Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

lunes, 29 de octubre de 2007

La Soldado Pacheco, o Pili la exhibicionista


Mucho le extrañaba a este cabeza de chorlito que aún no hubiera sucedido. Pero ya ha ocurrido: ¡albricias! Tesita me lo ha contado. Hablo del novedoso caso de la soldadito despelotada en Interviú. Quiero decir unas cuantas cosas, porque si no las digo reviento y porque me sale del nuflo decirlas:


A) Comparar este caso con el de la Sargento estadounidense que enseñó el coño en Playboy es un disparate, por mucho que la prensa busque la equiparación. Ni Interviú es Playboy (qué más quisiera Interviú) ni la legalidad vigente en nuestras FAS se parece a la norteamericana (qué más quisieran los yankees).


B) La conducta de la soldadito calurosa, sea más o menos digna, es un producto de esos anuncios de captación que decían paridas como que hacerse soldado profesional es "un trabajo como otro cualquiera". Mentira gorda y sin paliativos donde las haya, y que yo sepa ninguna cabeza ha rodado por estafar de esa manera a nuestra juventud.


C) Desconozco la competencia militar de Pacheco, pero como putilla exhibicionista le doy un tres, en una escala de cero a diez. (Hija mía, si te han pagado por esto es porque otras tienen más vergüenza que tú, que por méritos propios te ibas a comer los mocos... ¡Anda que no hay mujeres guapas de verdad en las Fuerzas Armadas, sin recurrir a mediocres como tú!)


Ya está. Y a gustito que me he quedao, oye.

Psicópatas, esquizofrénicos y cabezas de chorlito


Advertencia
: Diario de un cabeza de chorlito no es un consultorio médico.
Si cree que requiere ayuda, ya somos dos. Y no olvide consultar con un profesional de la salud.



Anoche, leyendo el muy recomendable libro de Carl Sagan titulado El Mundo y sus Demonios, en el capítulo dedicado a las alucinaciones, descubro el dato de que, aproximadamente, el uno por ciento de la población es esquizofrénica. Esto me hizo recordar el no menos recomendable libro de Robert D. Hare, Sin Conciencia, según el cual se estima que un porcentaje similar corresponde a los psicópatas. Hasta aquí los parecidos entre ambas circunstancias.

El esquizofrénico es un enfermo, y además un enfermo que sufre, por eso, cuando ocasionalmente comete un delito violento acaba en un hospital psiquiátrico. El psicópata, en cambio, no está enfermo; es simplemente malvado. Depredador lo llama varias veces Hare en su libro, con acierto, pues para el psicópata el resto de las personas (otros psicópatas incluidos) no somos más que objetos a los que exprimir económica y afectivamente. Incapaces de sentir empatía los psicópatas son despiadados, manipuladores, mentirosos, crueles y sumamente egoístas. No conocen el arrepentimiento por sus actos y su capacidad para sufrir se limita a aquello que los perjudica directamente. Seguro que algún lector que haya llegado hasta aquí estará pensando que conoce a alguien así, y no es de extrañar, pues hay más psicópatas entre nosotros de los que queremos creer. Por fortuna muy pocos son los que actúan como asesinos en serie o cometen crímenes violentos. Más habitual es encontrarlos como políticos ambiciosos, empresarios sin escrúpulos, maltratadores de sus parejas o estafadores.

Me he extendido hablando del psicópata más que del esquizofrénico por varias razones. Una de esas razones es que apenas he tratado con un esquizofrénico, pero sí que he convivido con una psicópata. Otra razón importante es que al enfermo de esquizofrenia se le ve venir de lejos, pero el psicópata es un maestro del engaño que logra confundir a psicólogos, psiquiatras y hasta a las propias víctimas, a las que puede llegar a hacerse sentir culpables. Una vez anduve de cervezas con un esquizo que se creía Jesucristo. Recuerdo aquello como una experiencia curiosa, y aunque en algún momento llegué a preocuparme ahora sólo es una anécdota simpática en la memoria. Mi relación con una psicópata, en cambio, duró un año y medio de pesadillas, lágrimas, maltratos, mentiras... joder, hasta "posesiones demoníacas" hube de presenciar.

Esta entrada, como muchas otras, calla mucho más de lo que cuenta por eso del decoro y por un sentido de la lealtad que, independientemente de hacia quién vaya dirigido y de sus méritos o ausencia de ellos, parte de mí... y yo sí que tengo conciencia. Pero necesito hablar. Ahora sé lo que antes sólo sospechaba: el psicópata es seductor, y sabe cómo gustar a la gente, y cómo gustar a cada tipo de persona; es camaleónico, y se adapta a casi cualquier entorno y nivel cultural, pudiendo ser el mejor ratero de barrio o mezclarse hábilmente con gente de "alta alcurnia"; es capaz de pasar en segundos de un estado sonriente de cara al público a convertirse en un demonio en la privacidad del hogar; puede acusarte en falso de igual modo que puede negar tranquilamente las evidencias de sus actos reprobables que le pongas delante. Y lo peor de todo: no tienen cura, porque no están enfermos. Simplemente son así. Descorazonador, ¿verdad?

Pues ahora echen cuentas. Imagínense en una ciudad muy populosa, quizá exactamente igual como la ciudad donde viven. Figúrense saliendo de compras una tarde de Navidad, por ejemplo. Las calles están atestadas. Los comercios incluso cierran más tarde de lo habitual para obtener más ganancias. Ustedes pasan varias horas de comercio en comercio, comprando regalos, buscando los mejores precios, comparando calidades... ¿Con cuántas personas se han mezclado, aunque sea a un par de metros, o en el empujón por llegar antes hasta la ansiada mercancía o a la caja registradora? ¿Sería exagerado hablar de un número de dos mil personas? Me parece una cantidad razonable. Pues bien, usted habrá estado casi rozando a diez esquizofrénicos y a otras tantos psicópatas. Es más, puede que USTED sea uno de ellos. ¿No es inquietante?

viernes, 26 de octubre de 2007

STALKER



Corro. Tras de mí oigo los rugidos de los perros salvajes. Del horizonte me llegan lejanos disparos y gritos de agonía. Corro.


Llueve. Mi sudor se mezcla con la lluvia y mis manos chorreantes aumentan la presión para no dejar escapar el fusil. Llueve.








Jadeo. Me detengo, exhausto, aunque la carrera fue corta. He conseguido alejarme lo bastante de los perros, pero pienso que llevo demasiado peso: el fusil entre las manos; la pistola en la cadera; el lanzagranadas y el subfusil en la mochila; comida, botiquín y munición repartidos en el correaje. Y además están esos artefactos, medio kilo cada uno. Jadeo.


Ni me acuerdo. Parece que fue hace siglos cuando estaba en la taberna de la base de Deber negociando con el tabernero. Creo que le vendí varios artefactos y con ese dinero compré más munición de 5´56 mm. Siempre más munición... para obtener más artefactos... que venderé para comprar más munición... la cual me servirá para conseguir nuevos artefactos... ¿Cuándo comenzó esta pesadilla circular? Ni me acuerdo.


Anochece. Los gritos de dolor parecen venir de todas partes, y los gruñidos de los perros suenan más amenazantes. La luz de la linterna ilumina un pequeño espacio ante mis pies y tengo que consultar el mapa con más frecuencia, aunque inútilmente por la falta de referencias. Las voces --¿de soldados? ¿De miembros de la facción Deber? ¿De componentes del bando Libertad? ¿De stalkers independientes?-- suenan peligrosamente cercanas y confusas. No puedo saber quién es amigo y quién enemigo. Anochece.


