualdad de cupo y del feminismo de género, en el paraíso del complaciente ombliguismo, en el centro del cobarde correctismo político, nos iba a importar el bienestar de las mujeres afganas? ¡Anda ya!

Pero digo yo que ya puestos a hacer bien las cosas y a no dejarlas a medio, la milica española de la imagen -por eso del buen rollo y de ser amigos de todo el mundo- podría quedarse en la postura que presenta en la foto y esperar a que todos los fanáticos islamistas, uno detrás otro, le den bien por el culo. En perfecto español, a ser posible.

miércoles, 25 de agosto de 2010

5 (por el culo te la hinco); 7 (por el culo se te mete); 9 (por el culo se te mueve)


Una conocida me contaba hace muy poco que le había sorprendido leer en uno de mis disparatados cuentos algunas maneras para referirse a la penetración anal. Me ha puesto dos ejemplos: "le dieron cariño por el sitio equivocado" y "le llegaron a la última meta". Según ella es así como lo siente una mujer a la que porculizan, y por lo visto le ha extrañado que un hombre use esas expresiones.

Pues bien, yo no estoy seguro de que hombres y mujeres entendamos de un modo diferente el acto de dar por detrás, pero hoy me gustaría exponer lo que pienso de eso, y estaría encantado si alguna lectora me diera su opinión (recuerdo que puede hacerlo anónimamente).

La primera prostituta profesional que me tiré se empeñó en que le diera por el culo cuando vio que mi etilismo me permitía mantener la erección pero no alcanzar el orgasmo, y como ella estaba deseando acabar pronto me invitó insistentemente a que le entrara por la puerta trasera, conocedora de que así terminaríamos antes. Me negué (yo aún no había experimentado tal depravación) y al cabo de un rato pude acabar por donde mandan las buenas costumbres. Era yo joven e inocente, hay que entenderlo.

Otra mujer, esta vez amante gratuita, me pidió en plena faena que le diera por el culo. Yo estuve encantado, claro (por entonces ya no era tan cándido) y me sorprendió muy gratamente lo receptivo que se mostró su esfínter. Nada de gritos ni gemiditos de dolor como con otras, sino un pleno y lúbrico acogimiento, como si su ano me hubiera estado esperando desde que hizo la primera comunión.

Otra chica, vieja amiga de la infancia, me confesó tras muchos años sin vernos que casi siempre follaba con su novio por el culo, porque así era como él disfrutaba más. Una dama complaciente, como se ve.

Estos tres casos demuestran que para algunas mujeres recibir por detrás no es una situación incómoda ni dolorosa. Por supuesto que he conocido otras mujeres que se niegan a ser sodomizadas o que gritan de dolor cuando lo son, pero creo que casi siempre reaccionan así por un prejuicio contra la penetración anal; si relajaran el esfínter hasta gozarían. Creo.

Para un hombre es diferente y salvo casos de homosexualidad pasiva siempre estamos dispuestos a darle por el culo a una mujer. Un coño debidamente lubricado puede llegar a resultarnos poco placentero y demasiado holgado, incluso teniendo un pene de dimensiones normales, sobre todo si no somos eyaculadores precoces y estamos hartos de follar. En cambio el estrecho agujerito del culo siempre ejerce una presión adecuada sobre la polla y eso se traduce en mayor placer.

Luego está el asunto de poder hacerlo sin condón y eyacular sin temor a embarazos (aunque obviamente aumenta el riesgo de enfermedades, así que no lo hagáis nunca, amiguitos). Lo de poder correrse a gusto llenando de semen un culo femenino es uno de esos pocos placeres por los que merece la pena vivir.

Pero sobre todo, lo mejor de darle por el saco a una hembra es ese componente psicológico tan excitante que tiene el transgredir fronteras, similar a follar con una mujer casada o con una jefa. Lo ideal, ya puestos a pedirlo todo, es darle por el culo a tu jefa casada con otro de tus jefes. Y azotarla mientras la porculizas y le gritas "¡toma polla, puta, hártate de macho, zorra!"... Jo, me estoy calentando, coñe.

Otra de las bondades de percutirse por el orto a una dama es ese sentimiento de posesión absoluta, más intenso aún si ella grita un poco y dice que le duele. En esos casos lo suyo es responder "pues te jodes, puerca, que es a mí a quien tiene que gustarle". Si después de eso la chica sigue queriendo follar contigo habrás ganado una amante eterna y entregada.

