Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

martes, 31 de julio de 2007

El padre Fortea y sus payasadas


No sé si he comentado alguna vez que siento una extraña admiración hacia los sacerdotes. Es verdad, a pesar de mi ateísmo recalcitrante. Yo pienso que debe de ser porque aún quedan en mí atavismos de mi niñez católica, pero no sé, también puede ser porque me fascina la gente con ideales a los que no traiciona.

Por la vida que he llevado desde hace dieciséis años (coño, justo ya la mitad de mi existencia) me he visto casi siempre sin televisores a mano, y cuando los tuve prefería gastar mi tiempo en cosas de más provecho, como matarme a pajas o salir a emborracharme en algún oscuro local donde pudiera conocer a una golfa que me comería la polla. Cada uno tiene sus preferencias, y las mías, disculpen la falta de modestia, me parecen más nobles que esperar el último episodio del culebrón de turno o el siguiente programa "Aquí hay tomate, guate", o como se llame. Como resultas de esto he estado bastante al margen de ciertos acontecimientos, porque ni tenía acceso a Internet, ni sabía usar un ordenador, ni escuchaba la radio, ni compraba periódicos. Un desinformado total, y tan feliz, oigan. O sea, que no sabía hasta hace bien poco quién es ese exorcista y showman llamado Fortea Cucurull.

Pero ahora sí que lo sé.

Empecé a leer su blog, y hasta se me ocurrió comentar en él (desdichado atrevimiento que no recomiendo a nadie a menos que quiera llenar su blog de perturbados y meapilas fundamentalistas como los que abundan en el blog del ínclito Fortea). Mientras tanto también tuve los santos cojones de leer el capítulo llamado "El Exorcismo de Marta", del libro esotérico-religioso titulado "Summa Daemoniaca", cuyo autor es el mencionado Fortea. No voy a recomendarles la lectura, y mucho menos la compra, de semejante pamplina, pero sí que les sugiero al menos que se descarguen por Internet el capítulo dedicado al "exorcismo" de la pobre Marta, (pueden pedírmelo por correo electrónico y gustosamente se lo enviaré).

Hablar de ese pasaje, de ese burdo espectáculo que nos quieren colar como un auténtico exorcismo, no está en el propósito de esta entrada, de hecho necesitaría una larga entrada --cosa que no descarto-- sólo para enumerar las tonterías que el señor Fortea Cucurull nos presenta y representa en ese capítulo. Como adelanto para abrir boca les diré que según Fortea los demonios hacen política, y que según se desprende de ello, si queremos ser "buenos", hay que seguir unas inclinaciones políticas que coinciden casualmente con las del Padre Fortea. Tócate la flor, colega.

Lo que sí pretendo, en cambio, es poner mi granito de arena para extender el pensamiento crítico, porque tras leer el rollo patatero del supuesto exorcismo de Marta me encabroné bastante. ¿Cómo se atreve Fortea a considerarnos tan idiotas? Su "exorcismo" de Marta es tan pueril y vergonzante que resulta ofensivo para cualquiera con un mínimo de sentido crítico. Desde su lectura no he tenido más remedio que perderle el respeto a Fortea, a pesar de mi natural inclinación benévola hacia los curas, pero es que este señor no es un cura; es un ególatra televisivo. Pueden echar un vistazo a su blog, y verán entradas con títulos como "El padre Fortea esto", "El padre fortea lo otro", "Cuando el padre Fortea nació", "El padre Fortea cenando ayer", "el padre Fortea comiendo con su amigo la semana pasada", "Fotos inéditas del padre Fortea", "Las fotos que le hicieron la semana pasada al padre Fortea"... Patético, en serio. Y recuerden, si comentan en su blog, aténganse a las consecuencias.

Este cabeza de chorlito, aquí como lo ven, compartió cama durante mucho tiempo con cierta dama tendente a las "posesiones demoníacas", y algo he aprendido. Entre otras cosas aprendí que dichas "posesiones" son una excelente herramienta para manipular a los demás, y ver en ello algo misterioso es sólo para capullares adeptos a Fortea. Y menos mal que en mi caso la "poseída" no se metía en política, pues ya era bastante molesto el acontecimiento sin esa particularidad.

Aquí les dejo alguna ilustración que no se pueden perder si el asunto les interesa: El Circo de José Antonio Fortea Cucurull, por Mauricio-José Schwarz, quien les contará más cosas que yo he callado por no ser redundante. Lean y pasen un buen rato, mentes abiertas.

Interesante conversación con una gaditana cualquiera


Como ando en racha misógina y antigadita aprovecharé para otra entrada siguiendo la línea de las dos anteriores. Ya he comentado en más de una ocasión algo acerca de chats y gaditanas, pero hoy voy a recrear lo que podría ser una conversación tipo con alguna de ellas, y conste que no me imagino nada; he tirado de memoria tras muchas conversaciones de chat con gaditanas para reproducir lo que sigue.

En letra bastardilla la traducción para los neófitos en el lenguaje gaditano:

Gaditana: ola (Hola).

Leónidas: Saludos. Muy buenas tardes. ¿Qué tal todo?

G: ola illo k ases (Hola, chiquillo. ¿Qué haces?)

L: Básicamente intento traducir lo que me dices. ¿Aburrida, criatura?

G: io tu abla mu raro no (Hijo, tú hablas muy raro, ¿no?)

L: La verdad es que sí, tengo problemas para explicarme. Pero, dime, ¿qué querías?

G: k malage io (Qué mal genio, hijo).

L: ¡Noooo! Sólo quiero saber en qué puedo ayudarte.

G: a mi ma yuda mi nobio (A mí me ayuda mi novio).

L: Me parece estupendo, pero te recuerdo que has sido tú quien inició la conversación.

G: ofu illo tu k kiere (Uf, chiquillo, ¿tú qué quieres?)

L: Yo no quiero nada, estaba tan tranquilo aquí cuando tú has empezado esta conversación tan estúpida.

G: estupida lo sera tu mare kpuyo (Estúpida lo será tu madre, capullo).

L: Sí, vale. Oye, niña, te dejo.

G: tu ere tonto no sabe lo k t pierde (Tú eres tonto, no sabes lo que te pierdes).

L: Creo que me hago una idea, cielo.

G: oye tu no ere de aki verda (Oye, tú no eres de aquí, ¿verdad?)

L: Pues no. Yo soy de un planeta lejano.

G: tu lo k ere es jilepoya (Tú lo que eres es gilipollas).

L: También tengo un poco de eso, no te lo niego, cariñito.

G: me esta basilando surnoma (¿Me estás vacilando, subnormal?)

L: En efecto.

G: k ise io (¿Qué dices, hijo?)

L: Que sí, que tienes razón.

G: cuanto año tiene (¿Cuántos años tienes?)

L: 32, ¿y tú?

G: ere un vieo tengo 17 (Eres un viejo; yo tengo diecisiete).

L: Una edad perfecta, ideal, la mejor...

G: pa k? (¿Para qué?)

L: ¡Para aprender a escribir! Mwajajajaja...

G: adio no ablo con vieo (Adiós, no hablo con viejos).

L: Adiós, mi vida. Te echaré de menos.

G: po te joe k ere un vieo y un malage (Pues te jodes, que eres un viejo y una persona con mal carácter).

L: Ya, y tú eres un encanto de persona. La novia que siempre quise tener, vamos.

G: ya kisiera tu tener una nobia como yo con lo buena k toi vieo verde (Ya quisieras tú tener una novia como yo, con lo buena que estoy, viejo verde).

L: Esta conversación es sumamente interesante, pero otras actividades requieren mi atención en este momento, así que contando con tu aquiescencia voy a renunciar a proseguir este productivo diálogo.

G: k ise illo abla en español (¿Qué dices, chiquillo? Habla en español).

L: Que adiós, niña, adiós, y dale la enhorabuena de mi parte a tus padres y a tu novio.

G: Adio vieo verde pederasta k tiene que entra aki pa ligar (Adiós, viejo verde pederasta que tiene que entrar aquí para ligar).

Pues así son las cosas por aquí, amigos. Lo que me molesta no es la peculiar ortografía, sino la autocomplacencia gaditana por mantener su ignorancia y la facilidad que tienen muchísimos gaditanos para insultar al que no les sigue el juego, por eso, desde esta bitácora, seguiré luchando por poner el contrapunto a tanta idiotez disfrazada de orgullo patrio. A muchos mandamases les interesa fomentar la incultura entre sus votantes, vendiéndola como signo característico de su identidad y bla bla bla... y hay quien se lo cree. Este cabeza de chorlito, en su modesta capacidad, se opondrá siempre que pueda.

Son tan fácilmente manipulables...


Ahí las tienes, cargaditas de cuentos de hadas y hasta las cejas de melifluas historias de amor sacadas de culebrones televisivos y de novelas de la serie rosa, editorial Bésametonto.

No saben, las pobres imbéciles, lo vulnerables que son, la presa tan fácil que suponen para hijos de puta sin conciencia capaces de cometer cualquier villanía con tal de meterla en caliente. Les dice el tipo sincero "quiero acostarme contigo" y le responden "eres un cerdo y un cabrón"; les dice el malnacido "quiero que seas mi princesa pero te trataré como a una reina" y las muy subnormales caen rendidas ante ese bellaco cutre y falto de ingenio. Y por supuesto les falta tiempo para bajarse las bragas (tangas, Leónidas, recuerda que ahora todas llevan tangas y el pubis rasurado).

Palabras, palabras... Cómo nos gustan las palabras y qué fácil es para quien sabe manejarlas manipular también a las personas, a ciertas personas.

Bien lo saben las mujeres; se bajan las bragas antes frente a un tipo de afinada lengua que ante un guaperas. ¿Por qué sois tan idiotas? Hay ligones profesionales que se aprenden de memoria poemas de Bécquer para recitaros al oído y tras follaros os dejan tiradas, y hay genuinos poetas que os miran desde lejos y no se atreven a molestaros por humildad, timidez o inseguridad, pero es que a la mayoría de vosotras os va el charlatán vociferante. Cuando después os pegue dos hostias por no ponerle el plato en la mesa a tiempo yo me alegraré, de verdad.

domingo, 29 de julio de 2007

Alguien debería hacerlo


Sólo tiene diecisiete años y es preciosa. No puede decirse que vista de manera elegante, pero sí muy seductora y atrevida. Su manera de caminar, en cambio, es elegantemente felina y garbosa. Mira al mundo con sus ojos azules y le regala una permanente sonrisa de condescendencia, como disculpándole el defecto de no ser tan bello como ella. Escribe, cuando lo hace, llenando el papel de faltas de ortografía, pero habla con voz de mujer sabia y autoritaria, acostumbrada como está a que el mundo guarde silencio cuando ella abre la boca.

