Painkiller

(Publicado originalmente en Spaces el día 24 de Febrero de 2006).

Voy a morir. Estoy acorralado y casi sin munición. Aunque reponga mi blindaje las posibilidades de supervivencia son nulas.

Estoy a punto de agotar los cartuchos. Veo en lontananza cajas de suministro, pero no puedo llegar hasta ellas; se interponen demasiados enemigos. Tampoco ando muy bien de estacas, y de explosivos mejor ni hablar.

Cada vez tengo a los horribles esqueletos más cerca. He destruido cientos de muertos vivientes, pero el Gigante Cabrón hace que se reproduzcan a un ritmo mayor del que puedo eliminarlos, además, se me agota la munición.

Todo está salpicado de sangre. Alguna es mía. Hay cadáveres por doquier. Y esos hijoputas están cada vez más cerca. Ya puedo oler el tufo a putrefacción que despiden mis enemigos.

Joder, las cosas pintan mal. Como diría Quevedo a su amigo Diego Alatriste: "No queda sino batirse", o en palabras de mi maestro Don José Luis García Guerrero: "A veces, en la vida, hay que liarse a tiros". Así que eso es lo que hay, a liarme a tiros hasta el último cartucho, y después que salga el Sol por Antequera.

Vais a acabar conmigo, no nos engañemos, así es la puta vida. Pero venderé cara la piel, y os juro por mis muertos más frescos que a muchos de vosotros me los llevo puestos.

Adelante, venid a por mí y tomad fuego y plomo. Ahí os quiero ver, regando con sangre la arena de este circo.

Sólo me queda un cartucho. Maldita sea mi estampa.