Lo veo a lo lejos. Ese objeto brillante y que parece flotar varios centímetros sobre el suelo debe de ser otro artefacto. Ahora sólo ese maldito chisme ocupa mi mente, y lo voy a conseguir como sea. No me importan los perros salvajes, ni los zombis, ni los soldados, ni los bandidos, ni las zonas de alta radiactividad, ni las anomalías... ¡Sólo me importa ese artefacto! ¡LO NECESITO! Lo necesito porque vale mil, dos mil, o cinco mil rublos, y eso es mucho dinero con el que comprar más munición y poder así matar más y mejor... y eso me facilitará obtener nuevos artefactos. Ahora todo yo soy pura voluntad de alcanzar el artefacto que brilla. Lo veo a lo lejos.






Disparo. Escupo una larga ráfaga con el subfusil de 9 mm. No es muy efectivo a esta distancia pero debo reservar la escasa munición que me queda del fusil de asalto para otros enfrentamientos más peliagudos. Esta vez sólo es un cerdo mutante, vulnerable a cualquier arma y pocos balazos lo detienen. Con suerte podré extraerle un ojo que venderé más adelante a otro stalker o al científico. Viene otro cerdo mutante. Estos bichos nunca están solos. Disparo.


Huelo a pólvora quemada. Son muchos disparos. Casi siempre abro fuego por necesidad. La munición es cara y no conviene desperdiciarla, pero a veces ametrallo a solitarios stalkers que me encuentro por el camino, sólo por el placer de probar una nueva arma o por la curiosidad de descubrir lo que ocultan en sus mochilas. Huelo a pólvora quemada.


Acordes de guitarra. Agotado y con poca reserva de comida me aproximo a un grupo amigo o neutral. Hace unos días podrían ser de cualquier facción, pero ahora sé que no pueden ser de Monolith ni de Libertad porque a ambos bandos he saqueado y diezmado sus filas. Si aún no han empezado a dispararme es porque son stalkers independientes o miembros de Deber. Con los soldados y con los bandidos tampoco me llevo bien tras intercambiar miles de balas, de modo que no pueden ser ellos. En ocasiones se agradece que no me reciban a tiros. Acordes de guitarra.








La tormenta y el gato



El trueno sonó cercano, potente e interminable, con temblor de muebles y tintineo de vajilla. Pensé en Gusifluky, mi gato. "Uy, pobre Gusi. Debe de estar asustadísimo", me dije.

Lo busqué por la casa, esperando encontrarlo arrinconado y tenso. Miré en los armarios donde suele esconderse para prepararme emboscadas, y no estaba. Miré en su transportador que usa como ilusorio refugio cuando huye de mí, y tampoco estaba. Preocupado, miré en la cocina. Lo descubrí pegado a la ventana, mirando absorto el cielo gris, con las vibrisas rozando el cristal.

--¿Gusi?

--Mmmmgrr...

--¿No tienes miedo?

--¿Miedo, padre? ¿De qué?

Otro rayo iluminó la cocina. Nuestra cocina tiene las baldosas negras y blancas, como escaques de un tablero de ajedrez. Los muebles son negros y blancos. La nevera es blanca. La mesa es negra. Las sillas son blancas y negras. La Thermomix es negra y blanca. El reloj de la pared no funciona, pero es negro y blanco. Incluso el servilletero es blanco y negro. Gusifluky, por si no lo saben, es también blanco por abajo y negro por arriba. Pero bajo la luz del rayo todo fue fugazmente azul.

--Pues no sé, hijo mío, pero los gatos suelen temer a las tormentas.

-- Tormenta... qué bonita palabra para tan espectacular panorama.

En ese momento nos llegó el trueno. Largo, apoteósico. El orgasmo de un dios que no había follado durante milenios. Gusi continuó:

--Fíjese, padre: ese cielo color ceniza; esas gotas de agua tamborileando sobre el cristal; esas intensas luces azules que lo bañan todo; esos ruidos que nos recuerdan lo insignificantes que somos... ¡Cómo sentir miedo ante algo tan bello!

--Eres un romántico incorregible, Gusifluky. Y un gato muy raro.

--Vamos, padre, acérquese y contemple junto a mí esta grandiosidad de la naturaleza --me dijo mi gato mientras se encendía la pipa que le da por fumar cuando se pone reflexivo--. Tal vez usted esté acostumbrado, pero es algo tan nuevo para mí...

Permanecí un rato a su lado, envuelto en el aromático humo de la pipa y el suave ronroneo de mi hijo. Él fumaba en silencio y no apartaba los ojos del cielo.

--¿Sabes, Gusi? En estos momentos muchos seres de tu especie están asustados, encogidos bajo los contenedores de basuras o bajo los automóviles. Están mojados y tienen frío. A ellos, maldita la gracia que les hace este bello espectáculo de la naturaleza.

Pasó un largo minuto de silencio hasta que mi hijo volvió a hablar:

-- Lo sé, padre. Pensaba en ellos.

Y miró a su alrededor, como considerando que nuestro piso es demasiado grande para nosotros solos.

martes, 23 de octubre de 2007

La pérdida del sentido del humor es síntoma de decadencia



Ay, dios, cuánto gilipuá políticamente correcto y cuánto soplanuflos de encefalograma plano pueblan estas tierras. Tantos son que ya dominan el país, ejerciendo el poder que otorga la mayoría con mano de hierro y sin la menor cesión a las libertades de una minoría de mente abierta, o lo que es casi peor, al sentido del humor.

Hemos perdido no ya el humor, sino el valor necesario para reírnos con ciertas guasas. Confundimos el chiste con la ofensa, la broma con el agravio, el humor con la insolidaridad. Es una lástima que tanto hipócrita y tanto cobarde nos pretendan robar la risa y que además lo estén consiguiendo. También es verdad que, dejando manipulaciones interesadas aparte, hay idiotas incapaces de distinguir entre una situación cómica y un drama, pero estos, creo, son los menos y no me preocupan tanto. A mí los que me dan por el saco son los nuevos mesías que me quieren enseñar el buen camino y de qué me debo reír y de qué no; ellos son quienes me apuñalarán por la espalda a poco que me descuide.

Hace tiempo Gerardo García-Trío me pasaba un antiguo vídeo de Martes y Trece en el que los famosos humoristas crean una situación cómica respecto al maltrato sufrido por una mujer a manos de su marido. Más recientemente Pedro Lucio publicaba en su blog una memorable escena de la delirante película Aterriza como puedas, que insinuaba a título de comedia el intento de abuso sexual hacia un niño. Son dos ejemplos viejos. Hoy en día casi nadie se atreve a crear chistes con esos temas. Hemos puesto coto a nuestra capacidad de reír estableciendo unos márgenes estrechos que no nos van a hacer mejores personas, pero sí más aburridas y tristes. Y más hipócritas.

Una de las últimas soplapolleces de la secta ASCO (Adoradores de lo Socialmente Correcto y demás Obtusos) es la promovida por la Federación de Mujeres Progresistas --¡qué miedo me da la palabra "progresistas" unida a "federación de mujeres"-- al exigir la retirada inmediata de la serie televisiva "Escenas de matrimonio" (atentos al minuto y quince segundos), según leo en ABC. Hay que ser gilipollas y tener mucho tiempo libre para idear semejante tontería. Me recuerda a cuando cierta promoción de la Academia de Suboficiales del Ejército de Tierra solicitó la retirada de la serie "Historias de la puta mili" por considerarla una ofensa hacia los suboficiales. Tanto un caso como otro son ganas de ponernos a marcar el paso y uniformar el interior de nuestras cabecitas, y este cabeza de chorlito, por muy de chorlito que tenga la cabeza, no bailará al son que le marque nadie, independientemente de que vea la televisión o deje de verla, que esa es otra.