Va por la calle con la cabeza muy alta y nunca mira a nadie a la cara salvo que se dirijan a ella. Sabe que la miran y le gusta dejarse mirar. Se siente orgullosa de su porte y de su juventud, y cree que tiene todo el tiempo del mundo por delante para casarse con un multimillonario guapo y cachas, actor o cantante quizás, de los que ve en televisión. Confía en ello ciegamente, porque sabe que sus profesores se la quieren tirar, percibe el nerviosismo que causa en los adultos y la turbación que provoca en sus compañeros de clase. Joder, si hasta su tío la mira con lascivia, ¿cómo no va a conseguir a su millonario famoso? El mundo es suyo, piensa la pobre chica que nació demasiado guapa para encajar la cruda realidad.

Alguien debería decirle a esta chica que antes de lo que cree se va a estrellar contra el inamovible muro de la verdad.

Alguien debería decirle a esta chica que no es eterna, ni ella ni su ofensiva belleza.

Alguien debería decirle a esta chica que antes de lo que cree se le van a descolgar los pechos, se le va a caer el trasero y le van a aparecer arrugas en la cara.

Alguien debería decirle a esta chica que la edad de los cuentos de hadas ya se le ha pasado.

Alguien debería decirle que hay otras muchas como ella, y que la competencia es feroz, despiadada y llena de trampas crueles.

Alguien debería decirle que la espera un mundo lleno de afilados colmillos que no saben de belleza si no es para corromperla.

Alguien debería decirle que cada mirada de desdén hacia los muchachos que la amaron se la va a cobrar la vida con intereses de usurero.

Alguien debería decirle que el tiempo que gasta maquillándose innecesariamente tendría que invertirlo en leer un buen libro.

Alguien debería decirle a esta criatura que cuando las hostias de la vida le empiecen a llover su lindo coño no va a ser suficiente para detenerlas.

Alguien debería decirle a esta criatura que por cada amiga a la que ridiculiza por no ser tan guapa como ella se gana un temible enemigo para siempre.

Alguien debería decirle a esta criatura que la vida está llena de noches de llanto solitario para las mujeres que sólo saben ser guapas.

Alguien debería darle un buen par de bofetadas a esta niñata, a ver si espabila de una puta vez.

¿Esto es lo que perdía a los marinos?


Pues ya tenían mal gusto, los jodíos.





(Mañana van y les cuentan a sus amiguitos que las sirenas existen porque las han visto en Internet).


sábado, 28 de julio de 2007

El gato Oscar y sus terribles vaticinios


Ya se habrán enterado de la última serpiente de verano; el gato que predice muertes. Chorrada gorda de final de Julio, y no quiero ni pensar lo que nos depara el mes de Agosto.

Me lo contaron ayer de pasada pero estaba de guardia y no me he podido recrear a fondo hasta hoy, cuando Carabiru me ha pasado varios enlaces de periódicos digitales que hacen referencia a la noticia. Según nos cuentan, el gato llamado Oscar vive en un geriátrico y se acerca a la gente que horas después fallecerá. Ya, claro. Lo que no he visto por ninguna parte es que se diga que no se acerca a nadie más, por lo que deduzco que el gato se acerca a cualquiera, moribundo o no. Puesto que el gato vive en un geriátrico es normal que muchos de los habitantes vayan muriendo a un ritmo mayor que si se tratara de, digamos, una guardería. Por otra parte, ¿qué pinta un gato en un geriátrico? ¿Se trata de una residencia para ancianos corriente y moliente o es un centro sanitario? Si es lo primero, ¿por qué se les muere tanta gente sin asistencia especializada?, y si es lo segundo, ¿cómo está un gato campando a sus anchas entre enfermos ante la permisividad del personal sanitario? Tras leer la noticia aquí y allá deduzco que se trata de un centro sanitario, con sus médicos y sus pacientes ancianos aquejados de enfermedades mortales, pero dice poco de la profesionalidad del personal sanitario que haya un gato saltando de cama en cama. Si yo fuera malpensado... Ay, si fuera malpensado creo que sé por qué se les muere gente anciana con el sistema inmunológico hecho cisco y que tienen a un gato pegado constantemente... ¿Oscar adivina la muerte o... la provoca? ¿Cuando una bala se me mete en el corazón, adivinó mi muerte y por eso vino a mí, o me la provocó? Como ven ya hay razones para tomar la noticia con pinzas, pero sigamos:

Me encantan los gatos y me precio de conocerlos bastante bien, así como me disgustan la mayoría de los humanos, a los que también conozco por obligación con cierta exactitud. Si algo he aprendido por estos motivos es que los gatos son generalmente desconocidos por las personas. Suelo decir --y lo digo en broma-- que los gatos son mágicos. Con ello quiero expresar el desconcierto que nos causan a los humanos por su conducta, tantas veces incomprensible y aparentemente misteriosa. En realidad todo se reduce a que pretendemos, contumazmente, humanizarlos o compararlos a los perros, y eso no es razonable; un gato es otra cosa. Ni su lenguaje corporal (riquísimo, por cierto), ni sus sonidos (con una variedad fonética superior a la del castellano), ni sus habilidades físicas (asombrosas como la de estirarse aumentando en un once por ciento su longitud), ni nada en ellos nos pone las cosas fáciles para entenderlos, por eso fueron asociados a brujerías y satanismo durante tanto tiempo, y por eso hoy en día aún hay tanto gilipollas que ve en los gatos propiedades esotéricas.

Leo que es el médico geriatra David M. Dosa, del Rhode Island Hospital, quien ha hecho saltar la liebre mediante un artículo en la revista The New England Medicine. Desconozco esa publicación y además no hablo inglés, pero ya me atrevo a decir que el rigor científico no es lo que la caracteriza, en todo caso agradeceré cualquier aportación de lectores anglohablantes.

También se menciona en más de una noticia que son los pacientes del "nivel 3" los más afectados por las premoniciones funestas de Oscar, y eso me hace preguntarme quién ocupa ese nivel. ¿Los más graves, quizás? ¿Los desahuciados? ¿Los más ancianos? ¿Hay una tasa anormalmente alta de mortalidad en ese nivel? ¿Por qué? ¿O los pacientes palman por igual en todos los niveles signifique lo que signifique eso de "nivel"? ¿Se mueve el gato con libertad por todos los niveles? ¿Hay razones para que el gato haya escogido ese nivel, como pueden ser vistas, temperatura, facilidad para dar rienda suelta a su instinto de cazador, o que alguien allí lo mime y alimente? Nada de eso explica la noticia, seguramente porque si se mete en esos detalles dejaría de ser noticia.

"[No comete muchos errores y parece comprender que los pacientes están a punto de morir], señaló David M. Dosa". Pues yo creo que sus errores son más que frecuentes, si no, ¿a santo de qué está usted vivo, señor Dosa, junto con el resto de personal que también se relaciona con Oscar? ¿Por qué cuando Oscar se acerca a usted no hay problema, pero cuando se acerca a un señor de noventa años sí que lo hay? ¿No será que Oscar se relaciona con todos, y se mueren los que se tienen que morir por edad y enfermedades? ¿No estarán ustedes, involuntariamente, facilitando la muerte de muchas personas por eso de tener un gato suelto en un hospital? Y si no llevan ustedes un hospital, ¿es frecuente que se les mueran los residentes con un gato encima sin que ustedes aprecien signos de gravedad? En confianza, señor Dosa, ¿eso es un hospital, una residencia para viejos que no interesan a nadie o un zoológico?

Tengan esta perla: "Según Dosa, profesor de medicina en la Universidad de Brown, el gato realiza sus rondas de visitas, como si se tratase de un médico. Cuando se acerca a la habitación de algún paciente y se queda allí un rato largo, las enfermeras incluso dan aviso a los familiares. Unas dos horas después, el paciente muere". Mwajajajaja... ¿Señores de Minglanilla? Vengan, por favor, su anciano se despide. Un par de horas le damos. Sí, sí, confirmado, no hay duda, es inevitable, nos lo ha dicho el gato. Lo siento, señores. Reciban por adelantado mi más sentido pésame".

Lo peor de todo es que mañana alguien me dirá que los gatos predicen la muerte, y que eso es verdad porque ¡LO HAN LEÍDO EN LOS PERIÓDICOS Y LO HAN VISTO EN LA TELE! Anda ya...

Actualización (29-07-07): Curisosamente el mencionado doctor David M. Dosa es llamado Oscar Sosa en otros medios. Extraño, ¿no?

En otra parte se cuenta que los pacientes del nivel tres, que por lo visto es la tercera planta, son enfermos dementes terminales, lo que no es un dato baladí.




jueves, 26 de julio de 2007

El vuelo 4567


Conversación y datos obtenidos de la caja negra, o cajón negro, tras el accidente producido el 26 de Mayo de 2018 por el vuelo 4567 de LACPNYPCI (Líneas Aéreas de la Comunidad Plurinacional y Políticamente Correcta de Iberia):

El panel indicó a pilote que dos de los cuatro motores habían dejado de funcionar. Miró a copilote y le dijo:

--¡Hostias, macho! Tenemos graves problemas.

--Última vez que usas ese lenguaje sexista prohibido por la Convención de Lingüistas Paritarios de Ginebra, Martínez, no me obligues a denunciarte--. Eso le respondió copilote Poveda.

--¡Coño, perdona! No me acostumbro a tanta gilipollez--, dijo Martínez en un desastroso intento de disculpa.

--¿Perdón?

--Quise decir: ¡Gónadas, perdona! No me acostumbro a tanta giligonedez--, se apresuró a explicar pilote Martínez a copilote Poveda.

El avión perdía altitud y pilote contactó con la torre de control del aeropuerto de Mascabrevas City para solicitar pista por emergencia:

--Aquí el vuelo 4567 de LACPNYPCI. Dos motores averiados y perdiendo altura. Solicito permiso para aterrizar en Mascabrevas City.

