Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

sábado, 3 de diciembre de 2011

¡Caracoles!

El cabeza de chorlito, aquí como lo ven, es un tío con profundas inquietudes científicas. Y no es coña, aunque suela escribir con un humor irreverente que casi nadie aprecia. Buena prueba de ello es el título de esta entrada, que quizá algún avezado lector haya relacionado con el famoso libro de Richard Fortey titulado ¡Trilobites!, que dicho sea de paso es un libro aburridísimo y cuya única enseñanza importante es que la parte posterior de un trilobite se llama pigidio, lo cual tiene su gracia, admitámoslo.

Pero vayamos al grano.

Ahora que sé que pesa sobre mi triste blog la orden de guardar cualquier cosa que sea publicada -orden dada y obedecida desde y por el ilustre organismo al que pertenezco (manda huevos que el dinero público se gaste en perseguir al soldadito en lugar de buscar a...)- veo oportunidades magníficas para efectuar tremebundas tomaduras de pelo, ¡pero quiá, no soy tan malo! Hablemos mejor de ciencia, que es algo que me apasiona y que igualmente desconcertará e ilustrará a los desgraciados esbirros cuya labor consiste en seguir y perseguir todo lo que mis torpes dedos sean capaces de teclear, en lugar de dejarme llevar por la fácil ironía y las trampas perversas. Empecemos pues por charlar acerca del conquiliólogo y divulgador Stephen Jay Gould:

El señor Jay Gould era un peleontólogo, muy interesado en la conquiliología y divulgador de la ciencia. El tío era majísimo y cuando lees sus libros te da la impresión de que estás ante un poeta, más que ante un científico. Si lo aceptas como científico, lo ves obscuro y excesivamente literario; si lo entiendes como escritor, lo ves demasiado científico. En mi chorlitesca opinión, Jay Gould no logró ser un buen divulgador de la ciencia, aunque lo intentó con ahínco y sí consiguió, en cambio, caer bien a cualquier lector.

Pero sobre todo yo quería hablarles de mi última investigación chorlitescamente científica, que se asemeja a la obsesión de Fortey con los trilobites, y a la afición de Jay Gould con las conchas. He dedicado meses de mi vida a documentar gráficamente un estudio gastronómico relativo al consumo humano de bichejos con concha, y aunque las revistas Nature y Science no me han admitido el artículo por parecerles "innecesariamente cruel para fines informativos" y "demasiado duro para nuestro lector medio" respectivamente, yo publico aquí, en mi santo blog y con dos cojones, lo que nadie se atrevió a publicar:

CARTELES ANUNCIANDO CARACOLES EN BARES DE SAN FERNANDO (CÁDIZ), O CÓMO LA CONQUILIOLOGÍA ESTÁ GANANDO ADEPTOS ENTRE LUDÓPATAS DE DOMINÓ Y TRAGAPERRAS, O BIEN CÓMO PUEDE MÁS UN CARACOL QUE UN PAR DE CARRETAS. (Joer, es que he supuesto que con un título largo mi estudio tendría más posibilidades de colarse en Science):



Ea, ahí queda eso. Ciencia en grado sumo, al menos para aquellos que tienen la triste labor de examinar todo aquello que publico.