A mí permítanme escoger lo que me hace gracia, y no osen decirme de qué me puedo reír y de qué no, que ya tuve quien me dio una gran lección en ese sentido.

viernes, 19 de octubre de 2007

Gentuza


Normalmente opino que la violencia no es una solución para nada, pero a veces esa convicción pacífica se me nubla ante la tentación de darle dos hostias a alguien. Y es que hay escoria que hace méritos sobrados para recibir puñetazos en la cara hasta escupir los dientes. Tal es el caso de un pseudohumano que se cree artista llamado Guillermo Vargas.


En fin, hoy estoy demasiado cansado, de rabia y de mierda, y no voy a contar nada más. Les ruego que lean esto: La provocación repugnante. O esto otro: ¡Canalla miserable!

jueves, 18 de octubre de 2007

Dos nuevas bajas en Zona de Operaciones


Esta vez ocurrió en Kosovo y se trató de un accidente. Fue el pasado martes alrededor de las 22 horas. El Cabo de Infantería Antonio Jesús Bonilla Ríos, de 24 años y natural de Córdoba, y el Cabo Especialista Francisco Javier Roldán Naranjo, de 34 años y nacido en Las Palmas de Gran Canaria, han fallecido al volcar el vehículo Aníbal en el que viajaban. Además, dos Cabos Primeros resultaron heridos leves.

Estas dos bajas se unen a la sangría que las FAS, y especialmente el Ejército de Tierra, están sufriendo en los últimos meses. Desde el 21 de Febrero, cuando murió la Soldado Idoia Rodríguez Buján, y hasta hoy van once militares fallecidos entre las misiones de Afganistán, Líbano y Kosovo. Once muertos son muchos muertos siempre, pero once muertos entre las filas de un ejército poco numeroso como el nuestro, que además es el ejército de un país que, al menos oficialmente, no está en guerra con nadie, son demasiados.

martes, 16 de octubre de 2007

Porque no te cantaron canciones infantiles, ni te enseñaron a cantarlas



Hoy me daba un imprevisto paseo por la intennés, en una de esas rutas de ciberturismo que se sabe cómo empiezan pero nunca cómo acaban, y he escuchado algo que me ha hecho acordarme de ti. Y de ti. Y también de ti. Y por supuesto que de ti también.

Tienes ya veinticinco años, o treinta y ocho añazos. O puede que cincuenta y cuatro. O quizás tienes ya noventa y seis años, y tu oído agotado tras tantísimo tiempo de servicio como fiel soldado que no se queja empieza a fallarte y no podrás escuchar esto que te regalo, y es que esta entrada no se lee; se escucha.

Para ti, que no tuviste una madre ni una abnegada abuela que te cantara estas canciones. Y nadie te enseñó a cantarlas.

Para ti, que nunca fuiste al colegio donde una profesora guapa de larga trenza morena llamada doña Florinda cantaba y enseñaba a cantar.

Para ti, que tuviste una madre que no quería cantar.

Para ti, que tenías una madre lejana cuyas canciones no podían llegarte.

Para ti, que eras sordo hasta que tus padres pudieron comprar ese audífono que fue el mejor regalo de tu vida.

Para ti, que ya estabas trabajando cuando otros niños de tu edad escuchaban estas canciones.

Para ti, que tu madre muda quiso y no pudo cantarte.

Para ti, que te cantaron y te enseñaron a cantar pero lo has olvidado.

Para ti, que lees este diario de un cabeza de chorlito sin que nadie tenga claro el porqué.

Para mí, porque me gustan las canciones infantiles aunque algunos no lo sepan:




(Sí, Ángel, muy especialmente es para ti, porque tu madre no te cantó estas canciones ni te las cantará, y porque a mí no se me ocurrió hacerlo cuando pude).


lunes, 15 de octubre de 2007

Esos personajes que te encuentras en los chats



Motero36: Hola, Divina. ¿Molesto?

Divina24: No, qué va. Esto está aburridísimo hoy. ¿De dónde eres?

M: De Segovia, ¿y tú?

D: De Valladolid. No estamos demasiado lejos, je je. Oye, ¿y a qué te dedicas?

M: Pues trabajo en el Ayuntamiento. ¿Y tú estudias o curras?

D: Soy peluquera. En el Ayuntamiento, pero, ¿qué haces exactamente? ¿Eres el Alcalde o algo así?

M: Pues no. Soy basurero.

D: Ay, tío, qué guay. Me parece súper emocionante.

M: ¿Ser peluquera?

D: No, lo de ser basurero digo.

M: Pues... no sé qué decirte.

D: Oye, seguro que te encuentras muchas cosas raras en la basura.

M: Bueno, eso sí. Una vez encontré un revólver, un revólver de verdad cargado y todo.

D: ¡Anda, qué guay! ¿Y te lo guardaste para matar a alguien?

M: Je je je, qué cosas dices.

D: En serio, ¿qué hiciste con él? ¿Lo tienes todavía? ¿Me lo podrías enseñar? ¿Me dejarás usarlo?

M: No, lo entregué a la poli.

D: Ah. Vaya.

M: ¿Te gusta tu trabajo?

D: Sí, un poco. Oye, ¿qué más cosas raras has encontrado?

M: Pues no muchas. Hace poco que tengo este trabajo. ¿Tienes novio?

D: No. ¿Te encuentras perros muertos y cosas así?

M: Pues... sí, casi todos los días. Qué cosas más extrañas me preguntas.

D: Ah, cómo mola eso de los perros muertos. ¿Y están enteros, como de muerte natural o van por trozos?

M: Esto... casi siempre enteros. Pero dime, ¿te gustaría encontrar pareja? ¿Qué esperas de esta conversación?

D: No sé. ¿Y alguna vez te has llevado los perros muertos a tu casa?

M: ¿Qué?

D: Bah, nada, cosas mías. Yo tenía un gato, pero lo maté y lo tiré a la basura.

M: Ah, interesante. Muy interesante, de hecho. Y dime, ¿cómo eres?

D: Normal. ¿Te has encontrado algún feto?

M: Caramba, Divina, pues no he tenido esa... suerte. Una vez creí que sí, pero sólo era una muñeca rota.

D: A mí me gusta desmembrar las muñecas.

M: Caray, qué cosas me cuentas. ¿Cómo te llamas? Yo Pedro.

D: María. ¿Y trozos de personas descuartizadas tampoco encuentras?

M: Joder. De momento no. Me estás haciendo unas preguntas rarísimas, María.

D: ¿Te gusta mirar en las bolsas que atraen mucho a las moscas?

M: No, María, no tengo esa curiosidad.

D: A mí sí me gusta. Siempre que paso junto a un contenedor de basuras y veo muchas moscas miro por si hay algo interesante.

M: María, ¿tú has ido alguna vez a un psicólogo?

D: No, ¿por qué?

M: Por nada, mujer, era sólo curiosidad. La misma que no tengo para mirar en las bolsas cubiertas de moscas.

D: A mí me gustan esas que son verdes y brillantes.

M: Sí, bueno, supongo que cada cual tiene sus gustos respecto a las bolsas de basura.