--Por favor, indique procedencia y destino, 4567--, respondió una atildada voz femenina.

--Oiga, no me toque las pelotas, Mascabrevas. Esto es una emergencia.

--Lo siento, debido a su lenguaje impropio y sexista, durante dos minutos interrumpo esta comunicación.

La comunicación o el comunicado, en efecto, se interrumpe, a pesar de los reiterados intentos de Martínez por reestablecerla o reestablecerlo. Dos minutos después:

--Aquí controladora Jiménez, de Mascabrevas Airport. ¿Me decía, 4567?

--Oye, mira, que estamos cayendo y...

--Supongo que se atreve usted a tutearme por un complejo de superioridad machista, pilote del vuelo 4567-- interrumpe cortante la controladora Jiménez--, y sepa usted que no voy a permitir semejante comportamiento que contraviene claramente el artículo ochenta y nueve, punto cuatro, de la Convención de Lingüistas Paritarios de Ginebra. Dos minutos de interrupción de comunicaciones, vuelo 4567.

--¡Pero oiga...!

Es inútil. Sólo el ruido de estática ocupa el canal. Pilote y copilote sudan a mares, recuerdan a sus familias que quizá no vuelvan a ver y a los ancestros fallecidos de la controladora. Dos minutos más tarde:

--Aquí la controladora Jiménez, líder del Movimiento Pro Lenguaje No Sexista de Mascabrevas City. Comunique circunstancias particulares de vuelo 4567.

--¡Joer!, con la Igualdad hemos topado, amigo Poveda--, se le escapa a Martínez.

--Le he oído, 4567. Cinco minutos de silencio en la frecuencia--, dice la menda.

Martínez mira a Poveda. Poveda desgrana un rosario mientras reza. Ambos sudan y el altímetro marca poco, muy poco. Hay un montón de luces rojas encendidas en el panel de instrumentos. Tras cinco minutos:

--Aquí Mascabrevas Airport. Le habla la controladora Jiménez. Comunique situación, vuelo 4567.

--¿Situación? ¡Situación desesperada!--, respondió pilote Martínez.

--De sobra sabe que me refería a las coordenadas de su situación física, graciosille. 4567, no está usted colaborando. Cinco minutos de silencio radio.

De nuevo sólo ruido de estática en el canal de emergencias. Copilote Poveda sigue con su rosario, moviendo los labios en silenciosas oraciones. Pilote Martínez también mueve los labios sin pronunciar palabra, pero sus pensamientos no son, ni mucho menos, tan píos como los de Poveda. Tras cinco minutos así y muchos metros más cerca del suelo:

--Aquí control de Mascabrevas, 4567. Le habla Jiménez. Infórmeme de sus circunstancias, y cuidado con las chulerías de machito.

--Al habla comandante Martínez, del vuelo 4567, en emergencia, o emergencio, por un fallo, o una avería, en dos motores y solicitando pista, o pisto (manchego o de cualquier otra parte), para aterrizaje de emergencia.

--Veo que por fin ha accedido a ser sensato, progre e igualitario, 4567.

--Así es, control de Mascabrevas. He decidido bajarme los pantalones--. Al decir esto pilote Martínez condenó a la muerte a varios cientos de personas, pero entonces no podía saberlo.

--Repita última frase, 4567.

Joder con la tonta y sorda de los cojones, pensó Martínez, aunque se abstuvo de decirlo en voz alta. Así que repitió:

--¡He decidido bajarme los pantalones!

--¿Pantalones? Denoto en usted una clara provocación machista al insinuar que es indigno que un hombre ceda ante una mujer. Diez minutos de interrupción de comunicaciones, 4567.

Martínez y Poveda emplean esos diez minutos para incumplir la prohibición sobre el uso de telefonía móvil en los aviones y se despiden de sus familias. Finalizado ese tiempo, y casi rozando el suelo, se reestablece la comunicación con la torre de control de Mascabrevas City.

--Aquí Mascabrevas. Discúlpese, 4567.

--Me disculpo. Mi urgencia ya no es solicitar pista, o pisto, sino solicitar la indulgencia, o el indulgencio, de la controladora Jiménez, a cuyos pies estoy--, responde apresuradamente pilote Martínez mientras observa como el altímetro mantiene una endiablada cuenta atrás.

--Muy bien, 4567, así me gusta. Ahora diga: Vivan las mujeres y la madre que las parió.

--¡Vivan las mujeres, la madre que las parió, y todo aquello que haya tocado la controladora Jiménez, nunca justamente elogiada!

--De acuerdo, 4567. Comunique datos de transporte.

--Vuelo comercial de transporte de personas. 289 viajeros, diecisiete auxiliares de vuelo, pilote y copilote.

--289, ¿qué?--, interrogan desde el control de Mascabrevas.

--Viajeros. 289 viejeros--, y este fue el último error de Martínez.

--¿Todos los viajeros son de sexo masculino, 4567?

--Ehhh... No, claro que no, Mascabrevas. Hay homb... pasajeros de sexo masculino y pasajeras de sexo femenino.

--En ese caso, vuelo 4567, debería haber hablado de viajeres, y en ningún caso de viajeros, pues esto desprecia a la mujer, contraviniendo el artículo treinta y cuatro, en su punto seis, de la Convención de Lingüistas Paritarios de Ginebra. Durante quince minutos se interrumpe esta comunicación, vuelo 4567.

Describir los quince minutos siguientes no está al alcance de mi capacidad. Tras ellos volvemos a oír la voz de la controladora Jiménez:

--Aquí Jiménez, de Mascabrevas Airport. ¿Ha reflexionado sobre su actitud sexista, 4567?

Según los datos de la caja negra, o cajón negro, en ese momento el altímetro marca setenta y tres metros sobre la superficie terrestre. Lo que sigue son las últimas voces registradas en la cabina del vuelo 4567:

--¡Cómete a esa guarra!-- (Voz de copilote Poveda).

--¡Esa tía puta sí que nos va a comer la punta a todos, empezando por el morro del avión!-- (Voz de pilote Martínez).

Como todos sabemos, a las diecinueve horas y siete minutos del 26 de Mayo de 2018, el vuelo 4567 se estrelló contra la torre de control del aeropuerto de Mascabrevas City. Fallecieron 346 personas, tres perros, y lo que es peor, un gato.

Oficialmente todo fue por culpa del gato, como siempre.

El autor de esta entrada pide clemencia a la Convención de Lingüistas Paritarios de Ginebra en caso de que, por descuido y nunca de mala fe, haya podido incurrir en algún error de índole machista.

miércoles, 25 de julio de 2007

Los pedos de mi abuela huelen a pedos de abuela


Yo es que no tengo más remedio que alucinar en lisérgicos colores. Vamos a ver cómo les explico este asunto que me atormentaba y que ya, gracias al Tallarinesco Señor, se ha resuelto.

Entre las misteriosas búsquedas por las que la peña llega a esta bitácora hay algunas de lo más curioso y marrano (me follo a mi hijo, teléfonos de tías guarras para follar gratis, juegos de vestir chicas o onbres (sic), la doctora bragas mojadas, etc.), pero hay una búsqueda insistente desde hace meses que me tenía medio agilipollado: El aliento de mi gato huele a comida para gatos. Tócate la flor.

Como todavía no soy ducho en esto de la intenné no me entero bien de las cosas. Entre eso y mi oligofrenia congénita no le veía explicación a semejante criterio de búsqueda, y pensaba yo, en mi bendita inocencia, que no podía haber más de una persona en el mundo lo bastante tontarra para escribir semejante obviedad, así que le achacaba la búsqueda maldita a un único internauta que debía de estar muy preocupado por tan desagradable y anómala circunstancia. Ya ves, pensaba este cabeza de chorlito, a su gato le huele el aliento a comida para gatos. Asombroso acontecimiento.

Tiempo después volvía a revisar los criterios de búsqueda --sí, estoy enviciado, ¿qué pasa?-- y ahí que estaba otra vez la frase maldita: El aliento de mi gato huele a comida para gatos. Y yo pensando que también el cadáver que guardo en el armario huele a muerto, y no pasa nada porque las cosas huelan a lo que tienen que oler. Yo huelo a Leónidas Kowalski y a los langostinos les huele el aliento a... uhmm, ¿plancton? Bueno, a lo que les huela.

Pensaba yo, en mi inconsciencia, escribir una entrada para calmar a este sujeto. Le quería decir que estuviera tranquilo, que a mi gato también le pasa a veces, y que a mí mismo me huele el aliento a alcohol tras esclafarme una botella de DYC, y que no es motivo de preocupación. Quería decirle también que siga olfateando el aliento de su gato, por si un día nota que le huele a polla, en cuyo caso no sería para tomárselo a guasa. O peor aún, que le oliera el aliento a eucalipto y se tuviera que enterar de tan triste manera de que en lugar de un gato lo que tiene es un koala, cosas más raras se han visto.

Pero no. No serán necesarias tan magistrales explicaciones, porque hoy, en uno de esos chispazos de inteligencia con los que mi genética se hace la magnánima una o dos veces al año, me ha dado por realizar en Google yo mismo la búsqueda, a ver qué coño me encontraba. Voy y tecleo: "El aliento de mi gato huele a comida para gatos". Y ya está, amiguitos, misterio resuelto.

Por lo visto es una célebre frase de un personaje de Los Simpson, y si se la teclea en el buscador Google sin entrecomillar remite a mi blog como primera opción entre algunas más, porque Álex dejó un comentario mencionándola, comentario que, a la vista está, yo había olvidado. En cambio, si se hace la búsqueda entrecomillando la frase, que es lo suyo, nos remite aquí (juas, juas, juas... no se lo pierdan).

Y a mí esto me ha dejado con mal sabor de boca, no sé si de comida para gatos --que no sería de extrañar-- o a qué, pero la verdad es que me hacía ilusión pensar que había alguien preocupado (y peligrosamente suelto) porque a su gato le olía el aliento, fíjate tú qué cosas, a comida para gatos.

Por cierto, ¿hemos resuelto ya a qué huelen las nubes y las cosas que no huelen?

martes, 24 de julio de 2007

Juanito Cagatortas


A Juanito Cagatortas se lo cargaron por hijoputa. Lo de introducirle un crucifijo por el culo fue sólo para despistar, y todos sabemos que no hubo móvil religioso ni satánico en su asesinato.