¿Y vosotras, mujeres, cómo lo veis?

martes, 24 de agosto de 2010

Pues hoy, tantos años después, a esta hora y en este blog, ¡el "ti" sigue sin tilde!


Pónganse en situación: instituto militar en régimen de internado, año 1992 ó 1993; profesorado íntegramente militar salvo alguna excepción en idiomas extranjeros; disciplina prusiana por la que casi hasta respirar era motivo de arresto; no existía como hoy existe un régimen disciplinario común para los centros docentes militares, sino que cada academia o instituto militar tenía sus propias reglas, lo cual propiciaba una arbitrariedad sin límites a la hora de considerar cualquier acto como constitutivo de falta disciplinaria.

Estando así las cosas este cabeza de chorlito fue a caer en manos de un capitán de artillería (hoy teniente coronel) que hacía un triste papel como profesor de Lengua Española en aquel Instituto Politécnico Número 2 del Ejército. Ignoro las virtudes como artillero de aquel oficial, que presupongo excelsas sin la menor duda; pero tuve la mala fortuna de sufrir a ese señor como profe de Lengua. Y hoy me voy a desquitar a mi manera. Ya ven, escribir un blog sirve para algo.

Aquel capitán -del que guardo un grato recuerdo, a pesar de todo, por muchas razones que no vienen al caso- era lo que se llama un "tío chulo". No era más chulo porque se hubiera muerto de pura chulería. Tan chulo era que se pasaba de chulito y llegaba a hacer el ridículo, como aquel día que nos dictó un texto y tras señalar a un alumno para que lo corrigiera en la pizarra nos preguntó al resto qué faltas ortográficas notábamos después de la corrección del compañero. En ese momento yo levanté la mano y dije que el pronombre "ti" no lleva tilde. Fue entonces cuando se armó la gorda. Así es como recuerdo la "discusión":

-Mi capitán, sigue habiendo un error en el "ti", porque el "ti" no lleva tilde.

-El "ti" es un pronombre y por lo tanto se acentúa siempre -me respondió aquel capitán de artillería convertido en revolucionario gramático.

-No, mi capitán, los pronombres se acentúan para distinguirlos de la forma de adjetivo, pero si no es necesario siguen las reglas generales de acentuación, y como el "ti" es un monosílabo...

-¡Hoy, en esta clase y a esta hora, el "ti" lleva tilde! ¿Te has enterado, Kowalski? -me interrumpió el capitán a gritos.

Así que aquel día, a aquella hora y en aquel lugar el puto "ti" lució una preciosa tilde sobre la tercera vocal de nuestro alfabeto. Al menos para mí, por orden de la superioridad. Pero al día siguiente volvimos a tener clase con aquel excelente gramático desperdiciado como artillero, y así empezó su lección magistral:

-Como les decía ayer, el pronombre "ti" nunca lleva tilde... -dijo con toda la desvergüenza del mundo.

Entonces un compañero díscolo, mientras yo me moría de rabia, exclamó:

-¡Eso no lo dijo usted, mi capitán; eso lo dijo Kowalski!

-¡Bueno, pues lo diría Kowalski! -respondió el artillero con un cabreo de mil pares de narices.

Y yo ahora, tantos años después, debo reconocer que aquel hombre lo hacía lo mejor que podía, y que al menos tuvo la decencia de informarse cuando un niñato como yo puso en duda sus conocimientos. Debe de ser jodido que te pongan a enseñar Lengua después de haberte instruido para dirigir cañones. El Ejército, por cierto, sabe mucho de instruirte en algo para luego exigirte hacer otra cosa radicalmente distinta, si lo sabré yo.

Así que hoy, a esta hora y en este blog, el "ti" no tiene tilde, mi teniente coronel. Se ponga usted como se ponga.

viernes, 20 de agosto de 2010

Inéditas imágenes de Gusifluky (¡desnudo!) (I)


Estreno nueva categoría en esta bendita bitácora:
Ailurofobia la he llamado, pues va especialmente dedicada, con todo mi cariño, a las simpáticas personas que padecen ese terror. Aquí iré publicando poco a poco -o mucho a mucho, según me dé- fotos del pequeño Gusi, entre otras cosas relacionadas con los gatos. Por que sí, porque él lo vale. Y porque es lo más lindo que ha parío mare. (Por cierto, quizá algún día de especial desvergüenza cuente por aquí cómo me libré de cierta... ejem, digamos dama, gracias a su ailurofobia y a la inestimable colaboración de Gusifluky).