D: No, tonto, yo me refiero a las moscas. A mí me gustaría hacerme un collar de moscas verdes. Son muy bonitas. Y están deliciosas.

M: Ya, vale. Lo tendré en cuenta. En fin, si no te importa me voy a marchar que he quedado con unos amigos.

D: ¿Son basureros también? ¿Ellos han encontrado cadáveres en descomposición? ¿Me los presentarás algún día?

M: Adiós, María.

D: ¿Me das tu dirección de Messenger? Puedo enviarte fotos de cuerpos descuartizados, en serio. Tengo muchas.


(Cinco minutos más tarde).

D: ¿Estás ahí? ¿Por qué no hablas?

D: ¿Ya no me quieres?

D: Tengo una tortuga. Si quieres la mato y la escondo en un contenedor de Segovia para que tú la encuentres.

D: ¿Estás ocupado? Jo, no me contestas.

D: Oye, Ramón o como te llames, ¿quieres acabar en un contenedor para que te encuentren tus compañeros? ¿Te gustaría eso, cabrón?

D: Todos los hombres sois unos cerdos aprovechados y estáis locos. Tendrían que descuartizaros a todos.

D: Eres un hijo de puta y no me creo que seas basurero. Vaya mierda de basurero que no encuentra a gente muerta. Tú lo que eres es un fracasado.

domingo, 14 de octubre de 2007

El Nobel de Literatura se baja los pantalones ante el feminismo



No debe sorprenderme a estas alturas, pero me toca los perendengues.

Ya saben que la última persona galardonada con el Nobel de Literatura es la escritora británica Doris Lessing, y quizá recuerden que no hace mucho les contaba por aquí que ya no leo novelas escritas por mujeres porque apestan. Las novelas, digo (las mujeres según los casos). En el verano del 94, no obstante, aún no se había desarrollado mi olfato lo suficiente para percibir ese hedor y cometí la imprudencia de leer algo de esta señora. La buena terrorista, concretamente se llamaba aquella novela. En ese libro aprendí algo que hoy, trece años y medio después, no he olvidado: que jamás volvería a leer a la Lessing.

Quién me iba a mí a decir que la productora de boñigas literarias llamada Doris Lessing acabaría siendo una premio Nobel. Hay que joderse. Esta señora es de esas escritoras que aun intentando disimularlo no podría ocultar que escribe para mujeres feministas, pero es que además no lo disimula. Y van y le dan el Nobel, tócate la flor.

Me parece que ha llegado el momento de cagarme en esos premios y dejar de tomármelos como cosa seria.

Más cositas al respecto.

Sábanas santas, prepucios divinos, y otras cochinadas




Hoy quiero vomitar un poco acerca de las marranadas a las que tan aficionados son muchos cristianos (y no me salgan con la tontería de que no me atrevería a hacer lo mismo con los musulmanes; sencillamente éstos me la pelan porque me tocan de lejos, y lo que tenía que decir sobre ellos ya está dicho).

Hace unas semanas leí La Sábana Santa ¡vaya timo!, de Félix Ares de Blas, (Laetoli, 2006). Unas 130 páginas de seriedad científica e historia sobre el origen del venerado trapo. Me gustó y me sirvió para requerir la continuación de una interrumpida batalla verbal con un compañero sindonófilo, quien curiosamente no se mostró nada interesado en reanudar nuestra discusión cuando supo que yo me había documentado.

Pero es que ahora ando enfrascado en la lectura de El Fraude de la Sábana Santa y las Reliquias de Cristo, de Juan Eslava Galán, (Planeta, 2004), y me estoy corriendo de gusto. Esta vez son 350 páginas llenitas de ironía a la vez que rigor. Ando sólo por la página 116, pero no me quiero comer las ganas de hablarles ya de este libro, y me voy a permitir fusilarle algún fragmento pasándome el copyright por mi divino prepucio (esto está mal, amiguitos, no lo hagan nunca). Para que vean cómo las gasta el amigo Eslava:

"La fiebre de las reliquias no sólo afectaba a las instituciones. Muchas personas devotas también llevaban consigo, pendientes del cuello o prendidos de la ropa, diminutos relicarios portátiles o filacterias (que no debemos confundir con los amuletos llevados por los paganos con idéntica finalidad protectora, del mismo modo que tampoco confundimos el apostolado de la Iglesia con el proselitismo de las otras religiones o sectas)." (Delicioso párrafo desbordante de ironía y mala baba. Lúcida y elegante la manera de Eslava de relacionar las filacterias con los amuletos y el apostolado con el proselitismo. Me encanta).

"En la sala del Museo del Ejército dedicada a la guerra civil del 36 se veneran los calzoncillos que vestía el capitán Cortés, héroe del santuario de Santa María de la Cabeza, cuando la metralla segó su vida." (Esta frase me ha llamado la atención porque el pobre Cortés es un viejo conocido de este cabeza de chorlito. Hay quien quiso relacionarlo con esas manchas famosas mundialmente conocidas como las Caras de Bélmez).

"¿Quién no conserva un pequeño objeto de la persona amada, un trozo de su cuerpo, un tirabuzón, un diente? El que esto escribe debe confesar que tiene en grandísima estima un plumier que perteneció a Menéndez Pelayo y, sin menospreciar a nadie, no lo cambiaría por la pluma del ala del arcángel san Gabriel que se venera en el santuario de Sangüesa, en Navarra. Por cierto, allí veneran también un sobrante de la tierra que usó Dios para modelar a Adán." (Yo, desde luego, también valoraría más un objeto que perteneció a una persona que ha hecho historia antes que la "pluma de un arcángel"... Mwajajajaja...)

"La falsedad científica de la sindonología es, por otra parte, explícitamente reconocida por uno de los más prestigiosos sindonólogos españoles, Julio Marvizón, quien no tiene reparo en confesar repetidamente (página 34 y nuevamente en la 68 de su libro) que 'los hombres de ciencia que la han estudiado jamás pensaron en subordinar la fe a la razón'. Es decir, que, en todo momento, la fe predominó sobre la razón. Esta apreciación es evidente y no podemos dejar de estar de acuerdo con ella, aunque considerando las firmes convicciones sindonolófilas que Marvizón expone en otros pasajes de su obra, nos asalta la duda de si el autor habrá querido decir justamente lo contrario de lo que dice. Redactado de este otro modo: `jamás pensaron subordinar la razón a la fe', parece que su texto se ajustaría mejor al pensamiento del autor. Aunque, por otra parte, si lo dice dos veces, y con las mismas palabras, será porque está plenamente convencido de ello. O quizá sea que el subconsciente lo traiciona. No sé." (Juas, juas, juas... Leña a Marvizón).
Pues ya está, sólo era eso. Lean este libro si son aficionados a desentrañar misterios y verán que, otra vez más, los misterios no son tan misteriosos como parecen, o como algunos quieren que parezcan.

viernes, 12 de octubre de 2007

Segismundo Pedorretas. (O la historia del psicópata Serpiente)


No entiendo a qué viene todo este cirio que están montando por el asunto del Pedorretas. De verdad que no entiendo tanto interés por ese desgraciao, pero ya que me preguntan con esa insistencia, y teniendo en cuenta que estoy detenido y esposado, creo que será buena idea que vaya desembuchando lo que sé, que tampoco es mucho.