Parece ser que alguien se cansó de las hijoputeces de Juanito. En verdad, todos estábamos muy hartos de sus gracias. Al saber que Fermín, el sobrino del alcalde, cuando salía del colegio se la chupaba a Juanito Cagatortas todos los días, nos indignamos bastante, pero no hicimos nada, supongo que porque no queríamos escándalos.

Diferente fue saber que Juanito Cagatortas había desvirgado a Marianita la del farmacéutico. Marianita tenía once años y todos en el pueblo decíamos que ya estaba en su punto y que esas tetitas se las tenía que comer alguno antes de que se pusieran pochas. Le estábamos buscando novio a esa cría cuando supimos que Juanito la había cogido en el henar y se la había beneficiado. "Me subió la falda, me quitó las bragas y me metió los dedos en el tesorito, y luego me enseñó su pilila, que no era una pilila porque era un pililón así de grande --le contaría después a su madre la pequeña Marianita separando las manos, separándolas mucho--, y me dijo que no me iba a doler pero era mentira porque sí que me dolió, mami, y ahora me sale sangre por el tesorito, ¿es porque ya soy mujer y tengo la regla?"

Lo de Marianita sí que nos jodió a todos, quizá porque ya estaba bien buena y nos hubiera gustado ser nosotros los que estuviéramos en el lugar de Juanito Cagatortas, pero a quien menos gracia hizo esta nueva canallada del Cagatortas fue a los Gómez, que le habían echado el ojo a Marianita para novia de su Gustavito. A Gustavito, en cambio, no pareció importarle mucho, lo cual confirmaba los rumores que corrían por el pueblo, según los cuales Gustavito sería algo julandrón. Paco el de la ferretería lo explicaba muy bien con su habitual cinismo: "A usted y a mí nos hubiera gustado estar en el lugar del Cagatortas, pero a Gustavito Gómez le hubiera gustado estar en el puesto de la Marianita. Ese niño es bujarra, se lo digo yo, padre".

Juanito Cagatortas hubiera cumplido los cuarenta y ocho años para San Nazario, pero se lo ventilaron antes y ahora cría gusanos en el camposanto. Un hijoputa menos, dicen en el pueblo.

Al Tío Cascorro, el cabrero, le importaba una mierda que Juanito Cagatortas se le follara a las ovejas, a las cabras, e incluso le daba igual que le diera por el culo a su perro pastor, pero sus animales eran su sustento y nunca le perdonó al Cagatortas que empezara a matarle el rebaño. Juanito le cogió gusto a eso de degollar ovejas mientras les metía el cipote. "Es que así me da el gusto más rico", se explicaba el muy hijoputa.

Rosario la de los Malasnoches tampoco le perdonó a Juanito Cagatortas que le sacara un ojo. Fue hace años, cuando la Rosario aún era moza y estaba de toma pan y moja. Juanito se la quiso joder en la cuadra y ella le dijo que verdes las han segado, así que Juanito le sacó un ojo para que ningún otro hombre la quisiera. Ahí está, la pobre, ayudándome a dar misa. Hay quien dice que le vació el ojo con una navaja y quien afirma que fue con los dedos, sobre esto no hay unánime acuerdo en el pueblo. Yo le pregunté una vez a la propia Rosario, y me respondió que si tanto me interesan los agujeros de su cuerpo los tiene más bonitos debajo de la cintura, desde entonces no he querido saber más del asunto.

Cuando hace unas pocas noches tocaron a mi puerta gritando "¡confesión, padre, confesión!" supe que era Juanito Cagatortas, que siempre fue muy teatrero. Ya le han dao matarile, pensé complacido. Dejé que se desangrara, tirado a mis pies y con las tripas fuera. Naturalmente no lo confesé, en cambio le repetí una y mil veces mientras agonizaba que era un hijoputa y que se iba a quemar en el infierno por siempre jamás. Creo que también le di alguna que otra patada en la cara.

Luego avisé a todos los vecinos, y nos reunimos unos cuantos para llevar al Cagatortas a su casa. Allí estuvimos los Gómez, el alcalde, el farmacéutico, Paco el ferretero, la Rosario, el Tío Cascorro y unos pocos más. Limpiamos bien las huellas y el cadáver para que los de la científica se hicieran la picha un lío. Lo de meterle un crucifijo por el ojo del culo fue idea mía, y todos los presentes lo celebraron entre aplausos y risas. A mí me dio un poco de vergüenza porque no me gusta que se fijen en mí salvo cuando oficio la misa.

Al día siguiente avisamos a la Guardia Civil, más que nada por guardar las formas. "Ya era hora de que se cepillaran a ese hijoputa", dijo el Cabo jefe del puesto.

Hoy ha venido al confesionario el que le rajó la barriga a Juanito Cagatortas. Le he impuesto dos avemarías y un padrenuestro. Más que nada por guardar las formas.

Ahora estoy pensando que como no me deje follarme a sus tres hijas, especialmente a la que todavía no ha hecho la comunión, voy y lo denuncio. Por hijoputa.

domingo, 22 de julio de 2007

Diego Corona Bonet


El 4 de Noviembre del año pasado dejé un comentario en alguna parte de la Red con mi nombre real, porque consideré que la ocasión lo merecía. Entonces no podía imaginarme las positivas consecuencias que eso iba a traer, ¿quién podía estar interesado en googlear buscando a este mindundi? Primero fue Mayolongo, del que no sabía nada desde hacía tres o cuatro años, y ahora me ha localizado Diego Corona... ¡Tras diez años de habernos perdido la pista!

Han pasado diez años, y el muy cabrón me ha encontrado. No es que yo me esconda, pero es habitual que no responda a llamadas, y cuando eso te lo hacen tres o cuatro veces lo normal es que te hartes y dejes de llamar. Si a eso unimos mi costumbre de estrellar teléfonos móviles --creo que ya van tres-- y perder así la agenda completa cada cierto tiempo, el resultado es que constantemente rompo con el pasado, salvo en aquellos asuntos en los que la memoria, pertinaz e hija de puta, me sigue torturando. Siempre he tenido un serio problema para eso de mantener el contacto con la gente que está lejos. Me temo que soy lo que por aquí llaman un descastao.

Diego fue uno de mis mejores amigos, y una persona llena de valores poco habituales como la honradez, la sinceridad, el compañerismo y la lealtad. Nos conocimos en Septiembre del año 1991, él tenía catorce años y yo dieciséis. Acabábamos de ingresar como alumnos en el hoy inexistente Instituto Politécnico número 2 del Ejército, en Calatayud, y aunque todavía no lo sabíamos íbamos a ser grandes amigos y a vivir juntos muchísimas aventuras. Juas, juas, ahora me acuerdo del regalo tan especial que le hice años después en Granada... jajajaja, lástima, Dieguito, que eso no lo pueda contar aquí, shhh, sigue siendo nuestro secreto.

Los dos nos formamos como auxiliares de laboratorio y cursamos el primer año de la especialidad de químico artificiero. Tres años internados juntos en un ambiente en que hasta respirar estaba prohibido. Quien no ha vivido esa experiencia no sabe lo que es perder (¿o invertir?) su adolescencia en aquel sitio. Cuántas noches llorábamos por la presión disciplinaria, por la nostalgia de la familia... pero siempre en silencio por el temor a que nuestros compañeros supieran que llorábamos y nos acusaran de miedicas, cobardes, nenazas... para descubrir tiempo después que todos llorábamos más o menos y nos ocultábamos de nosotros mismos. Cada uno de nosotros sólo tenía una cama, una estrecha taquilla en la que apenas cabían los uniformes y un puñado de compañeros con los que compartir risas, amarguras, arrestos y borracheras vespertinas los sábados. Comprenderán que de esta forma se forjaran amistades intensas.

Diego y yo éramos radicalmente diferentes. Él jovial y yo taciturno. Él atleta e inquieto, yo aburrido y un desastre en gimnasia. Él tenía una habilidad envidiable para hacer nuevos amigos, mientras que yo siempre andaba buscando la soledad. Era inevitable que nos hiciéramos buenos amigos.

Para que se vayan haciendo una idea de quién es Diego Corona Bonet les contaré una anécdota: Debió de ser un sábado por la noche, cerca de las 22:30. Yo había llegado al Politécnico borracho como una cuba. Pude ponerme el uniforme pero hasta ahí llegué. Me tumbé en mi cama, rozando la pérdida de consciencia. Todo el mundo había salido para formar y pasar el control nocturno con el objeto de comprobar que estábamos todos. Yo no podía mantenerme en pie, y en ese momento me daba igual el paquete que me iba a caer, pero Diego apareció en mi camareta. Intentó arrastrarme, convencerme, espabilarme... y nada. Finalmente se rindió, ¿y saben qué hizo ese cabronazo? Se sentó en mi cama, a la espera de que nos arrestaran a los dos. Este tipo es así, no abandona a sus amigos, sean las que sean las consecuencias. Aquel gesto se abrió paso entre los vapores etílicos y gracias a eso pude sacar ánimos de no sé dónde y ponerme en pie. En el último momento llegamos los dos a formación y nadie fue arrestado. Si me tambaleaba demasiado en posición de firmes, a punto de caerme, tenía la seguridad de que cerca estaba Diego para sujetarme. También tenía la seguridad de que al día siguiente no me pediría nada a cambio, simplemente él es así.

Después, cosas de la vida, fuimos destinados como jóvenes Cabos profesionales --él aún era menor de edad cuando ya lucía los tres galones rojos-- al mismo sitio: el hoy desaparecido Grupo de Municionamiento III/22, de Granada. Llegamos a vivir un año juntos en dos viviendas de alquiler. Qué buenos tiempos, rediós. Cuánta diversión, cuánta juventud, cuántas experiencias nuevas ahora que no estábamos bajo el yugo del internado militar. Éramos jóvenes, teníamos un sueldo, teníamos ilusiones, ganas de recuperar los tres años de internado y sobre todo, nos teníamos a nosotros.

Diego era un muchacho guapo. Mi padre le dijo cuando lo conoció que se parecía a Clark Kent, y Diego le respondió que no era el primero que se lo decía, así que nunca le faltaban féminas a mano. Joder, qué tiempos de tapeo, sexo, juergas nocturnas de lunes a lunes... además, es que Granada era mucha Granada.

