Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

martes, 28 de septiembre de 2010

Pedro Lucio, El Tirador Solitario, nos ha dejado solos


En recuerdo de Pedro Lucio, autor del blog El Tirador Solitario, con dolor y añoranza.


Voy por alguna parte y al doblar una esquina tropezamos el uno con el otro; él caminaba leyendo una revista en lengua extraña sobre temas de defensa, y yo simplemente iba despistado dentro de alguno de esos cuentos que jamás escribiré. "Perdón", dice él, y aunque nunca lo había visto lo reconozco inmediatamente por la voz, pues sí que habíamos hablado varias veces por teléfono.

Leónidas Kowalski de Arimatea: ¡Pedro! ¡Ey, tío, tú eres Pedro Lucio, el Tirador Solitario! ¡Soy Leónidas!

Pedro Lucio: ¡Coño, Kowalski, menuda sorpresa!

LKdA: ¡Ya te digo! Qué de tiempo sin saber de ti, Pedrito. ¿Cómo estás, tío?

PL: Pues estoy como nunca, la verdad. Ni te lo imaginas. ¿Y tú qué tal?

LKdA: Bueh, tirando. Me tenías preocupado, macho. Llevo un tiempo queriendo escribirte, pero ya sabes cómo soy.

PL: Da igual, hombre. Donde estoy no tengo internet.

LKdA: Ah, claro, por eso no actualizas el blog, jodío. Por cierto, tus seguidores lo echamos de menos.

PL: Pues os tendréis que acostumbrar, lo siento.

LKdA: ¿Y eso? ¿No piensas actualizar nunca más?

PL: Me temo que no. Es que me he muerto, ¿sabes?

LKdA: ¿Qué? Perdona, no te he entendido.

PL: Claro que me has entendido, pero no te lo quieres creer. A mediados de agosto mi corazón se negó a seguir latiendo, y bueno, ya sabes lo que pasa cuando la bomba se detiene.

LKdA: Pero Pedro... ¡si tú solo tienes 37 años!

PL: ¿Y qué? Para morirse solo hace falta estar vivo, ¿es que no lo sabías?

LKdA: Pedro, coleguita, no me hagas esto... ¡Dime que es una broma!

PL (sonriendo condescendiente): Anda, vamos a tomar una cerveza y te sigo contando. Por aquí cerca conozco un bar que está muy bien, y verás qué camarera, ¡ufff!

Pedro me guía en silencio hasta un bar llamado Imaginación donde solo estamos él y yo, además de una bella camarera que, intuyo, es el ideal de belleza de Pedro Lucio. Se está muy bien ahí, tan bien que dan ganas de no salir nunca.

PL: Pues sí, Leo... Oye, te voy a llamar Javi, ¿vale? Es que aquí prescindimos de los disfraces.

LKdA: Claro, llámame como prefieras, faltaría plus.

PL: Pues eso, que palmé y no tuve oportunidad de despedirme, así de sencillo. Lo que pasa es que tú siempre te enteras tarde de todo.

LKdA: Joder, Pedrito, ¿cómo puedes hablar así, con esa flema?

PL (riéndose a carcajadas): ¡Cambia esa cara, tío! Que no pasa nada, hombre, que el mundo no se acaba ni nada parecido. Mira, tontarrón, mientras estás imaginando esto yo solamente soy un puñado de cenizas, y sin embargo aquí me tienes ante ti, tomando una cerveza y deseando darle un buen meneo a la camarera. ¿Ves como no pasa nada?

LKdA: Pero no es lo mismo. Ya nada será lo mismo. ¿Quién me informará ahora de lo que se cuece en mi "empresa"?; ¿quién me dará premios sobre los que ironizar?; ¿quién me escribirá un mail interesándose por Gusifluky cada vez que digo que lo he matado?; ¿quién se alegrará y me felicitará en secreto cuando publico ciertas cosas?; ¿quién se reirá con las barbaridades que a otros escandalizan?; ¿quién...

PL: ¿Estás llorando, nenaza?

LKdA: ¡No, es que se me ha metido algo en un ojo!

PL: Jajajaja... ¡Que no pasa nada, Javier! La única novedad es que no vamos a hablar nunca más por teléfono y que mi blog no será actualizado. Pero sigo aquí, siempre a tu disposición en este lugar donde ahora estamos. Y créeme si te digo que no echo de menos nada de lo que antes fui.

LKdA: Pero yo sí te voy a echar de menos...

PL: No me seas, no me seas. Recuérdame, hombre, recuérdame con ese "podrido y retorcido cerebro", ya sabes.

Y el muy cabroncete se echa a reír de nuevo mientras yo me sueno los mocos, y cuando me quiero dar cuenta ha desaparecido y estoy frente a la camarera bella que también desaparece, y un instante después estoy en la esquina donde tuve el encontronazo con el bueno de Pedro, e inmediatamente me veo leyendo esto frente al monitor a la vez que lo escribo.

Me siento muy solo, más solo de lo que habitualmente me siento, y le debo a Pedro más de lo que sería discreto contar aquí (aunque estuve a tiempo de expresarle mi agradecimiento, ¡y lo hice, menos mal!).

Pedro, cuento contigo otro día en el bar Imaginación. Pero esa ronda la pago yo.


miércoles, 1 de septiembre de 2010

Adelante, dijo Gusifluky


Ese hijo de puta de Gusifluky saltó una vez más al escritorio y empezó a frotar su cara contra mi hocico. Intenté apartarlo pero se resistió. Finalmente acepté sus caricias y escuché sus palabras:

-¿Qué le pasa, padre? ¡Sea feliz, hombre!

-¿Cómo voy a serlo, gato, hijo mío, si cuanto más paciente e ingenuo soy, más me demuestran que ando errado? La felicidad, pequeño Gusi, es cosa de gatos como tú o de putas como... como todas, hijo.

-¡No, padre, no; algunas se escapan!

-MWAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA...

-¡Padre, por favor, deje de reírse así! Me da usted miedo cuando le sale esa risa.

-No temas de mí, pequeña cosita. Ay, Gusi, eres tan inocente, tan indefenso y tan... tan joven e inexperto que me dan ganas de... de hacerte algo malo para ahorrarte sufrimientos.

-Padre, ya vale. Está usted muy raro y dice cosas que no entiendo. Sea lo que sea que pase por su cabeza seguro que es más divertido jugar conmigo. ¿Qué tal una sesión del "Quetepilloquetepillo"? O si le parece mejor me meto en esa caja de cartón y vuelvo a hacerme el tonto sacando la pata por una rendija, ¡aún no me ha sacado fotos haciendo eso! ¿Eh, padre, qué le parece? Podemos... ¡Podemos también jugar a que yo abro la nevera y usted me persigue simulando enojo por toda la casa! ¡También puedo mordisquear las nuevas sillas de la cocina! ¿Eso sí, padre? ¡Se le da muy bien hacerse el cabreado! Sí, sí, sí, padre, juguemos a algo, a lo que sea, ¡pero cambie esa cara de derrota!

-Tienes razón, Gusifluky, tienes razón. Tengo que ser como tú y aprender a vivir sin pensar en otros que no sean yo; sin preocuparme por el mañana y sin recordar el ayer; sin hacer caso de lo que digan los pocos bienintencionados y mucho menos de lo que digan tantísimos hijos de puta cuyo único fin es hacer daño. Tengo que aprender a ser un gato.

Gusifluky interrumpe su higiene y deja de lamerse entre los dedos de la pata trasera derecha. Me guiña un ojo, sonríe y dice:

-Adelante.