Al Segis lo conocí hace unos tres años, cuando salí de la cárcel. Perdón, ¿me puede repetir la pregunta? Ah, no, no lo conocía de antes, me lo encontré al salir del chiquero. La segunda vez que salía, ya les digo que fue hará cosa de tres años. De mi primera salida carcelaria hace ya más de cinco. Joder, cómo pasa el tiempo.

Que sí, que sí, que me centro. A mí no me esperaba nadie a la salida de la cárcel. Nada de esa mierda del viejo amigo que viene a recogernos a la puerta, ni unos padres que lloriquean ni hostias. Todo eso es mierda peliculera o cosas de ricos. A mí sólo me esperaba la calle desierta y muchas oportunidades para ser un hombre nuevo.

Me encontré al Segis jugando con un perrito en un descampado. Enseguida me di cuenta de que era uno de esos críos que la gente bien llaman retrasados, pero que ustedes y yo sabemos que se llaman putos subnormales de mierda. Me lo follé porque él quiso. Anda que no son guarros los críos así. Y además en la cárcel uno se aficiona a eso de meterla en el culo. Yo se la chupé, para tenerlo contento y caerle bien, pero cuando le dije que se viniera conmigo para buscar aventuras y ser mi amigo me dijo que su amigo era el perrito ese mierdoso con el que estaba jugando. El muy maricón. Cogí un buen pedrusco y le aplasté la cabeza al perro. El Segis se quedó mirándolo, con más cara de bobo de la que tiene normalmente y metiéndose el dedo en la nariz. Hostias, qué asco me daba con esa puta manía de meterse el dedo en la napia. Le di un buen sopapo, por guarro y para que aprendiera quién mandaba allí. Y le dije "ahora ya no tienes amigos, así que te vienes conmigo". Y se vino.

Yo no sabía que lo estaban buscando, de verdad. ¿Cómo cojones iba a pensar que alguien buscaba a ese pedazo de carne con ojos? Joder, hay gente pa to.

Me preguntó mi nombre y le dije que me llamo Serpiente. Es una tontería, ya lo sé, pero en la cárcel había un tío al que llamábamos así. El Serpiente era el puto amo, tíos. Los funcionacas le tenían miedo, que yo se lo notaba en los ojos. A mí me gustaría ser como el Serpiente, así que le dije al Segis que mi nombre era Serpiente, y él me dijo que se llamaba Segismundo pero que le decían El Pedorretas porque siempre se tiraba pedos, el muy guarro, todo el día con el dedo en la napia y pegándose cuescos. Que asco de crío, por dios.

¿Qué? Yo qué coño iba a saber su edad, si todos los mongolos son iguales y parece que no se hacen viejos. Y aunque tengan cuarenta tacos es como si fueran críos. Pues bueno, tendría trece años, pero porque usted me lo dice. Yo le habría echado unos quince. Y pelos en los huevos ya tenía, no me jodáis.

A mí me molaba el Pedorretas porque me hacía caso en todo. En mis pandillas yo era siempre el mandao, el donnadie, el soldao raso. Pero con el Segis me sentía el jefe, tíos, de verdad. Ese marica subnormal era muy obediente, y si yo me emborrachaba con el tinto y no trempaba bien el mariconazo del Segis me la chupaba durante una hora si hacía falta, hasta que me corriera o hasta que le diera dos hostias por no saber chuparla como dios manda. Estos aprenden así, a pura hostia, porque no tienen la cabeza en condiciones y no pueden aprender de otra manera.

Tenía sus cosas buenas, el cabrón del Pedorretas. Yo he violao a muchas guarras, pero siempre era el último, cuando los otros acababan. Pero con el Segis era diferente. Él no me metía prisa ni se me adelantaba, sólo se las follaba cuando yo se las pasaba. La primera vez lo tuve que enseñar a hacerlo. No tenía ni idea, ya les digo que era maricón. Je, je, je... el bueno del Segis.

¿Cómo dice? ¡Anda, pues claro! En los robos era él el que se jugaba el pellejo, porque yo era la cabeza pensante, tíos. La puta cabeza pensante, el cerebro del equipo, tíos. Yo no podía arriesgarme. La cabeza de la serpiente piensa, maderos, y es muy valiosa. Pero no os creáis que era fácil hacer mi trabajo. Una polla. El subnormal del Pedorretas no inspiraba respeto y le tuve que sacar las castañas del fuego más de una vez. Tíos, el respeto es importante. Yo os respeto un huevo, porque vosotros limpiáis la sociedad de crímenes y delincuencia y mierda. Se están perdiendo los valores, tíos. El respeto es un valor importante, y el Segismundo no imponía respeto con su cara de mongolo y se reían de él. A mí eso me jode mucho, tíos. No soporto que se rían de los demás, de la gente que es inferior. Entonces intervenía yo, tíos, aparecía en escena la serpiente. Todo dios se cagaba. Yo impongo mucho respeto porque soy una persona con valores.

¿Qué? Ah, sí, eso. No, era el Segis el que mataba a la gente. Ese maricón tenía la mano rápida para la navaja. Era un puto asesino.

Mirad, a mí me suda la polla lo que digan los testigos, que son todos unos hijoputas sin valores. Yo no le clavé la navaja a nadie, ojalá el Segis estuviera vivo, porque entonces él podría confesar sus crímenes.

Señor madero, si usted me repite la pregunta más alto a lo mejor la entiendo... Vaaaale, tampoco hay que gritar, hostias, que estamos entre caballeros. Pues no, yo de eso no sé nada. Me cansé del Pedorretas y nos separamos hace como dos semanas. Si ahora lo habéis encontrao con la cabeza machacá como la de aquel perrito pues vosotros sabréis. Yo no sé nada.

¿Que ustedes no han dicho nada de cabezas machacadas? Ah, pues... no sé, será que estaba pensando en lo del perrito. ¿Saben?, me dio mucha pena cuando vi al Segis aplastarle la cabeza a aquel pobre perrito. Ese marica era un cabrón peligroso. Es bueno que esté muerto.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Algo bastante ñukitreable


Hoy estoy tiernito. Días que tiene uno.


A mí me gustaría contar el por qué, pero no puedo. O no quiero. O no debo.

Hoy es uno de esos días en los que el sol brilla con más intensidad, y los pajaritos cantan, y las pesadillas parecen menos aterradoras, y el optimismo me sale por las orejas, y doy asco de tan cursi como me estoy poniendo.

Bueno, aquí les dejo una cancioncita de la Stefan, porque me encanta cómo suena y porque quiero que alguien me quiera como cuenta la canción:




NO PRETENDO (Gloria Estefan)

No pretendo ser la gota
que derrama tu silencio,
ni pretendo ser la nota
que se escape en tu lamento.
No pretendo ser la huella
que se deja en tu camino,
ni pretendo ser aquella
que se cruza en tu destino.
Sólo quiero descubrirme
tras la luz de tu sonrisa,
ser el bálsamo que alivia
tus tristezas en la vida.
Sólo quiero ser la calma
que se escurre en tus desvelos,
ser el sueño en que descansa
la razón de tus anhelos.

Simplemente es el amor
cuando ha roto sus cadenas
para darte el corazón.
No pretendo ser tu dueña.

No pretendo ser la llama
donde enciendes tus pasiones,
ni pretendo ser la espada
que atraviese tus errores.

No pretendo ser el aire
que respiras en la noche,
ni pretendo ser la carne
que destila tus derroches.

Sólo quiero ser la mano
que se tiende en el quebranto,
ser un poco ese remanso
donde muere el desengaño.

Sólo quiero ser la estrella
que se engarza en tu mirada,
la caricia que se entrega
sin razón y sin palabras.