Vaya pues este primer reportaje fotográfico:




Gusifluky, el Centinela de Occidente.



El Centinela de Occidente pensando que...



...bah, después de todo Occidente podrá apañarse solo.



"¿A que estoy sexi con la pata colgando?"



"Mmm, creo haber visto un lindo pajarito".



Fotografía tomada el día que Gusi rajó el sofá de cuero y estuve a punto de enviarlo a Siberia. Hasta empaquetado lo tenía ya.



Esto es lo que un gato entiende por una pose sugerente.



A veces estoy en casa y siento que me observan.



"A ver si así se me pone la panza morena como el lomo".



"¡Basta ya de fotos, joé!"

jueves, 12 de agosto de 2010

Os dejo a vuestra suerte


Tengo varios borradores pendientes de ser publicados, aunque es probable que jamás vean la luz. Tengo también manuscrita en el reverso de varios folletos publicitarios una nueva aventura desternillante -para mí al menos lo es- de
Sagaz y Vicente. Y en esta cabeza de chorlito empiezo a parir una sátira sobre un supuesto plan de estudios para los niños gaditanos. Lleva también rondándome un par de meses por mi chorlitesca cabeza una idea que daría para un largo cuento, o incluso para una novela si tuviera capacidad para escribirla, pero como esa idea es seria, compleja y pretendidamente moralizadora no la escribiré nunca, o quizá la eche a perder en un futuro próximo resumiéndola en unos pocos párrafos.

Pero por ahora nada de eso va a suceder, porque dentro de unas horas me voy adonde Internet no me alcance, llevándome conmigo unas cuantas mudas, un bote de protector solar y tres libros -El universo, de Asimov; La decisión de Sophie, de Styron; y Cuando éramos honrados mercenarios, de Pérez-Reverte-. Y además estaré sin teléfono móvil, toma ya.

Me voy con la conciencia algo sucia por dejar a Gusifluky solo, aun a sabiendas de que su única preocupación es que el cajón de las cacas no rebose, y de que yo estaré de vuelta antes de que tan antihigiénico desastre suceda. También me voy -¿para qué negarlo?- un tanto preocupado por los tres o cuatro lectores que dejo huérfanos; no quisiera encontrarlos a mi vuelta leyendo a cualquier desaprensivo que escriba burradas misóginas. Para eso ya estoy yo, caramba.

Y sí, admitiré que un poquito sí que os voy a echar de menos, incluso a quienes me atacáis. O especialmente a quienes me atacáis.

Tapronto, mis pequeños kukitrukys.

martes, 10 de agosto de 2010

Pequeño homenaje a una dama muerta

No mencionaré su nombre ni otros datos que puedan identificarla; a ella no le gustaría, aunque ya da igual porque está muerta. Se portó muy mal conmigo -y perdonen que me salte esa tácita norma de hablar bien de los muertos-, y me utilizó sádicamente para sus ratos de ocio logrando que la quisiera con esas ganas locas de abrazarla como solo se quiere a los hermanos o a los gatos.

Ella escribía de una manera talentosa y espontánea que nunca más he vuelto a ver en nadie salvo recientemente en una tal Barbijaputa. Era capaz de contar la más insignificante anécdota de un modo épico, humorístico y subyugante que me mantenía pegado al monitor entre carcajadas, y alguna vez también entre lágrimas; los cabezas de chorlito también lloran.

Una vez me dijo que ella escribía como si estuviera en un bar contándole la cosa a sus amigas. Para conseguir eso hay que tener talento, ¡y por los bigotes de Gusifluky que ella lo tenía! A pesar de todo abrió y cerró varios blogs (algunos tras un incendiario comentario mío, la muy idiota), y yo la perseguía hasta encontrarla con mi astucia o, las más de las veces, hasta que un oportuno chivatazo la delataba. Cuando la volvía a encontrar dejaba mi sello mediante un comentario: "Zorra de mierda, no te hagas tanto la guay que algunos te conocemos", por ejemplo.

Quizá esa chica murió sin llegar a comprender lo mucho que la admiré, y sin darse cuenta de que por muchas faltas de ortografía que le corrigiera siempre envidié su manera de escribir. Una vez, hace algo más de dos años, le plagié con pleno descaro una entrada de uno de sus múltiples blogs. Era un cuentecito donde hablaba de cómo veía ella su propio funeral. Y ahora, lo que son las cosas, está muerta de verdad. ¿Quién lo hubiera dicho entonces?