En el año 1997 me dio un disgusto gordo: dejó el ejército. Nunca he entendido sus motivos, aunque creo intuirlos. Lo que tengo claro es que lo lamenté mucho y me lo tomé como una ofensa personal. Diego era uno de los mejores militares que he conocido, y además vivía la profesión como pocos. Diego estaba hecho para la milicia, y la milicia está hecha para componerse de gente como Diego. En fin, sus motivos tendría.

Ahora, al reencontrarnos tras diez años, me ha dado otro disgustazo. Resulta que el muy maricón se ha casado. ¿Cómo has podido hacerme esto, Diego? Bueno, antes o después conoceré a la afortunada, espero. Seguro que es una dama estupenda, debe de serlo. Por cierto, en San Fernando tenéis vuestra casa, siempre que me aviséis con un par de semanas de antelación para hacer limpieza.

Diego, el alegre y cachondo de Diego... ¿cómo pude abandonarlo? Nunca mais, Dieguito, nunca mais.

sábado, 21 de julio de 2007

Olé sus huevos


Ya se habrán enterado, imagino. Yo acabo de recibir la noticia en un correo electrónico de
Álex, y no me resisto a colgarla aquí, para contribuir en lo que pueda a su difusión. Les hablo de la chulería de Alberto Vázquez-Figueroa, pero mejor lo explica él mismo con la carta que ha enviado a los medios de comunicación. Échenle un vistazo, que no tiene desperdicio:

Mis novelas gratis, por Alberto Vázquez-Figueroa.

viernes, 20 de julio de 2007

Me temo que no hay otra opción


Tenía mis planes, no se crean. Reconozco que sólo era un boceto de plan, una vaga ilusión de futuro, un germen de esperanza sin compromiso, pero tras considerar detenidamente las circunstancias personales que de Ella conozco, las mías, los gustos que Ella tiene según me demuestra y mis gustos según mis treinta y dos años de experiencia en la vida, veo que no hay posibilidad real de conjugarlo todo.

Así que, mal que nos pese, vamos a ser realistas y haremos lo único bueno que podemos hacer juntos sin que ninguno de los dos salga perjudicado: follaremos.

No sé cuándo --espero que pronto--, no sé dónde --no creo que sea en mi casa y mucho menos en la suya, y tampoco quisiera que fuera en su coche; mejor un hotel--, y no sé cómo --confío en que sea placentero para ambos, o al menos para Ella--. Tampoco sé con qué frecuencia, puede que sólo una vez, o mil veces casi sorpresivas cuando su escasa libertad y mi más escasa necesidad de relación coincidan.

Lo que sí tengo claro es que me la quiero follar bien follada, y que quiero hacerlo como hay que hacer estas cosas. Quiero besar su boca, lamer sus dientes, ensalivar su cuello y sus orejas mientras nos arrancamos la ropa. Quiero tirarla sobre una cama y echarme sobre ella, los dos desnudos para que pueda sentir bien mi polla dura sobre su pelvis mientras devoro sus tetas, mientras chupo sus pezones y los muerdo sin apretar demasiado para no hacerle daño.

Pero no, no puedo penetrarla antes haber lamido a conciencia su sexo. Antes de meterme dentro de Ella quiero besar su coño, quiero lamerlo, penetrarlo con la lengua y chuparlo un buen rato. Es necesario que beba su jugo y que me moje la cara antes de meter ahí mi polla, manías que tiene uno. Si me deja también quiero lamer su ano mientras mi nariz se hunde en su coño. Y si se corre no pasa nada, porque me encanta chupar y me dedicaré a lamer sus muslos hasta que se recupere y vuelva a pedirme guerra.

Cuando eso suceda estaré encantado de ver su cara con un gesto como de mala hostia, pidiéndome que me la folle de una puta vez, pidiéndome que la llene de polla. Entonces sí, entonces le meteré mi polla comiéndole a la vez la boca. La agarraré fuerte por el culo mientras le doy polla y le digo guarradas al oído --toma mi polla, puta, siente a tu macho dentro de ti, nota lo dura que me la pones, cabrona, vacíame los huevos--, y quizá me dé por por meterle el índice derecho en el culo mientras me la follo. En cambio la mano izquierda --soy zurdo-- la quiero libre para sobar sus pechos, su cara, sus muslos, o para cogerla por la nuca y atraer a esa dama más intensamente hacia mí.

Nada de condones; yo los odio y Ella es alérgica al látex. Quisiera correrme en su interior, descargar mi semen dentro de Ella separando mi cara de la suya para que pueda ver mi gesto de placer mientras me vacío en su coño. Pero no podrá ser, porque no es plan ir haciendo niños que no se desean en colaboración con quien apenas se conoce. Mejor saco la polla en el último momento, y que Ella me la menee hasta hacerme escupir mi leche sobre sus tetas, sobre su abdomen, sobre su pubis, sobre su vulva. No me importaría limpiarla con mi lengua.

O quizá sea mejor correrme en su boca. Tanto si se traga mi corrida como si no, yo no tendría inconveniente en besarla después apasionada y agradecidamente. Otra opción es penetrarla por el culo cuando yo esté a punto de eyacular, y descargar así mis huevos sin peligro de reproducción, pero Ella ya me ha advertido que no admite una polla en su culo, así que es una opción inválida.

En cualquier caso, yo he de ver mi semen sobre la piel morena de esta mujer, y quiero extenderlo sobre su cuerpo en un masaje íntimo viendo cómo ella me mira con sus ojos verdes de gata lasciva.

Pero lo dicho, si albergué otras esperanzas, ya sé que no pueden ser. Mierda.

jueves, 19 de julio de 2007

Mi amigo el otro páter


Hace un tiempo les hablé de mi amigo el páter Don Luis Miguel, y ahora, lo quieran o no, voy a teclear acerca de Don Francisco, porque hoy, tras unos tres años sin verlo me lo he encontrado por la calle, y también porque me da la gana.

El páter Don Francisco sustituyó como capellán castrense a Luis Miguel. Nos hicimos amigos, no recuerdo cómo, pero supongo que esas cosas pasan por la recíproca curiosidad que sienten el ateo y el hombre de fe. Francisco era dado al lenguaje salpicado de tacos y a los abrazos quebrantahuesos. Me descubrió en la peor época de mi vida y generosamente prestó oídos a mis miserias e hizo lo que pudo por aliviar mis amarguras. Fue uno de los primeros en darme aquel sabio consejo: "Aléjate de ella, te va a destruir". No le hice caso y me destruyó, pero eso es otra historia.

Hoy andaba en busca de una farmacia cuando he visto a un tipo vestido de negro y con alzacuellos que me miraba. ¡Cóño, pero si es el páter! Ahora me emociono al recordar el encuentro: ¡Me cago en todos los demonios y en la puta de oros, qué alegría verte, Javi!, gritaba el páter en medio de la calle, para pasmo de viandantes, porque no es habitual ver a un cura usando ese lenguaje a gritos y abrazando hasta estrujar a un mindundi vestido con mono de trabajo. ¿Pero cómo usted por aquí, páter?, lo hacía en Valencia. Acabo de venir del Líbano y estoy visitando a gente, oye, Javier, ¡qué alegría me da verte!, repetía de nuevo el páter mientras volvía a fracturarme varias costillas con sus abrazos de oso.

Se acordaba de mi nombre, se acordaba de pequeñas anécdotas que le conté hace años, se acordaba también de la Hija de Satanás. En resumen, se acordaba de mí y de mis circunstancias. Me asegura que sufrió mucho por mí, y la verdad es que me lo creo, aunque siempre le insistí en que no merecía la pena sufrir por quien no hace nada por buscar soluciones.

¡Me cago en todo, joder!, decía el páter a cada poco mientras me seguía haciendo picadillo los huesos. Le he preguntado si era él el capellán que estaba en el Líbano cuando cayeron nuestros seis compañeros. Me ha dicho que sí, le ha cambiado la cara y me ha contado que venía de Sevilla, de visitar a los padres de uno de ellos, pero rápidamente ha vuelto a sonreír, ha exclamado de nuevo que se caga en todos los demonios y me ha quebrado la columna con otro abrazo. Es así, el muy cabrón. Tiene la habilidad de caerte simpático mientras te descuajaringa el esqueleto.

Estaba esperándome, sin saberlo, en una esquina de la Calle Real de San Fernando, vestía de negro y llevaba alzacuellos. Era, y no lo sabíamos, mi motivo del día para sonreír.

miércoles, 18 de julio de 2007

Torres, mi ídolo


Hoy toca hablar de un nuevo héroe para mí. Se llama Torres, y seguro que algún despistado lector estará pensando en el futbolista ese friqui que lleva no sé qué tatuado en élfico en el brazo. Pues no, futboleros, lo siento. El día que Leónidas hable de un futbolista, estén seguros, no será para admirarlo.

Tampoco hablaré de mi jefe, Dani Torres, pues resultaría indignamente pelotero.

Hoy toca hablar de un juez. Leo en El Confidencial que "las formas estrella del juez Torres enervan al colectivo de abogados de Marbella". Digo yo que se referirán a la tercera acepción del verbo enervar en el Drae, o sea, que los picapleitos están nerviosos, porque las otras dos no me cuadran. Y no me extraña que estén nerviositos, los pobres, porque parece que en esa gran cueva de ladrones que ha sido Marbella quien más quien menos esconde un cadáver en el armario y un buen montón de mierda bajo la alfombra. Abogados, políticos, notarios, policías, constructores, banqueros... y hasta algún juez. Ahí tiene que haber nervios y adrenalina a carretadas desde que el juez Torres se ha propuesto no dejar títere con cabeza. Normal que los abogados, tan pretendidamente intocables ellos, estén cagándose por la pata abajo ahora que el señor Torres los tiene enfilados. Y oye, que los habrá honestísimos y tal, que no digo que no los haya así, pero vamos, que me parece de perlas que se los investigue, y si están libres de pecado, pues no sé a qué viene ese "enervamiento". Yo creo que más bien es cagalitrosis lo que tienen. (Cagalitrosis: cagarse por litros, y no por kilos, de modo incontenible, debido las más de las veces a un ataque de pánico y con el propósito de que su perseguidor ceje en la persecución desanimado por el insufrible olor).