Simplemente es el amor
que ha encontrado su camino
para darte mi ilusión.
No pretendo hacerte mío.

Simplemente es el amor...


(Gracias por la canción, Paola).

lunes, 8 de octubre de 2007

Eh, tú


Eh, oye, tú. Sí, sí, es a ti, no mires a otro lado.


Me tienes harto. La escoria como tú me hace desear que el Sol de apague, que un meteorito enorme nos funda los plomos, que exista ese dios cabrito que se ponga el mundo por montera y nos liquide para empezar otra vez tras borrón y cuenta nueva.

No quiero más mentiras, ni psicópatas a mi lado, ni idiotas idiotizantes que me digan por televisión lo que tengo que pensar, ni idiotas idiotizados que hablan de fútbol porque nada más les interesa.

No puedo soportar que un conductor llamado Alonso sea ídolo de adolescentes que no saben que probablemente están vivos gracias a unos tales Fleming, Pasteur, Jenner...

Me pongo enfermo de rabia y pena cuando veo a tanta niñita mona cuya máxima aspiración en la vida es desfilar en una pasarela de modelos, y a poder ser casarse con un Beckham, insigne personaje famoso por chutar balones con cierta habilidad.

Sufro ataques de risa floja cada vez que tú, y tantos como tú, me decís orgullosos que os presentáis a una prueba de selección para participar en un Reality Show, ese clase de programa televisivo donde unos mostráis vuestras miserias y otros las disfrutan.

Vomito bilis y mierda cada vez que constato que un coche caro y llamativo suple una personalidad interesante y definida.

Se me ponen tiesos los pelillos, mujer, cada vez que pienso en cómo te has abierto camino en la vida abriéndote de piernas.

La piel de gallina se me pone, hombre, al descubrir que das más valor a tus músculos que a tu cerebro. Y aún me erizo más pensando que ellas te dan la razón.

Me espanta ver que te saltas muchas páginas del periódico para concentrarte en las deportivas, y que luego te recreas en el horóscopo, sin olvidar un rápido vistazo a los anuncios por palabras y su puterío.

Me río de, y me cago en, (una y mil veces): tus tatuajes, tus piercings, tu ropa estrafalaria y carísima, tus cortes de pelo ridículos, insuficientes recursos todos de la persona vacía que eres y que no sabes cómo enmascarar.

Caigo víctima de la más deshidratante diarrea cuando tu estreñimiento mental te obliga a tomarte en serio programas como Cuarto Milenio, y me aterra, aunque a ti te alegre, que se una a la fiesta de la sinrazón el amigo Javi Sierra.

Miro al fondo de tus ojos, soplapollas, y no lo encuentro, tontarra. Tus ojos no pueden tener fondo porque son sólo superficie, ¡cagamandurrias!

Así que llego a casa desolado, entro y le doy dos vueltas a la llave de la puerta blindada, para asegurarme de que tu mundo no se infiltra en el mío. Luego cojo en brazos a mi gato Gusifluky, lo escucho ronronear, y le busco el fondo de sus ojos. Y tampoco se lo encuentro, de tan profundo que es, al menos para el examen de alguien acostumbrado a ver sólo superficies.

Y mientras sostengo a Gusi acerco mi cara a la suya y le digo bajito: rrrrrrrrrrrrr...

"Nos tenemos el uno al otro", me gusta pensar que entiende él.

viernes, 5 de octubre de 2007

Coleccionistas defraudados


(NOTA IMPORTANTE: A tenor de la última información recibida gracias al autor de un comentario, Nacho G., y tras varias llamadas telefónicas efectuadas por mí, advierto que toda opinión vertida en esta entrada está en cuarentena. Es más, me temo que he metido la pata bien al fondo. Casualmente este texto es de los que más visitas atraen a mi bitácora, de ahí mi interés por rectificar cuanto haya que restificar, no sea que en mi interés por evitar que ustedes sean engañados resulte que los estoy engañando yo a ustedes. Mientras hago unas comprobaciones, por favor, no tengan un cuenta nada de lo que digo aquí. Llegado el momento reeditaré esta entrada con las aclaraciones pertinentes, e incluso puede que publique otra para desdecirme).

Me enteré anoche y esta mañana no me he podido callar, aunque eso me convirtiera en el portador de malas noticias. No es que yo disfrute desengañando a la gente, pero mejor que se desengañen antes que tarde.

En el sitio donde trabajo trabajan también unos cuantos cocineros y pinches a los que les ha dado por recolectar los tapones de plástico de las botellas de agua, y han puesto una bandeja para que los comensales (cientos algunos días) depositen voluntariamente los taponcitos. Cuando reúnan 7000 tapones --creo que me dijeron 7000 KILOS de tapones, pero prefiero pensar que es una mala jugada de mi memoria-- alguien o algo no identificado donará una sillita de ruedas a algún sitio tampoco especificado del que sólo se sabe que la necesitan urgentemente. Pobres ilusos.

¿Tapones de plástico prácticamente sin valor? ¿Silla de ruedas? ¿Donación? ¿De qué cojones va todo esto? Lo he visto hacer con los tiradores para abrir latas de cerveza o refresco, y también con los plastiquitos que envuelven los paquetes de cigarrillos, incluso cuando era niño colaboré afanosamente en alguna de esas locuras. Seguramente muchos de ustedes conozcan más casos similares, como quizá reunir nueve millones de toneladas de guano de gaviota a cambio de las cuales obtendrán un ejemplar de Caballo de Troya firmado por el mismísimo J. J. Benítez.

Todos los casos tienen algo en común: son mentira. Y eso mismo le he comunicado hoy a los cocineros, con la idea de que es mejor desengañarlos ahora que dentro de unos meses, cuando hayan terminado su irracional labor de recolección de inutilidades. A pesar de mi buena intención ha habido suspicacias e interrogatorios acerca de mi afirmación, y es una pena que no muestren el mismo sentido crítico a la hora de ponerse a recolectar tapones como idiotas.

El amigo que anoche me puso al tanto del asunto afirmó que, aunque no sirva para nada la absurda recolección de tapones, tampoco hace daño a nadie. En mi opinión mi amigo se equivoca rotundamente. Claro que hace daño.

Esta clase de estafas apelan a nuestro ego más que a nuestra solidaridad. Nos hablan de una silla de ruedas --¡una única silla de ruedas!-- que será donada a algún centro de beneficencia donde hace mucha falta, como si esa única silla fuera a arreglar el mundo, y somos tan gilipollas que nos lo creemos. Además, no nos atacan donde duele, que es el bolsillo, sino que nos piden algo tan sencillo y tan barato como reunir desechos sin valor, por una causa justa, noble, solidaria. Vamos, que te ganas un cachito de Cielo sin invertir nada, ¿quién puede negarse a ser un Robin Hood a precio tan tirado? Oh, voy a ser bueno, voy a tranquilizar mi conciencia dejando este inservible tapón en una bandeja. Qué buena gente soy, qué solidario, qué orgulloso estoy de mí mismo.

Pues no, tú eres simplemente... eso, un simple.

¿Qué tal si te haces unas pocas preguntas? Por ejemplo: ¿quién dona y a quién? "Uy, pues no sé, pero alguien será." ¿Por qué lo hace? "Pues porque los tiradores de las latas de refresco (o los tapones de las botellas de agua, o lo que sea) están hechos de un material valioso y es rentable su reciclaje". En ese caso, ¿por qué no te pagan directamente por ello en lugar de hacer la pamplina de la donación a centro benéfico y por qué no les vale la lata completa, que está hecha del mismo material que la anilla para abrirla? "Pues..., yo qué sé, esto quien lo sabe bien es una amiga del primo de un vecino de mi abuela". Y así podríamos seguir un rato más.