No es, ni mucho menos, lo mejor que le he leído a esa zorrita, pero es lo único que conservo de ella. Y hoy me van a permitir que, con alguna modificación, vuelva a fusilar su cuento:

No somos nadie

La que está ahí tumbada soy yo, en el centro, al lado de ese señor que va todo de blanco, el del libro gordo entre las manos.¿Soy guapita, verdad?
Estamos en mi entierro.


Está guapo estar en tu propio entierro porque ves la cantidad de gente que dice quererte. Han malgastado ese día para estar en una jodida iglesia despidiéndose de ti. No sé, es de agradecer.En el mío hay un montón de gente, se ve que no fui tan mala.
O sí, y vienen para asegurarse de que por fin me voy. No sé.


Diviso en la segunda fila una cara conocida. Me suena muchísimo pero han de pasar más de tres minutos para que sepa de qué.
Es la señora que vive en el 1º.
A ver..., espera, ¿qué cojones hace la señora del 1º en MI entierro? ¡pero si apenas nos hemos saludado… ¿siete veces en cinco años?!
Estoy flipando, en serio.
En mi próxima vida rogaré que coloquen el cartelito ese de Derecho de admisión cuando vuelva a morirme. Qué pesada es la gente, coño, no te deja en paz ni después de muerta.


Escucho una voz que reconozco y compruebo que es uno de mis hermanos.
El mediano.
Joder… qué lástima, me sabe mal verlo llorar, me entran ganas de llorar a mí y todo. En realidad no me sorprende que esté tan hecho polvo, yo era su ojito derecho, siempre lo he sabido, es normal.Mi hermano mayor está justo a su lado. Intento leer su mente para saber qué siente pero no lo consigo. Llora también, llora muchísimo.
Sólo he visto llorar a mi hermano mayor una vez en toda mi vida, fue cuando el (puto) BarCa perdió en Atenas aquella final. El cabrón estuvo una semana sin hablar. Creo que fue a partir de ese día que yo me hice del MadriZ.
Retengo esa imagen en mi cabeza (la de mis hermanos juntos, digo, no la de la final del BarCa) y la enmarco mentalmente para no olvidarla jamás, vaya donde vaya ahora.


Veo en la quinta fila al señor que va a tener que pagar mi hipoteca gracias a un seguro que me obligaron ellos mismos a hacerme. Hay que joderse. Yo ya dejé pistas en aquel horrible formulario que tuve que rellenar, excatamente en la pregunta 1.735, donde me preguntaban qué cantidad de cigarros me fumaba al día. No es culpa mía si no pillan las indirectas, ¿no? ¿Y quién es ese tío que lleva un gato blanco y negro en brazos? ¿Están permitidos los gatos en las iglesias? ¿De qué cojones se ríe el tío del gato? ¿Y por qué me suenan tanto esas caras, la del gato y la del tío del gato, digo? Aquel de allí es mi padre, al final de todo. Acabo de verlo. Va guaspísmo con ese traje negro. Creo que es el mismo que utilizó en la boda de mi hermano mediano.
Ya lo dicen: lo negro combina con todo.Está ausente, parece que no, que está escuchando al menda este de blanco y que le interesa lo más mínimo lo que este señor está contando, pero qué va, está ido totalmente.Si por algo me sabe mal morirme es por mi padre, no sé.Al lado de él hay un chico que no conozco de nada. Me extraño porque llora desconsoladamente. No sé quién carajo es..., bah, da igual.


Ha venido la panadera, el señor de la ferretería, aquella señora que me vende los cupones que nunca llevan el número premiado, el caballero que me sonríe cada mañana desde el balcón de enfrente (¿?), amigas que no veo desde hace más de siete años, los chicos que trabajan colocando ascensores al lado de la pelu donde trabajo (qué majos) y clientas, muchas clientas. Hasta ha venido un tío con un gato. Quienes no han venido son mis gatas, la Hijaputa y la Buena, pero yo las perdono.
Joder, qué guay ¿no?, mola esto de morirse, ocurre como en las bodas, se junta todo tipo de gente que jamás imaginarías en la misma habitación y, mucho menos, que intercambiaran siquiera un par de frases seguidas. La única diferencia es que aquí se ahorran el jodido sobrecito con la pasta y la sonrisa forzada de gilipollas cada vez que te dedican (disimuladamente) una mirada.