Pues bien, ahora nos salen esos señores abogados haciéndose los ofendidos y echando pestes del señor Torres, (no dejen de captar el doble sentido tan logrado, aunque esté feo que lo diga yo). Que si ese tío va de juez estrella, que si no sabe una mierda de instruir un caso, que si las prisas, que si es un chulito, que si mi abuela fuma en pipa, que si nosotros somos güenos, que si tal y que si cual. Anda ya, hombre. Menos lagrimitas y más colaboración, ¿o es que tenéis algo que esconder?

El juez Torres le está bajando los humos a mucha gentuza, le está poniendo los pavos a la sombra a otra mucha, y le está poniendo las peras a cuarto al resto. Y por eso se merece mi aplauso, mi admiración, y hasta mi pornoteca. Pero... da miedo, eh, tan serio, tan entregado, tan valiente, tan dispuesto a recibir un tiro por la espalda, tan incorruptible... Joder, es que ese tío no parece de este mundo... de vuestro mundo.

Pues ya está, lo acusamos de ser un puto juez estrella y lo hundimos, por chulo y por no respetar las normas, nuestras normas. Uy, Torres, mira lo que dicen, que eres una estrella. Panda de golfos, pues claro que lo es, y una galaxia entera si me apuran. Y él no tiene la culpa.

Me pregunto si habrá jueces de naturaleza tímida que por miedo a ver sus nombres en primera página y su cara en el telediario no destaparán grandes corrupciones. Me lo pregunto y me respondo a mí mismo que sí, que seguro que se dan casos de ese tipo; los jueces son tan humanos como ustedes, como yo, incluso como Gusifluky. Y me parece terrible que por timidez, por miedo a convertirse en "estrellas", haya jueces que toleren la impunidad.

Así que si Su Señoría el juez Torres se ha convertido en una estrella, bien ganado se lo tiene, y quien lo ha puesto ahí ha sido, además de su abnegación y su sentido de la justicia, la corrupción marbellí, incluidos los abogados que se han ensuciado con ello, que sin duda son muchos más de los que ahora conocemos y de los que llegaremos a conocer.

Finalmente no puedo dejar de mencionar algo leído en la noticia de El Confidencial, algo que me ha parecido tan absurdo, falso y malintencionado, que no sé ni por dónde coger. Palabras supuestamente textuales del abogado Manuel Pelayo: “Nadie se vende por una botella de champán. Pero él [el juez Torres] sí que ha recibido 750.000 euros del Ministerio de Interior por la medalla al mérito policial y aquí nadie dice nada”. ¿Perdón? ¿Me lo explica? ¿Cuántos euros, dice? Hasta donde yo tengo entendido muchos policías de a pie reciben esa medalla, y si con ella recibieran tal cantidad de boniatos me temo que la mayoría se retirarían, amén de que las arcas del Estado se verían seriamente afectadas. Por otra parte, sospecho que es el equivalente a la Cruz al Mérito Militar en las Fuerzas Armadas y en la Guardia Civil, y este cabeza de chorlito, como indigno poseedor de dicha Cruz, quiere saber dónde están sus 750.000 eurazos. ¿Me lo explica, señor Pelayo? ¿Usted no andará un poco confundido? Porque lo que es yo, tras googlear un poco, sólo encuentro esto. (Ruego a los lectores que, en caso de encontrar explicación a las palabras de Pelayo me lo hagan saber. Tengo un interés personal en saber de dónde sale esa burrada. Muchas gracias).

martes, 17 de julio de 2007

El código HTML de los sueños


Los sueños, qué cosa tan curiosa.

Hace tiempo que vengo observando una disminución en la frecuencia de mis pesadillas y un aumento de sueños placenteros o... llamémoslos creativos. Me refiero a esos sueños en los que nuestro cerebro dormido teje complicadas historias con logradísimos argumentos que aunque disparatados, son también portentosas muestras de imaginación.

No sé a qué se debe este cambio, y tampoco quiero echar las campanas al vuelo, pero me hace suponer que me estoy recuperando de lo mío, ya saben. Y si no lo saben da igual; nada importante se pierden.

El caso es que la madrugada anterior me desperté bañado en sudor, pero sudor del bueno, del que es causado por el calor y no por las pesadillas. O tal vez --dejemos un hueco al prudente pesimismo-- se trataba de fiebre, que bien podría ser, porque me temo que mi famoso orzuelo se ha convertido en una infección algo chunga. Pero bah, lo peor que podría pasarme es que pierda un ojo, en cuyo caso seguirían quedándome otros dos, si bien es cierto que uno de ellos no sirve para ver. En fin, yo les hablaba de sueños creativos, y quería contarles que al despertarme a las tantas tenía en mente una historia cojonuda, una historia de la que ahora no recuerdo nada, una de esas historias que cuanto más nos esforzamos por retener en la memoria de los primeros instantes de vigilia más se nos escabulle entre las rendijas del olvido somnoliento. (Uhm, esta frase me ha quedado rara y demasiado larga, pero me gusta, qué caramba, así que la repito otra vez): una de esas historias que cuanto más nos esforzamos por retener en la memoria de los primeros instantes de vigilia más se nos escabulle entre las rendijas del olvido somnoliento. Ea, ya está.

Pues eso, que me dio mucha rabia porque la historia prometía, y yo sólo podía contemplar, impotente y legañoso, cómo se me escapaba, cómo se hacía más confusa por momentos, hasta que al cabo de unos segundos sólo quedaban un par de imágenes borrosas con las que no se podía escribir ni un cuentecito de veinte líneas.

Y entonces hice algo que me tiene terminantemente prohibido el doctor Grijánder (sí, de los Grijánder de Barbate de toda la vida): Me puse a pensar. Con dos cojones.

He pensado que tengo que encontrar la manera de extraer el lenguaje HTML de mis sueños, y así podré mediante un sencillo copipega plasmarlos en el editor de entradas de este Diario, sin que se desvirtúen, sin que se degraden. Sin que se olviden. Imagínense, nuestros sueños copiados en nuestras bitácoras, con todas sus imágenes, sus olores, sus voces y sus emociones.

Nuestros sueños hechos realidad, realidad virtual.

El día que descubra cómo convertir los sueños a lenguaje HTML, lo van ustedes a flipar.

domingo, 15 de julio de 2007

Pues... ¡escribe un cuento!



Hablaba anoche con una amiga y esta mañana tengo una resaca de no te menees. Hablaba anoche con una amiga y me he despertado pensando en ella. Hablaba anoche con una amiga que en cada palabra me transmitía una lágrima y no sé cómo secar su cara.

Tampoco hace falta; las lágrimas, donde mejor están es mojando la cara de niñas sufrientes. Por lo menos ahí son bonitas, brillantes, y es cuando mejor saben al lamerlas.

Hablamos sobre varias cosas, sobre árboles que se secan y sobre mujeres que no se quieren secar. Sobre familias que no queremos tener y sobre la familia que no tenemos.

Y esta mañana yo me he levantado con esa sensación que tan bien conozco: la necesidad de escribir sin saber qué, la necesidad de decirle a mi amiga que... ¿Qué puedo decirle?

Quiero decirle que la imaginación está ahí, para jugar con ella, y que no es malo hacerlo mientras mantengamos los pies en el suelo. Quiero decirle que es demasiado joven para verlo todo tan negro. Quiero decirle que la vida es muy hija de puta, pero también un bufón experto que siempre nos guarda un nuevo chiste con el que nos sorprenderá cuando menos lo esperamos. Quiero decirle que no mire con tanto rencor a ese punto al que siempre mira y observe sus alrededores, para que vea lo llenos que están de vida, de esa vida que tanto nos gusta a todos y que ella, además, se esfuerza por preservar.

Amiga, si yo tuviera un rosal (o una higuera, o un cerezo, o un naranjo... qué más da) que se me seca días antes de mudarme, no podría evitar pensar que se ha suicidado. De algún modo ha sentido con antelación mi marcha, y ante la imposibilidad de seguirme, ante el miedo de caer en nuevas manos que no le den lo que yo le daba, el triste rosal se suicidó.

Tú y yo sabemos que no fue así. Pero tú y yo queremos creer que fue así. Y no pasa nada. El escepticismo es una filosofía de vida mejor que cualquiera, pero no dejes que te estropicie la imaginación. Juega, niña, juega.

¿Sabes, amiga? Podrías escribir un cuento, una historia acerca de adioses y nuevas vidas llenas de ilusión. Un árbol que se seca cuando te marchas... Un argumento así no puede desperdiciarse.

Además, qué coño, a él le encantaría.

Juega, niña, juega.

sábado, 14 de julio de 2007

Anda que... estamos apañaos


A un australiano se le ha ido la pinza, se ha sacado del bolsillo un vehículo blindado de origen militar (aunque por la pintura parece más bien un chisme de coleccionista o pieza de museo) y la ha emprendido con las antenas de telefonía móvil.

Qué desperdicio, virgen santísima. Mira que disponer de un cacharro de esos y usarlo para tan gilipollesca función...

La noticia la he descubierto aquí, pero no se tomen al pie de la letra el titular, porque lo de disparar con el armatoste no parece que sea cierto; sólo se estrellaba contra las torres de telefonía.

Aparentemente se trata de uno de esos perturbados que culpa a las antenas de toda clase de males, como en su momento ocurrió con la electricidad, la locomotora... Hay quien no lleva nada bien vivir en esta época y debería volver a las cavernas. O a los árboles. (Un poco de luz al respecto, y ya puestos veamos lo que pasa cuando se carece de esa luz).

Pero lo que de verdad me toca los perendengues es que el tipo en cuestión haya dejado indemnes a los bancos, a las inmobiliarias y a las constructoras. ¡Qué gran oportunidad perdida, por las barbas del profeta! Anda que si yo echara mano de un trasto así... no pasaría nada porque no sabría conducirlo. En cambio puedo apañarme con otro cacharro que sí sé manejar, pero no sería lo mismo, ¿verdad? No sé, no tendría glamour.

Aichs, se me olvidaba un vídeo sobre el suceso: Dentro vídeo.

jueves, 12 de julio de 2007

¡Hostias, que se me caen las velas!



Estoy rodeado de magufos, y sobre todo de magufas. Hoy me han dado una mala noticia. Una pésima nueva admonitoria, que dicho así queda la mar de chuli.