Más tarde o más temprano llega el desengaño, que ocurrirá cuando intentas determinar a quién llevarle tu montón de porquería y por más que preguntas no encuentras a quién, o lo que es más humillante, te dan el nombre de una empresa privada, te pones en contacto con esa empresa, ilusionado y esperando agradecimiento, y te encuentras una respuesta como ésta: "Lo siento, es usted la quinta persona que nos pregunta por ese asunto durante la semana, y la decimocuarta en lo que llevamos de mes. Desde Recauchutados Gaspar S. L. sólo podemos decirle que no sabemos nada de sillas de ruedas y que no estamos interesados en los dos millones de mondadientes usados que usted, tan amablemente, nos ofrece".

Entonces nos encontramos el amor propio bastante tocado, y la vergüenza de tener que dar explicaciones a los cientos de personas a las que convencimos para colaborar en nuestra absurda cruzada. Así que, sí, estas leyendas urbanas acaban haciendo daño.

Quiero pensar que el Lunes ya no estará esa bandeja llena de tapones en el comedor, y si me acuerdo haré por enterarme. Tal vez me haya ganado la antipatía eterna de los cocineros, pero espero que sirva de algo. El Lunes veremos, de momento no me atrevo a hacer apuestas, que esto es Cádiz, y como los propios gaditanos dicen orgullosos: "Esto es Cai y aquí hay que mamar".


Para más información sobre leyendas urbanas y esas molestas cadenas que van pasando de boca en boca (o de mail en mail) les sugiero la página web Rompecadenas y los libros de Jan Harold Brunvand. Ustedes los disfruten.


ACTUALIZACIÓN (8 de Octubre de 2007, Lunes): Lo que son las cosas... No me he enterado de si sigue en el comedor la bandeja de los tapones, pero sí de quién es la persona que introdujo el bulo en la cocina de mi centro de trabajo. Se trata de un compañero que trabaja a apenas unos metros de mí, casualidades de la vida. A él le transmitió el bulo su profesor de baile, un cubano que enseña a mover el body a ritmo de salsa.

Lo más curioso es que, hace meses, ese mismo maestro danzarín convenció a mi compañero de que Fidel Castro había muerto... y que la noticia se la había filtrado un agente secreto cubano. Los bailarines es que están muy bien relacionados.

Con tales antecedentes en la fidedigna información del bailarín salsero ya me dirán ustedes lo que cabe esperar.

En fin, he sacado del error a mi compi, que se ha mostrado pesaroso porque, según afirma, también había convencido a un McDonald´s y a varios restaurantes de su pueblo para que lo secundaran en la colecta de tapones.

También debo decir que hace un par de años este compañero me quiso convencer de que el programa Google Maps permitía ver imágenes en tiempo real, y ante mi escepticismo me aseguró que había hecho la prueba saludando a su padre desde la piscina, mientras el otro lo veía en el monitor a través de algún satélite.

En vista de lo cual les sugiero que si quieren hacer algo útil con los tapones de plástico y con otros residuos, lo hagan usando los contenedores que hay en casi todas partes para discriminar diferentes materiales y así contribuir a su aprovechamiento lo más cívicamente posible.

Y hasta esto, me temo, es discutible.

martes, 2 de octubre de 2007

Azra



Acabo de desempolvar el diario que escribí durante parte de mi participación en la misión SFOR (Fuerzas de Estabilización de la OTAN). Qué recuerdos...

Me he ido a buscar el día en que aterricé a bordo de un C-130 Hércules en la Base Europa, Cuartel General de la División Salamandra, de jefatura francesa y situada en Mostar (Bosnia). Esa entrada del diario, correspondiente al Viernes 20 de Abril de 2001 es escueta, como casi todas las que escribí, y dice así:


Día D+2.
2ª Rotación.
Yo vuelo a Mostar A/P.
A las 5 en pie.
A las 6 en acto. "La Rubia".
A las 6'15 desayuno.
A las 6´45 bus a Villanubla.
A las 7´15 llegada a Villanubla.
A las 8´20 despegue a Mostar.
A las 12 aterrizaje en Mostar.
Alojamiento provisional con Cb1º Pascual, Cb1º Velarde y Cb Correiya.
A las 15`30 hacemos tarjetas de identificación SFOR.
A las 16 nos entregan 500 DM, (adelanto Mayo).
A continuación toma de contacto con mi trabajo.
En la cena veo al Capitán Santoyo, "aquí te pillo aquí te follo". Sigue mascando chicle compulsivamente, eso no ha cambiado desde el año 1994.

Eso cuenta la entrada correspondiente al 20 de Abril. Pero yo, mientras esta tarde la leía, no dejaba de pensar en lo mucho que calla. Mi diario en Zona de Operaciones habla poco y silencia mucho por razones que comprenderán. Ha pasado mucho tiempo y, lo que es más importante, mis circunstancias personales han cambiado hasta ser irreconocibles. Por eso hoy voy a contar lo que callé aquel 20 de Abril.

La temperatura en Mostar era algo más fría que en la recién abandonada Valladolid, donde había pasado el último mes y medio. El día se presentaba nublado pero no lluvioso. Los novatos como yo en misiones en el extranjero íbamos con los ojos muy abiertos, sin perder detalle de las muchas novedades que encontrábamos a nuestro alrededor con un ojo, mientras que con el otro no perdíamos de vista a los veteranos con la intención de imitarlos, (para Pascual era por entonces su quinta misión fuera de nuestras fronteras, y la tercera en Mostar. Hace poco lo vi en un telediario, a la vuelta de Afganistán, y pensé que su mujer necesita un amante, si es que no se han separado ya).

Poco después de desembarcar del Hércules nos hicieron formar. Fue entonces cuando la vi, surrealista con aquel vestido rojo estampado de flores amarillas y muy ceñido, su pelo rubio y su sonrisa de bienvenida (aquella sonrisa suya que no mostraba los dientes), todo fuera de lugar entre los uniformes miméticos, entre tanto muchachote moreno y entre tanto gesto adusto. Pensé alguna locura sobre diosas que guían a los guerreros en el combate. Cuando rompimos filas la diosa se lanzó a abrazar y besar a los viejos conocidos que repetían misión en Bosnia, y yo los envidié mucho.

Luego supe que se llamaba Azra y que era una de las dobras (mujeres) que trabajaban en la cantina española de la Base Europa. Tenía veintidós o veintitrés años, los ojos azules y esa belleza esbelta y rubia que vemos en tantas modelos centroeuropeas. Aunque natural de Mostar --de la parte musulmana de Mostar, para más señas-- hablaba un español casi sin acento y con un vocabulario que ya lo quisieran muchos españoles. Es curiosa la facilidad de esta gente para aprender nuestro idioma. Recuerdo haber conocido a una empleada de gasolinera en algún lugar de Bosnia que me atendió en correcto castellano, y ante mi sorpresa me explicó que lo había aprendido... ¡viendo culebrones sudamericanos en versión original subtitulados a su lengua!

Azra era una chica inquieta, juerguista y manipuladora, pero con buen corazón. Parte de su tiempo libre lo dedicaba a salir con guardias civiles españoles para entregar ayuda humanitaria extraoficial y hacerles de intérprete voluntaria. En relación con esto puedo contar una de las anécdotas más extrañas que he vivido en mi vida: la ocasión en que una patrulla de la Guardia Civil me recogió para llevarme a una cita con una chica. Pero no perdamos el hilo.