Suena de fondo una canción de Sabina. Joder... esto ha sido idea de mi hermano mayor, fijo. Qué mamón..., es un crack el tío eh! parece que no se entera de nada o que, si se entera, le importa todo un carajo y mira. Ya se lo decía yo a mi madre: "Es el mejor de los tres, tú tranquila, lo que pasa es que el payaso va de independiente y eso".

Ahora que caigo... ¿dónde coño está mi madre?


lunes, 9 de agosto de 2010

"Para que a mi hijo y a mi mujer no les falte comida"... ¡los cojones!


Tengo un conocido que a veces me pide dinero prestado. Hasta ahora ha sido un buen pagador y en cuanto cobra devuelve los pequeños préstamos que le hago, por eso no le negaba nada. Hasta hace unos días, cuando me pidió x y le presté x/2. Y eso fue el comienzo para que se vaya acostumbrando a los recortes, porque la próxima vez que me pida dinero le presentaré alguna excusa y no le dejaré un céntimo. Si puedo ayudar me jode dejar de echar un cable a quien me lo pide, enemigos inclusive. Pero hay veces que ayudando a uno estamos perjudicando a varios, y esos varios puede que sean quienes más ayuda necesitan. Déjenme explicarme:

Mi conocido prestatario tiene un trabajo que le reporta unos ingresos similares a mi sueldo. Este hecho ya es de por sí razón suficiente para que no venga a pedirme dinero, pero también comprendo que las circunstancias familiares de uno y de otro son muy diferentes: mientras él mantiene a hijo y esposa yo mantengo a Gusifluky, que es muy barato porque el angelico no pide nada salvo un cuenco de pienso cada dos días. Habría mucho que decir ahora acerca de asunción de responsabilidades, de previsión, de orgullo, y de otras cosas, pero las obviaré para que nadie diga que soy cruel. Lo que sí mencionaré es que mi conocido, además de percibir un sueldo similar al mío, trabaja en negro y cobra el paro. Esto, que supone una clara estafa para cualquier currante legal como yo, significa que ese señor obtiene unos ingresos mensuales muy superiores a los míos, y además contribuye a que nuestro Estado del bienestar -educación gratuita, subsidios, seguridad social, pensiones de jubilación...- se vaya a la puta mierda. Y me pide dinero prestado, a mí.

Pero hay más.

Este señor acumula una deuda cercana a los 5000 € (me enseñó un documento judicial) entre impago de un alquiler, intereses y costas del juicio. Él me explicó que tuvo que elegir entre alimentar a su hijo o pagar el alquiler. Dicho así suena muy bien, pero en realidad es totalmente falso, pues lo que hizo fue elegir entre pagar el alquiler o seguir corriéndose juergas nocturnas. Le pregunté qué pensaba hacer al respecto y me respondió que nada, que esperaría a pagar la deuda con tiempo de cárcel. Le sugerí que llegara a un acuerdo con el acreedor y que pagara poco a poco: "Tío, de ahora en adelante cada vez que salgas del curro derechito a casa, y quizá en un par de años hayas solventado la deuda". Me miró entonces como el que mira una serpiente a punto de morder, y me dijo: "¿Qué? De eso nada. A mí mis cervecitas por la noche no me las quita nadie". Y claro, lo comprendí todo. A algunos les viene de perlas tener un hijo para usarlo como excusa de sus desmanes diciendo eso de "que a mi hijo no le falte comida", cuando lo que en verdad están pensando es que es un chollo tener un hijo para usarlo como carta blanca.

Me pregunto qué será de ese niño cuando su padre esté en la cárcel, y me pregunto si cuando el padre salga del talego seguirá diciendo que todo lo hizo para que no le faltara comida a su hijo. Y hablando de hijos: mucho hijo de puta es lo que hay.

Por eso a la próxima, ya me duela más o me duela menos, le diré a mi conocido que no le presto nada. Y si de verdad se me pone dramático y me sale con el rollo de que su hijo no tiene qué comer, le diré muy tranquilo: "Preséntame a tu esposa, porque si os he de hacer un préstamo quiero que lo administre ella". A ver la cara que se le queda al muy cabrón.

viernes, 6 de agosto de 2010

Joyas de la Red


No cabe duda de que ir por internet sin armadura es una temeridad como salir de casa sin tabaco, viajar en coche sin cinturón o casarte con una tía buena. O con cualquier tía, vamos.