Resulta que mi amiga C me está poniendo velas para curar el bonito orzuelo que adorna mi párpado superior izquierdo. Yo me cachondeo cosa fina, pero ella persiste con las velas y me da cariñosos tirones de orejas por mi escepticismo. Sin embargo hoy me ha confesado algo, muy preocupada y misteriosa ella:

C: Oye, mira, no sé si debería contártelo...

Leónidas: Cuenta, criatura, cuenta.

C: Pues que... Bah, déjalo, que te lo vas a tomar a pitorreo.

Leónidas: ¿Yo?, qué va. Cuéntame, chochete.

C: Pues que los dos días que te he puesto velas éstas se han caído.

Leónidas: Ah, ¿y eso es mala señal?

C: Pues claro. Y no te voy a dar más detalles, que no quiero preocuparte, pero... tu amiga Y tiene algo que ver.

Leónidas: ¡No jodas! ¿Y cómo lo sabes?

C: Lo sé y punto. No te fíes de ella, y ten mucho cuidado porque no es lo que parece.

Leónidas: Ahhh... ¿Y no será que las velas se caen porque están algo bebidas? A mí también me pasa cuando llevo una botella de DYC en el cuerpo.

C: Vete a la porra, idiota.

Leónidas: Mwajajajaja...

Hasta aquí la historia es inquietante, ¿a que sí? Ya ven, se me caen las velas, ni más ni menos. Titotatín, tatín...

Si yo fuera un malpensado escéptico sacaría la siguiente conclusión: C está liada conmigo desde hace unos días, en cambio Y me folla desde hace años. C ve a Y como una rival, y se la quiere quitar de en medio como sea.

Pero claro, hay que ser muy malpensado para considerar semejante argucia, así que mejor creo que Y está haciendo alguna brujería en mi contra, y la muy puta me tira las velas. Sí, creeré esto, que es bastante más lógico, dónde va a parar.

Ay, magufas de mi corazón, seguid con vuestras velas y con vuestras chorradas, pero no me cerréis nunca las piernas, porque mientras vuestras piernas permanezcan abiertas yo mantendré abierta mi mente... y erecta mi chorra.

Me gustan los sanfermines


Queridos aficionados a la tauromaquia:

Me cago en vuestros muertos. Así de claro. Y una vez dicho esto adopto un tono más formal y sigo con la carta.

No se crean ustedes que soy uno de esos locos que valoran más la vida de un bicho que la de un humano, no, nada de eso. Si tengo que escoger entre pegarle un tiro a un perro o pegárselo a ustedes... bueno, ahí tendría mis dudas, pero puestos a elegir entre un perro y una persona normal sería el perro el que tragaría plomo, lo tengo clarito. Pero no soporto el daño por el daño, el sufrimiento gratuito, la tortura estúpida y salvaje a la que someten a los toros.

Las corridas de toros son un invento para entretener a cobardes podridos de dinero y sedientos de sangre, pero demasiado pusilánimes para salir a la calle navaja en mano y cobrarse esa sangre poniendo en riesgo sus vidas. La gente que va a ver corridas de toros son de tres tipos: salvajes a los que se la pone morcillona ver el sufrimiento de un animal; turistas idiotas que piensan que España es un gran ruedo; y ricachones fumadores de puros, bebedores de champán y malfolladores de putas de lujo, que en frecuentes casos son sus propias esposas.

Diría que me dais pena, pero el asco se impone. La escoria como vosotros sois los mismos que de políticos se corrompen, de banqueros usuran, de jueces prevarican y de soldados traicionan.

Por todo esto me gustan los sanfermines. Vosotros, gentuza, no os pondréis nunca delante del toro --tanto caviar y tanta langosta no os permiten correr-- pero al menos me consuela pensar que vuestros bestias acólitos caen por decenas en estas fechas. Sin ir más lejos hoy he visto en algún informativo televisado cómo un toro empitonaba a base de bien a un desgraciado. El toro era de esos con largos cuernos finos, ideales para clavarse bien hondo. Ahí ha tenido un rato al personaje puesto por sombrero, hurgándole en las tripas, haciéndole cosquillas en el hígado. Y yo me he alegrado una barbaridad.

Así que ahora me estoy tomando un cubata a la salud de ese toro, deseándole mucha suerte. Olé los cojones del toro, que ha podido cobrarse por adelantado la debida venganza por la tortura y la sevicia a la que lo habéis destinado, cabrones, que sois unos cabrones.

Sin otro particular, su seguro servidor,
Leónidas K. de A.

miércoles, 11 de julio de 2007

Toy que me corro


Jo, qué bien. Acabo de recibir doce de los catorce libros que pedí a Casa del Libro. Los dos restantes no me los han podido conseguir (Aventuras, Inventos y Mixtificaciones de Silvestre Paradox, de Pío Baroja, y Diez Negritos, de Agatha Christie). Pero los otros doce acaban de llegarme:



  • 1280 almas, de Jim Thompson.

  • Muero por dentro, de Robert Silverberg.

  • El retrato de Dorian Grey, de Oscar Wilde.

  • La guerra de las salamandras, de Karel Capek.

  • Alicia en el país de las maravillas, junto a la segunda parte, A través del espejo, de Lewis Carroll.

  • Amor se escribe sin hache, de Enrique Jardiel Poncela.

  • Un yanqui en la corte del rey Arturo, de Mark Twain.

  • El árbol de la ciencia, de Pío Baroja.

  • Los propios dioses, de Isaac Asimov.

  • ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick.

  • Sin conciencia, de Robert D. Hare.

  • Solaris, de Stanislav Lem.

A estos doce debemos unir otro de Eduardo Punset que ando leyendo junto a otro más sobre cuya pista me puso Gerardo García-Trío, Sociología del milagro, y además el exitazo que aún no he empezado, La Catedral del Mar, regalo de mi adorada Charipitruky.

En total quince libros seleccionados por unas u otras razones. Me gusta oler sus páginas, percibir ese aroma a papel nuevo y recrearme de antemano pensando en las muchas y buenas horas que me van a proporcionar. No sé, igual les parece una tontería, pero este es el tipo de cosas que me hacen feliz. Para colmo mi gato Gusifluky se lo está pasando bomba mordisqueando la caja en la que venían los libros; le encanta morder todo objeto nuevo que entra en casa.

Hace unos tres años alguien de cuyo nombre no me quiero acordar me preguntó a qué aspiraba en la vida. Ahora me gustaría responderle:

"Aspiro a esto, a rascar un poco de felicidad día a día en las pequeñas cosas; a esa felicidad que tú no vas a encontrar en tus aires de grandeza, ni en tus negocios frustrados, ni en tus amantes millonarios para los que sólo eres... lo que has escogido ser".

Me siento feliz, puñetas, me siento feliz.

Curso acelerado sobre orzuelogía y diversos tratamientos, cuál más descabellado e infalible


Hola, amiguetes. Últimamente he aprendido un huevo y la yema del otro gracias a los consejos y explicaciones de compañeros, amigos, y hasta de perfectos desconocidos, como el cajero del Mercadona que me acaba de atender. Me parecería un derroche no transmitir tanta sabiduría, así que hoy me pongo didáctico para explicar por qué aparecen los orzuelos y cómo hacerlos desaparecer.


Capítulo uno. El orzuelo (por el orto te la cuelo) . ¿Por qué aparece? (agárramela y mira cómo crece).



El orzuelo, mal y habitualmente llamado anzuelo, tiene tantos posibles orígenes como negros pelos tengo yo en los cojones. Que sepa este cabeza de chorlito se puede deber a:

  • Una mujer embarazada se ha enamorado de usted.

  • Una mujer embarazada le ha echado el famosísimo mal de ojo porque usted la ha rechazado.

  • Una mujer embarazada le ha echado el famosísimo mal de ojo porque sí, sin que medie provocación por parte de usted.

  • Su gato le ha causado una infección.

  • Un pelo se le ha infectado. (?)

  • Le está saliendo a usted un diente, pues la aparición de los orzuelos va indefectiblemente unida al crecimiento de los dientes. Aunque tenga usted ochenta años. Y no haga preguntas.

Como anécdota curiosa diré que los médicos, siempre en la inopia ellos, afirman que se debe a una glándula sebácea obstruida. Qué imaginación tienen los jodíos.


Capítulo dos. El orzuelo. ¿Cómo se cura?


Si diversas son las razones por las que se producen los orzuelos, más variedad hallamos en los tratamientos. Hoy en día, con lo que la gente sabe, el que tiene un orzuelo es porque quiere, el muy caprichoso. Veamos los tratamientos de los que tengo conocimiento a día de hoy, advirtiendo al lector que seguramente no serán los únicos:



  • Encienda una vela blanca, o dos si son pequeñas.
  • Frote un anillo de oro contra su ropa y cuando se caliente aplíquelo sobre el orzuelo.

  • Frote un anillo de oro para calentarlo, pero ojo, debe frotarlo sobre un pantalón vaquero. Después aplíquelo al orzuelo (el anillo, no el vaquero).
  • Escupa al suelo, cubra el salivazo con un puñado de sal, y a medida que el sol seca el gargajo se irá secando también el orzuelo.

  • Mate a su gato.

  • Póngase una llave (de las antiguas que son huecas) sobre el orzuelo. A esto se le llama abrir los ojos.

  • Coja un vaso de agua mineral (por alguna razón la del grifo no vale). Disuelva un puñado de azúcar. Ponga el mejunje a fuego lento, como si estuviera haciendo mermelada. Cuando esté calentito se lo aplica mediante un algodón sobre el párpado. Después apriete fuerte el orzuelo... hasta que sangre.

Como ven hay remedios para todos los gustos, y además todos bien baratos teniendo en cuenta que si optan por el del anillo de oro pueden pedirlo prestado a ese tío ricachón que hay en todas las familias.


Por si no tuvieran bastante con todos estos eficacísimos remedios de la abuela (de la abuela cuando empezó a chochear, se entiende), aún están los listillos de los médicos con sus disparatadas ocurrencias, como la de aplicar paños empapados en agua caliente para drenar la grasa acumulada en el párpado. Bah, una chorrada como una catedral, ya saben, los médicos y su dogmatismo científico. Qué canallas que son. Esos lo que quieren es que todo el mundo tenga eternos orzuelos para ser ellos los más guapos. Se habrán creído que somos tontos, caray.