Durante mis tres primeros meses en Bosnia Azra y yo nos ignoramos todo lo que pudimos. A mí me revientan las damas que van de guapas por la vida y están coqueteando constantemente; no son de fiar. A ella, supongo, no le gustaba mi manera fría, educadamente distante, de pedirle el café por favor y darle las gracias sin piropearla y sin la menor galantería jamás. Hasta que una tarde, con la cantina casi desierta, Azra me puso el café con muy mala leche, derramando parte incluso. Después me miró furiosa y gritó: "¡KOWALSKI! ¿POR QUÉ ME ODIAS?" Y yo, claro, supe que acababa de nacer una interesante amistad que haría más entretenido el tiempo que me quedaba allí.

Azra me dio algunos disgustos. Procuro pasar desapercibido, y los numeritos públicos no me gustan nada, menos aún en presencia de mis superiores jerárquicos, pero Azra era una dramática incorregible y alguna vez me la jugó, como cuando el incidente de Henar:

La Soldado Henar Domínguez y este menda nos llevábamos muy bien. Heni era una Soldado formal, inteligente, veterana, con buena fama entre sus jefes. Me caen bien las mujeres militares así, que son las menos. Henar y yo a veces compartíamos unos cafés, y a Azra eso la mortificaba. Una vez prácticamente nos tiró el café sobre los uniformes, y Henar, chica discreta, decidió marcharse. Entonces Azra, convertida en una arpía, me soltó la siguiente lindeza mientras hacía el gesto de estrangular: "¡SI VIENES OTRA VEZ CON ESA BRUJA FEA LA MATO! ¿ME OYES, KOWALSKI? ¡LA MATO CON MIS PROPIAS MANOS!" Sí, Azra también aprendía español con los culebrones y era muy teatrera, pero lo peor es que estaban presentes varios de mis jefes y fuimos la comidilla durante unos días.

Pascual, cuando se refería a Azra la llamaba Sindy. Era una broma muy cruel. Sindy quería decir... sin dientes. La dentadura superior de Azra era una chapuza reconstructiva, una cosa hecha de alguna masilla, como un único diente que abarcaba toda la mandíbula. Por eso nunca separaba los labios al sonreír. Por eso nunca reía a carcajadas. No me gustaba que la llamaran Sindy. Nunca supe a qué se debía aquel desaguisado. O sea, la reconstrucción chapucera fue porque durante la guerra no había mejor solución, e imagino que terminada ésta lo que no habría es dinero para un buen dentista, si es que había dentistas. Lo que no supe es por qué Azra había perdido los dientes. Unos decían que tuvo que ver con las violaciones en masa que fueron habituales durante aquella guerra, y otros decían que fue producto del cerco que la parte musulmana de Mostar sufrió por los croatas, durante el cual los musulmanes de Mostar tuvieron que alimentarse con delicias como cortezas de árboles. Yo no lo sé, ni quise preguntarle a Azra. La ignorancia en según qué cosas es muy recomendable.

Una de las pocas tardes que pude dar una vuelta por Mostar, en plan turista de uniforme, nos citamos Azra y yo. Las normas decían que los miembros de SFOR debíamos ir por la ciudad en parejas al menos, y los lugareños no contaban. En fin, me pasé la norma por el Arco del Triunfo. Además, Azra estaba muy bien relacionada en Mostar, tanto en la parte musulmana como en la croata, por lo tanto ir con ella me otorgaba más invulnerabilidad que ir escoltado por una compañía de fusileros. Cuando llegué al recibidor del hotel Eros, Azra no estaba esperándome. No saquen conclusiones precipitadas, lo de citarnos en el hotel es porque tenía el mejor bar de la zona. No pensábamos hacer uso de las habitaciones, en serio. Pero Azra me había dado plantón. Malhumorado, más solo que la una y algo acojonado (los crotas nos la tenían jurada desde que unos meses antes se les intervino un banco que financiaba un partido político extremista afín a sus intereses, de hecho unos días antes de mi llegada a Mostar la cosa había llegado a estar muy fea), comencé a caminar por esa ciudad desconocida en busca de un taxi que me llevara de vuelta a la Base. Debía de ser Julio y era una tarde calurosa y muy soleada. Afortunadamente para mí había poca gente en la calle. Y entonces sucedió.

Una Patrol de la Guardia Civil se cruzó conmigo y sus ocupantes me saludaron. Les devolví el saludo llevando la diestra al ala del chambergo y siguieron su camino, y yo el mío. Al cabo de unos segundos me abordaban junto a la acera:

--¿Kowalski?

--Sí, soy yo.

--Sube, que te llevamos.

--¿A la Base?

--No, hombre. Te está esperando Azra.

De camino al hotel Eros, otra vez, el guardia civil más joven de los cuatro me explicó que habían estado entregando comida en un hospicio de un pueblo lejano, por eso el retraso de Azra. Cuando la dejaron en el hotel y vieron que yo no estaba supusieron lo que había ocurrido, así que se lanzaron a mi busca y captura. Grandes, estos guardias civiles. Y más grandes teniendo en cuenta que quien me daba explicaciones, como supe tiempo después, estaba medio enamorado de Azra. Grandes, grandes y nobles guardias civiles.

Lo que empezó tan mal acabó siendo una tarde de paseo por Mostar, especialmente por la parte crota, ya que en la musulmana no podíamos pedir cubatas. Aprendí algunas cosas, y me sorprendió descubrir que Azra era algo así como una mujer famosa en la zona y tratada reverencialmente --no me pregunten por qué; nunca lo supe--, y cuando tiempo después me vi en cierto apuro --que no contaré en esta entrada--, de nuevo solito, había quien me recordaba como el acompañante de Azra y me ofrecieron coche, chófer y protección, gratis, naturalmente, los amigos de Azra son nuestros amigos y bla bla bla... Pa mear y no echar gota.

Aquella tarde Azra me habló de su hermano y de un collar que él le había regalado por su cumpleaños, me contó también que se había roto ese collar y que mandó a su hermano a una joyería para que lo repararan, y que fue durante ese encargo cuando una granada de mortero cayó en la carretera junto al coche de su hermano y lo mató. Me habló de su sentimiento de culpa. Luego me contó que tenía un tumor en el pecho y que le quedaban unos pocos años, con suerte. Creo que acabamos abrazados y llorando juntos, pero no sé si había más ficción que verdad o a la inversa, ya les dije que era algo teatrera y manipuladora.

Azrita y yo mantuvimos contacto telefónico algún tiempo, hasta que en uno de mis episodios de ira alcohólica estrellé el teléfono móvil y me quedé sin su número. Ella tampoco volvió a llamarme.

Desde entonces, cada vez que un compañero vuelve de Mostar pregunto por ella. Ha sido el Regimiento en el que estoy destinado, precisamente, la última Unidad española que pasará por ese lugar. A día de hoy nadie ha sabido darme razón de su existencia.

Igual la echaron, por díscola y conflictiva. O se buscó un trabajo mejor. O uno de esos oficiales que tanto la baboseaban se ha puesto serio, se ha casado con ella y se la ha traído a España, donde un buen dentista le ha devuelto la risa a Azra.

Yo no sé lo que ha pasado, pero cualquier otra opción me parece inadmisible.

Un fuerte abrazo, Azrita.