Apabullado y adoleciente del síndrome de Stendhal he quedado tras descubrir por culpa de gracias a The Teleplastic Inquirer este funesto vídeo esta maravilla poética. (Y dejando a un lado el lirismo del que rebosa la letra, ¿qué decir de esa voz, de esa entonación, de ese ritmo...? ¡Arte, amigos míos, esto es arte y lo demás son cantamañaneces!):



Después, mientras este cabeza de chorlito se intentaba reponer de la emoción provocada por ese tal Delfín, aparece la ínclita y dulce Cristinita preguntándome que si he visto ya el vídeo de la rana y el mono. "No sé de qué me hablas", le digo ignorante como soy 30 de las 24 horas del día, y entonces ella, dulcemente como es diez días a la semana me dirige al vídeo de marras. Y pa qué quieres más, Barrabás. Ya nunca podré ver de la misma manera a Gustavo, el reportero más dicharachero de Barrio Sésamo, ni mucho menos al mono Amedio. Se me caen los mitos de la niñez, amigos míos. ¡Cuánta perversión! ¡Cuánta vileza! ¡Cuánta... mmfgrr... demagogia e idiosincrasia, que no sé lo que son pero suenan que te cagas de miedo! Bah, paso de buscar más palabros porque me indigno, me reboto, me encabrono y me refostio. Ahí va el vídeo:



Actualización: La reacción de Gustavo al ver el vídeo.

Segunda actualización: La VERDADERA reacción de Gustavo al ver el vídeo. Rizando el rizo.

jueves, 5 de agosto de 2010

El palito envuelto en algodón


Volví a casa pasada la una de la tarde. No había encontrado los muebles que buscaba (una estantería que diera espacio a mis libros y cuatro sillas de cocina -sin tapizar; a prueba de gatos-), pero como soy algo mujer tuve que comprar cualquier cosa ya puesto en faena: dos libros y una sandwichera.

Meche, la encantadora dama que limpia mi casa, ya se había marchado. Estaba todo limpio, oloroso y en orden. Pero Gusifluky no aparecía por ninguna parte, contrario a su costumbre de saludarme cuando llego a nuestro hogar.

Lo encontré metido en el lavabo... ¡y ensangrentado! Tenía las patas llenas de sangre y el pecho rojo; no quise preguntarme cuánta otra sangre invisible mancharía la parte de su pelaje negro. Lo toqué, lo exploré, le hablé, le consulté, le pregunté... Gusifluky se mostraba tranquilo y adormilado, como siempre, sin prestar atención a mi inquietud. "Se me muere; se me desangra", me dije.

Llamé a Meche:

-¿Qué le ha pasado a Gusi?

-Hola, señor Javi -Meche es una cachonda peruana que siempre antepone el "señor" o "señora" a un nombre; a veces pienso que a mi gato lo llama "señor Gusifluky"-, yo sabía que me preguntarías por lo del gato.

-¡Pues claro que te pregunto! ¿Qué ha ocurrido?

-Ya le dije yo al gato que qué iba a pensar su dueño cuando lo viera así. Puse cera en el suelo y... -entonces lo entendí todo. No me fue difícil imaginarme a Gusifluky haciendo el payaso tras la fregona, resbalándose y poniéndose perdido de cera roja. Intercambio de risas con Meche y asunto finiquitado.

Luego me tocó bañar a Gusi, anque lo había hecho diez días antes; más que nada para que no se intoxicara lamíendose las patitas enceradas. Quedó de un blanco impoluto y de un negro como alma leonidiana, tal como Gusi es cuando no está rebozado en cera roja.

Horas después, cuando he enchufado el ordenador, Gusifluky ha saltado al escritorio. Ha mirado las ramas del pino que llegan hasta la ventana de nuestro estudio, y como al ser ya de noche no había pájaros volanderos saltando de rama en rama se ha tumbado contra la impresora, dispuesto a dormir cerca de mí.

Me ha mirado con sus ojos verdes, como asegurándose de que yo seguía ahí. Yo lo he mirado y le he sonreído, para que sepa que estoy ahí.

Entonces, a la vez que Gusi cerraba los ojos, ha alargado una pata -ese palito envuelto en algodón- y la ha puesto sobre mi mano. Y yo me he emocionado y he pensado que esto tenía que contarse.

Gusifluky siempre quiere estar a mi lado; me necesita.