Actualización (12-07-07): Otro remedio del que acabo de enterarme consiste en frotarse una mosca sobre el párpado. Con el ataque de risa que me ha dado no he podido enterarme de si la mosca tiene que estar muerta o viva. Están locos, estos romanos.


lunes, 9 de julio de 2007

Imántate, soldadito, imántate



BENEFICIOS DE LA IMANTERAPIA:

"ME DIANTE EL METODO HARMANT, DE MANERA QUE LA POSICIÓN NORTE-NORDESTE, SIN IMPORTA SU ORIENTACIÓN NATURAL. NOS PRODUZCA UN DESCANSO MÁS RELAJADO Y EFECTIVO". (Sic)

TRATAMIENTO DE ENFERMEDADES:

"EL EMPLEO DE CAMPOS MAGNETICOS PULSANTES DE BAJA INTENSIDAD ES UN METODO TERAPÉUTICO EFICAZ POR SUS MUCHAS ACCIONES ANALGÉSICAS Y ANTI-INFLAMATORIA, ESPASMOS, ANTIDEMATOSAS, ETC." (Sic)

"ES UTILIZADA PARA LA MEDICINA DEPORTIVA, REHABILITACIÓN Y RELAGACION." (Sic)



Decir que estoy indignado sería decir poco, pero también es cierto que tengo que aprender a tomarme las cosas con más humor, porque no puede ser sano que cada dos por tres (6) me agarre estos ataques de mala leche.

Por si no lo saben les confesaré que trabajo en un centro del Ministerio de Defensa, y ahora les pregunto: ¿Pueden imaginarse un acuartelamiento convertido en lugar de acogida de charlatanes? ¿Se imaginan un establecimiento militar facilitando la propaganda de curanderos y farsantes? Pues está ocurriendo. Parece que nuestras Fuerzas Armadas, en esa loca carrera por parecer cada vez más una oenegé desarmada y buenrrollista, han llegado a dar el salto a la sinrazón más absurda e irresponsable.

Ocurre que en el Acuartelamiento en el que estoy destinado (no mencionaré esta vez el nombre por piedad) se permite el acceso y se ceden locales a unos charlatanes, analfabetos además, para que hagan su engañosa función de magia con el objeto de captar clientela. Ya de paso estos traficantes de la ingenuidad podrán engordar su currículum afirmando que han "demostrado" su eficacia en organismos oficiales del Estado. Buena jugada, la de los mercaderes de la ignorancia. Pésima decisión la de la Autoridad militar que ha permitido este despropósito.

Se ha perdido la seriedad en las Fuerzas Armadas, no quiero pensar si también la vergüenza. En realidad sospecho que el proceso comenzó en 1988, gracias al Real Decreto-Ley 1/1988 de 22 de Febrero. (Dejo como ejercicio al lector curioso el averiguar a qué me refiero).

Si tienen estómago aquí les dejo escaneado el folio publicitario que hoy se ha repartido en un acuartelamiento de la provincia de Cádiz:



(Hagan clic sobre la imagen para disfrutar de un precioso texto repleto de erratas, patadas a la ortografía, mentiras y sinsentidos varios).
Actualización (29-07-07): No sé cómo se me pasó en su día enlazar este magnífico texto de Mauricio-José Schwarz.


viernes, 6 de julio de 2007

Orzuelos, embarazadas, anillos de oro y gatos



Desengáñense, a pesar del título esta entrada no va sobre ninguna extraña desviación sexual, sino sobre experiencias... ¡sobrenaturales! Titotatín... tatín...

Desde hace dos semanas luzco en el párpado superior izquierdo un precioso y elegante orzuelo que me da cierto aire de distinción. En realidad tengo el ojo que parece una patata, pero lo del aire distinguido tenía su aquel, ¿a que sí? Pues bien, experiencia tan molesta y antiestética me está enseñando una serie de cosas que me tienen sobrecogido. Por ejemplo lo de la embarazada enamorada. Ah, ¿que no saben de lo que hablo? Ay, no están ustedes al día en supersticiones. Yo se lo cuento:

Resulta que, según me han referido en diferentes días y diferentes personas, cuando a uno le sale un orzuelo significa que una mujer embarazada se ha enamorado de él. Toma castañas. Cabría preguntarse, pues, a qué se debe el orzuelo en el párpado de una mujer, ¿un hombre embarazado se ha enamorado de ella, quizás? Como ven hay algo que no cuadra, pero recuerden ustedes que estamos hablando de supercherías, y para que una superchería lo sea en toda regla tiene que tener sus puntos flacos, y cuanto más disparatada mejor.

Sabe el chorlitiano lector que no soy nada amigo de creencias de este jaez, y hago bien por la cuenta que me trae. Imaginen mi angustia, mi desasosiego, si me creyera semejante tontería. Todo el tiempo acojonado, temiendo encontrarme en cualquier esquina a la susodicha con su bombo a cuestas:

Embarazada Enamorada: Oh, Leónidas, te amo. Te veo con ese orzuelo tan coqueto y se me hace el chichi pepsi cola.

Leónidas: ¡Por las barbas del profeta! Pero si es la legendaria embarazada enamorada en carne, feto y hueso...

E.E.: La misma que viste y calza.

L.: No, si calzarte está claro que algo te has calzado para tener ese bombo.

E.E.: Oh, Leo, eres tan ocurrente... ¡Estoy enamorada de ti como nunca lo estuve de ningún otro cabeza de chorlito!

L.: Puaf, pues como todas. ¿Y dónde está la noticia?

E.E.: La noticia es que... ¡Este hijo que llevo en lasentrañas mías es tuyo!

L.: Vale. Ya hablaremos de eso otro día, ahora me urge alistarme en la Legión Extranjera.

Afortunadamente para todos, especialmente para ese hipotético bebé, todo esto no son más que disparates. Pero la cosa no acaba aquí, porque también me he enterado de un remedio infalible del carajo que cura el orzuelo en un santiamén, o más exactamente en un minuto, según me aseguraba un compañero. El remedio consiste en coger un anillo de oro (tiene que ser de oro, y no del que cagó el moro) y frotarlo enérgicamente contra la ropa hasta que se caliente, después se aplica directamente en el orzuelo. Un minuto más tarde no habrá orzuelo. Otros amables y charlatanes compañeros corroboraron la infalibilidad del remedio. Ahora cabría preguntarse por qué puñetas la gente aguanta los orzuelos durante semanas habiendo un remedio tan sencillo y eficaz, ¿será, acaso, que a la peña le va eso de tener un ojo como si acabaran de pelearse con Rocky? Otra estupidez para la colección, si bien es cierto que en este caso hay una explicación para tan descabellada idea, que tiene su origen en tratamientos reales, pero deformados por la ignorancia y la superchería. Como dijo alguien cuyo nombre desconozco, pero que debía de ser un tipo interesante: "No creo en la sabiduría popular cuando se basa en la ignorancia colectiva". O algo así.

Me propuse callarles la boca a los que me aseguraban que lo del anillo funcionaba. Fue fácil. Un compañero me dejó uno de esos horteras y enormes sellos de oro, y ahí que me puse a hacer el gilipollas frotando el anillo, como un Aladino con agnosia visual. Cuando consideré que estaba bastante caliente lo puse sobre el párpado. Calidez, sensación de estar haciendo el tonto y... ¡oh, también alivio! Así estuve un buen rato. "Cuando notes que se ha enfriado tienes que volver a frotarlo", me dijeron. "¿Habrá una cámara oculta?", pensé yo. Así lo hice, muchas veces, durante unos dos o tres minutos. Nada, el orzuelo no cambió su aspecto ni siquiera mínimamente, pero algo quedó claro: el calor alivia.

Cuando quedó patente que no era cierto que en un minuto desaparecería el orzuelo cambiaron la versión. No, en realidad no hace falta un minuto, hay que estar un buen rato. ¿Cuánto es un buen rato? ¿Quince minutos o siete horas frotando anillos? Con estas cosas siempre ocurre lo mismo, los crédulos se niegan a admitir su error, y donde dijeron digo dicen Diego, y así hasta que las ranas se peinen con tupé. Soplagaiteces, en fin.

Sin embargo, y volviendo a lo que decía sobre tratamientos reales, esta del anillo de oro es una creencia que, aunque desvirtuada y exagerada, tiene una base real. Tras una somera investigación a cargo de mi primo Google descubro que los orzuelos son una obstrucción de las glándulas sebáceas que "engrasan" las pestañas. Si no hay complicaciones remiten solos al cabo de un tiempo, pero el proceso de cura se puede acelerar con la aplicación de calor, el cual dilatará los poros y liberará lo que no es otra cosa que acumulación de grasa. Esto explica la fe popular en el anillo calentado por frotamiento, pero, ¿por qué ha de ser de oro? Pues porque parece ser que antiguamente se trataban los orzuelos mediante unas curas con sales de oro, de ahí que la ignorancia colectiva llegara a la conclusión de que calentar un anillo de oro y aplicarlo al párpado funcionaría. Luego ya vienen las creencias del todo irracionales, como la que me aseguraba que en un minuto desaparecería el orzuelo. De hecho, normalmente, hacen falta varias aplicaciones diarias de compresas calientes durante varios días.

Otro asunto curioso que ha salido a la luz entre mis compañeros debido a mi famoso orzuelo tiene más que ver con los prejuicios que con las supersticiones, pero seguimos con lo mismo de siempre: la ignorancia, la maldita ignorancia, y sobre todo, las pocas o ningunas ganas de reducirla. Estos días he tenido que escuchar frases como las que siguen: "Eso va a ser por culpa del gato", "mata ya a ese puto gato", "¿Tienes un gato? ¡Mátalo!" Simpatiquillos, eh, y siempre encantados de culpar a los gatos de cualquier mal. No saben lo que se pierden por no conocerlos. Pobre Gusifluky. Vale que es un hijoputa del tamaño de la manga de una beata, pero él no tiene nada que ver con mi glándula sebácea obstruida, el pobre.

ACTUALIZACIÓN (09-jul-07): Ahora me entero de otra versión levemente distinta sobre la superstición de la embarazada. Según algunos, se trataría de una embarazada que, por despecho ante mi desprecio, me habría echado el archiconocido mal de ojo. Titotatín... tatín...