Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

viernes, 19 de julio de 2013

Algo que TÚ no vas a comprender


   Maldita sea mi estampa, qué abandonado tengo esto. ¿Y ahora cómo ponerme al día y hablar de Pergañuky, del refugio Kimba, de Zitruky, de las mariquitas que resultaron ser chinches, de la defunción de Kika, del gusano de seda que se fugó y medio año más tarde apareció en una lámpara convertido en ceniza, y de tantos y tantos otros recuerdos cotidianos que sin tener nada de especiales son para mí distinguidísimos, y que ya permanecerán por siempre como parásitos que lastran otras vivencias? No, tampoco seamos tan drásticos: mientras pueda recordar podré escribir, y quizá todo tenga su momento para ser contado, aunque sea a destiempo.

   Ahora lo que urge, lo que me lleva a publicar una nueva entrada, es algo que presencié ayer y que debo evacuar antes de que se corrompa mezclándose con otros recuerdos o se deforme por el inexorable fluir de la clepsidra. ("El inexorable fluir de la clepsidra", expresión cursi que yo no usaría jamás si aspirara a ser tomado en serio como escritor y que desaconsejo a todo lector de DCC):

   Ayer tuve que hacer unas compras en cierta ferretería sita en determinada ciudad costera de un corrupto país europeo. No daré más datos, salvo que la ciudad se llama Chiclana. De la Frontera, además. Yo estaba allí, apoyado en el mostrador, absorto en una carpeta que contenía arcanos mensajes como "papel lija 180 de agua", o "cerradura con varillas de muestra, si no la tienen traer muestra", o "punta magnética S/M (¡ojo! medidas exactas)", o "llaves Allen de 3, 4 y 5 mm 2 de cada", entre otros numerosos misterios. Mientras el dependiente y yo pugnábamos por desvelar tan crípticos códigos llegaron otros clientes que se situaron a mi izquierda. No presté atención a los recién llegados porque aquella carpeta requería la plena atención de las siete neuronas que no tengo de permiso en julio, pero creí percibir por el rabillo del ojo que se trataba de un señor y de una señorita.

   Y seguí a lo mío. Hasta que los ronquidos me lo impidieron.

   Aquel tipo, aquel nuevo cliente que esperaba a que terminara yo para ser atendido él, roncaba. Roncaba sin dormir, el tío. Cada varias inspiraciones hacía algo como JJJJRRRRRR... Pero eso no era todo, no. Lo más curioso  es que cada vez que el señor emitía ese sonido, la joven que lo acompañaba repetía a un volumen más fuerte algo como JJJJRRRRRRGGGRRÑÑÑRRRRJJJJ. Pónganse en mi situación: mis siete neuronas centradas en desentrañar criptogramas como "cajonera de tres como la que tiene chapa pero sin agarre trasero si no la tienen  preguntar posibilidad de pedirla" mientras una pareja ronca a mi lado de manera acompasada. La cosa era algo así:

YO: ¿Y tuercas del quince tienen o no tienen?

DEPENDIENTE: Pues tendría que mirarlo, porque...

SEÑOR: JJJRRRR...

SEÑORITA: JJJJJJRRRRRGGGGÑÑÑÑÑÑRRRJJJ...

DEPENDIENTE: ...esas tuercas ya no se fabrican.

YO: Pero hombre de dios, esas tuercas son absolutamente necesarias para poder cicutriñar el gocalipondrio...

SEÑOR: JJJJRRRR...

SEÑORITA: JJJRRRGGGGÑÑÑÑRRJJJJ...

YO: ...y deben de seguir fabricándose porque yo mismo hablé ayer con el fabricante y me dijo que...

SEÑOR: JJJRRRRRR...

SEÑORITA: JJJJJJRRRRGGGGÑÑÑÑÑRRJJJ...

YO: ...esas tuercas se podían adquirir en cualquier parte.

DEPENDIENTE: Ah, bueno, si usted habló con el fabricante, eso ya es otra cosa. ¡Haber empezado por ahí!

SEÑOR: JJJRRRR...

SEÑORITA: JJJJJJJJJRRRRRGGGÑÑÑÑÑRRJJJ...

   Y así andábamos cuando ya no puede resistir más y me dejé llevar por la curiosidad. Giré mi cabeza hacia la izquierda, y entonces por fin lo entendí todo.

   El hombre era un tipo normal: cuarentón, flaco, con alguna clase de disnea. La chica que lo acompañaba debía de ser su hija. También era una chica normal: veinteañera, con síndrome de Down y  con alguna clase de ecopraxia o ecolalia. La chica imitaba a su padre, simplemente. Exactamente igual a todos los niños, que tienden a emular a sus padres. Nadie debe de haberle explicado -o se lo han explicado pero no lo ha comprendido- que los defectos no deben ser imitados.

   Nadie ha logrado arruinar su inocencia.

   Ella sigue pensando que su padre es lo más grande y que lo que otros consideran defectos, para ella siguen siendo virtudes dignas de imitación. Y me parece bien.

   Y dentro de veinte o cincuenta años me los quiero encontrar de nuevo, quizás en el cine:

YO: Dos entradas para "Dios ha muerto sin que ni la Virgen lo llore", para la sesión de las 22:15.

SEÑOR: JJJRRRR...

SEÑORITA: JJJJJJRRRRRGGGÑÑÑRRJJJ...

TAQUILLERA:  ¿Con gafas 3-D o las trae de casa?

   Y no, no le des más vueltas, porque TÚ no vas entender la poesía, ni mucho menos los sentimientos que hay en este texto.