No sabe, el pobre, que yo lo necesito aún más a él.

martes, 3 de agosto de 2010

Maria Ozawa, esa profesional


Ahora que acabo de empezar las vacaciones es cuando puedo dedicarme en cuerpo y alma a una de mis aficiones favoritas: estudiar lenguas exóticas. Antes aprendía lenguas muertas, como el celtíbero o el quechua clásico, pero cuando tras años de estudio llegaba a dominar uno de esos idiomas me encontraba con la decepción de no poder conversar con nadie. Aquellas desilusiones me sumían en hondos pozos de depresión. "¡Yo también quiero estar muerto, como mis lenguas!", gritaba a todo pulmón en plena madrugada. "¡Pues mátate ya de una puta vez y déjanos dormir!", coreaban mis vecinos, que no entienden de dramatismos existenciales, y para colmo no hablan lenguas muertas.

Al fin comprendí que mi afición debía tomar otros derroteros, y fue así que empecé a estudiar lenguas vivas; pero raras, o al menos raras para un español, y de esta manera no tener que usarlas hablando de fútbol con el primer taxista o camarero que me encontrara. Aprendí entonces el hindi, el árabe y el ruso (no os perdáis los blogs que escribo en esos idiomas, que es donde publico las cosas de verdad interesantes). Desde hace una semana me ha dado por el japonés, y como tengo yo un don especial para esto de los idiomas -Leónidas el xenoglósico, me llama el inefable páter Fortea, cura especializado en demonología y exorcista, ahí es nada- ya le he cogido el tranquillo.

Así que hoy estaba por aquí, interneteando tras hacer un gazpacho que me ha salido más bien regular, y me he dicho: "Oye, Leo, ¿y si refrescamos un poco el japonés viendo un telediario de allí?". "Vale, colega, qué gran idea has tenido, jo", me he respondido con otra de las personalidades de guardia que siempre tengo a mano para no sentirme solo. (Sí, ¿qué pasa? Quienes creen en Dios también tienen un amiguito imaginario y está bien visto).

Entonces he descubierto a Maria Ozawa, que es una chica tan guapa que no parece ni japonesa. Pero lo mejor de ella es su profesionalidad, sin duda alguna. En el vídeo que muestro ocurren algunos sucesos sorprendentes que no sé cómo llamar, pero Ozawa no se arredra y sigue como si nada la tía, dale que te pego a la lectura, con ejemplar entrega a su trabajo. Hay que verla ahí, leyendo noticias, imperturbable ante los extraños acontecimientos que a cualquier otra le hubieran desviado la atención.

Tengo el honor de presentar a Maria Ozawa, alias La Impávida:



¡Un momento! Esta tía no habla en japonés... ya decía yo que no entendía nada, caray.

domingo, 1 de agosto de 2010

La maldición de las dos estrellas de ocho puntas


Tómese buena nota del terrible secreto que he descubierto, pues temo que tras revelarlo seré silenciado para siempre.

Y después de este principio tan intrigante lanzo una pregunta: ¿Están malditos los tenientes coroneles españoles?

Ahora, tras formular tan dramática cuestión arrojo la única respuesta posible: Sí.

Ya está, el secreto ha sido desvelado, y hasta ahora solo yo lo conocía. Podría dejar las cosas así; sin explicaciones, sin argumentos, sin pruebas, sin nada. Pero eso sería una jodienda para los espíritus curiosos que adivino tras cada uno de los gentiles lectores que pierden su tiempo en esta chorlitesca bitácora, y yo, que hoy me siento tan amante de la verdad como Íker Jiménez y tan honesto como un político en elecciones no dejaré de demostrar mi rotundo aserto.

Antes de nada hay que aclarar que el origen de la maldición que pesa sobre los tenientes coroneles está en el símbolo maléfico que ostentan como divisa: las dos estrellas de ocho puntas.



Divisa de teniente coronel: signo del mal

Y ahora, para que no se diga que yo estas cosas me las invento, voy a demostrar mi tesis mediante irrefutables pruebas:


1ª PRUEBA


Teniente coronel Tejero, un guardia civil con vocación de payaso

23 de febrero de 1981. Un teniente coronel de la Guardia Civil llamado Antonio Tejero Molina le hizo el gran servicio a España de dejarla en ridículo ante una atónita Europa que pudo ver como un señor vestido de verde, con una pistola en la mano y un sombrero de
toreador en la cabeza secuestraba por unas horas la libertad española, reciente y penosamente conseguida tras cuarenta años de dictadura militar y representada por el Congreso.

Memorable escena de la heroica gesta. (Ojo al detalle del anciano que permanece en pie, con los brazos en jarras e impasible el ademán cuando los asaltantes ametrallan el techo y mientras el resto de políticos se hacen un ovillo en sus escaños; ese señor era el Vicepresidente del Gobierno, Excelentísimo señor Teniente General Don Manuel Gutiérrez Mellado, y en este blog se habla de él con reverencial respeto, por lo de aquel día y por todo lo demás):





2ª PRUEBA

Pocos meses después del bochornoso tejerazo, en mayo de ese mismo año, otro teniente coronel, también del Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil, ayudado por varios esbirros tortura y asesina a tres individuos confundiéndolos con terroristas etarras. Luego intenta ocultar su descomunal cagada montándose una rocambolesca película y quemando los cadáveres. Este teniente coronel, ya fallecido, se llamaba Carlos Castillo Quero y al igual que el anterior iba de salvapatrias por la vida, sin darse cuenta el pobre infeliz de que lo que hay que salvar no son esas abstractas ideas conocidas como patrias, sino a las personas; y que a las personas no se las salva mediante la tortura, por muy terroristas que sean y por mucho que la Santa Madre Iglesia, tan piadosa ella, recomiende el dolor para alcanzar la salvación.

Teniente coronel Castillo Quero, otro para quien el honor era su divisa. Tócate la flor, María Luisa

3ª PRUEBA

Durante bastantes años no se deja notar la maldición del teniente coronel español -probablemente porque obedece a un ciclo que aún no ha sido debidamente estudiado-, hasta que en 2003 otro militar de ese mismo empleo vuelve a hacer de las suyas, el muy malevo.

Llegados a este punto es pertinente hacer notar que con el paso de los años los tenientes coroneles malditos sustituyen el casposo patrioterismo por el nobilísimo afán de trinque, supongo que siguiendo el ejemplo de nuestra digna clase política.

Tenemos así el caso del teniente coronel Luis Angulo Delgado, del Ejército del Aire, ludópata y chorizo confeso. Bueno, confeso solamente después de que un par de cabos, hartos ya los pobres de las repetidas desapariciones de dinero, tendieran una trampa al ladrón y lo pillaran in fraganti. Lo suyo les costó, por cierto, porque hasta que no presentaron un vídeo elocuente nadie les hizo caso. (Noticia completa, y atención al último párrafo).

4ª PRUEBA

En la Armada el equivalente jerárquico del teniente coronel se llama capitán de fragata, y su divisa no son dos estrellas de ocho puntas, sino un rollo de galones y cocas, y no se me ocurren casos entre capitanes de fragata como los anteriormente descritos; ¿no es eso una evidencia más de que las dos estrellas de ocho puntas son el Signo del Mal, carajo? ¿Aún quieren más pruebas, so incrédulos? ¡Pues Leónidas Kowalski de Arimatea tiene una última prueba bien fresquita! Tan fresca como que se ha publicado hoy mismo:

5ª PRUEBA

"Al teniente coronel se le incautó tras el atraco de Ibercaja una pistola, peluca, gorro..."

¿Qué, cómo se os ha quedado el cuerpo? Sí, yo también estoy flipando.

Antes de acabar quiero dejar una carta abierta a mi respetado teniente coronel atracador de bancos:

Mi respetado (pero poco, bien poco) teniente coronel:

Soy el cabo primero Pineda, destinado en el RACTA-4. Me he enterado por casualidad de sus latrocínicas hazañas y permítame decirle que estoy muy, pero que muy disgustado con usted. Llevo toda la puta vida oyendo que si la tropa no tiene clase, que si son unos tiñalpas, que si la vil tropaza esto, que si la soldadesca aquello... ¡y ahora me sale usted con estas!

No lo voy a juzgar por atracar bancos, no; además siempre me siento muy incómodo cuando me atrevo a opinar sobre las acciones de mis jefes (disciplinado hasta la tontuna que es uno). Pero hay algo que no me puedo callar y que le expongo aquí, con el debido respeto y subordinación: ¿Era necesario, alma de cántaro, que se dejara usted coger en pantalones cortos y calzando mocasines? ¿Es que no tiene usted el menor sentido de la elegancia, hombre de dios?

Atentamente, queda a sus órdenes, el defraudado cabo primero Pineda.