(Cuento publicado originalmente en dos entradas de Spaces, los días 15 y 16 de Septiembre de 2006).
En una época de mi vida viví en un piso compartido. Puse un anuncio buscando compañero para compartir gastos, y acabé viviendo durante unos meses con un psiquiatra. Casi no nos relacionábamos, pero tanto él como yo éramos muy desordenados. Eso explica que cuando al fin nos separamos algunos de sus documentos quedaran mezclados con los míos.
Tras varios meses en mi nuevo hogar, uno que ya no compartía y que es donde ahora vivo, encontré entre las leyes que rigen mi profesión y mezclados con diversos documentos copiados de mi expediente profesional unos papeles que me eran del todo desconocidos. Deben de ser de Joaquín Gálvez, mi antiguo compañero de piso, el psiquiatra.
Entre ellos me llamó la atención especialmente algo manuscrito. Me ha llevado mucho tiempo descifrar esa letra, pero creo haberlo hecho con cierto éxito. Déjenme que se lo transcriba:
EXPEDIENTE 16/98. M.C.S.T.
3 de Noviembre de 1997.
Hace dos semanas desapareció Olga, una niña de mi barrio. Sólo tenía doce años. Un mal día fue al colegio y no volvió. Según los profesores de la niña ese día asistió a clase y salió puntualmente, como cualquier otro día. Pero para los padres no fue un día normal, no, ni mucho menos. Primero la leve inquietud porque pasan unos minutos de la hora a la que suele llegar su hija, después un creciente nerviosismo por la desusada tardanza, a continuación la llamada al colegio mientras un plato sin comensal se enfría en la mesa con un hueco libre, y finalmente la llamada a la policía.
Dicen que la madre anda algo trastornada, y que algunos días llama al colegio para preguntar por qué su hija sigue castigada y cuándo la van a dejar salir. Yo no he tenido hijos, pero imagino que una desgracia así altera a cualquiera. En realidad todos teníamos miedo. La gente hacía cábalas sobre el posible paradero de la niña, pero lo que más aterraba era la suposición de que sus raptores, o asesinos, o violadores, o las tres cosas, estuvieran entre nosotros, en el barrio.
Podía ser el simpático panadero, con su cuerpo descomunal y siempre contando chistes verdes. O el funcionario huraño y amargado, del que se dice que es homosexual y que vivía solo en el edificio de enfrente. O el viejo de al lado, que estuvo preso cuando era joven por no sé qué feo delito relacionado con mujeres. O el dueño del video club, con toda esa asquerosa pornografía en las estanterías de su local. O... cualquiera.
8 de Noviembre de 1997
Sin embargo ayer el barrio respiró tranquilo. La policía detuvo a un sospechoso, un primo de la desaparecida que está metido en turbios asuntos de drogas y prostitución. No se sabe nada de la niña.
Poco duró la alegría. Hoy no ha vuelto del colegio una vecina de mi misma planta. Gema tiene catorce años y es la primera vez que no está en su casa a la hora de la comida. Los padres están desquiciados, aunque la policía dice que probablemente sólo sea una travesura. Pero yo no creo eso, y estoy asustadísima. Vivo sola y tengo más de setenta años, casi no puedo valerme por mí misma. ¿Y si ahora vienen a por mí?
11 de Noviembre de 1997
Han pasado ya tres días desde que Gema falta de su casa y en el barrio no se habla de otra cosa. En la peluquería, en la carnicería, en los portales, en cualquier esquina se rumorean chismes de lo sucedido y se da rienda suelta al morbo, añadiendo cada cual los productos de su imaginación a un sinfín de posibilidades sobre el destino de la pobre Gema.
A nadie parece preocupar ya qué ha sido de Olga, que lleva más de tres semanas sin dar señales de vida. Es como si con la detención de su primo todo haya sido resuelto, y a nadie interesa que el sospechoso niegue toda relación con la ausencia de su prima. Tampoco se pregunta nadie dónde está ella, basta con la detención de alguien para calmar a la gente. Tal vez sea mejor así.
14 de Noviembre de 1997
Cuatro días sin noticias de Gema. El morbo y la curiosidad de los vecinos no ha disminuido. Todo el mundo habla, pero siempre en susurros, como si temieran ser escuchados por el secuestrador, o por los padres de la niña, a los que no gustaría saber que su desgracia sirve de comidilla en el barrio.
Se ven caras nuevas últimamente por el barrio. Hombres sentados en un banco del parque leyendo el periódico, jóvenes que hacen deporte incansablemente durante toda la mañana, apáticas personas que pasan horas dentro de coches aparcados... ¿Policías que vigilan? ¿Maníacos a la espera de más víctimas? Una de estas personas es un hombre maduro que se parece mucho al actor Clint Eastwood. Me da muy mala espina. He notado que a veces me miran cuando paseo tomando el sol o cuando vengo de la tienda de la Toñi, con el carro de la compra arrastrando tras mi artrítico esqueleto. En alguna ocasión se me ha quedado mirando el hombre que se parece al actor, y me ha dado mucho miedo. Su mirada es muy penetrante, no me gusta nada cuando me miran como si me desnudaran. ¿Pensaba asesinarme, o sólo se planteaba ayudarme con el carrito? Estoy aterrada.
¿Y si ahora vienen a por mí?
23 de Noviembre de 1997
Los días pasan. Las noticias de las niñas no llegan. Ya nadie habla en las esquinas. Sólo dos detalles nos recuerdan que algo malo sucede: los niños juegan menos en la calle y a cambio ésta parece tomada por desconocidos forasteros que se turnan para pasar desapercibidos, aunque nada escapa a una vieja ociosa como yo.
Bajo la almohada guardo un enorme cuchillo de cocina, y si alguien viene a por mí con perversas y sucias intenciones se llevará una pequeña sorpresa de esta ancianita desvalida que aún conserva muy mala uva, pero que muy mala uva de verdad. Mala leche de la de antes.
Estoy muy preocupada por los padres de Gema. La madre se pasa todo el día pegada al teléfono. Hoy la he visitado. Tiene algunos dedos vendados porque se los ha destrozado de tanto morderse las uñas. El padre no va a trabajar, y deambula por la casa con las manos en los bolsillos, despeinado y sin afeitar, con los ojos inyectados en sangre, y de vez en cuando balbucea misterios que sólo él comprende y que le plasman tristes y estúpidas sonrisas en la cara, pero nunca en los ojos.
Creo que toda esta tensión, toda esta incertidumbre, me está afectando de un modo inesperado. Allá donde vaya me parece oír pasos siguiendo los míos, incluso cuando estoy en mi propia casa. En ocasiones me tomo una tila, me siento y pienso que soy una vieja paranoica, y que es absurdo creer que vendrán a por mí, ¿quién puede estar interesado en una vieja solitaria y chocha?
24 de Noviembre de 1997
Hoy hubo un gran revuelo en mi bloque. Un compañero de clase de Gema ha contado una interesante novedad que hasta ahora había silenciado porque pensaba que todo el mundo lo sabía. Según este muchacho Gema llegó a entrar en el edificio el día que desapareció. El joven afirma haberla acompañado al salir de clase, como hacía habitualmente, porque él vive unas calles más arriba. Asegura que se despidió de su amiga y vio como la puerta se cerraba tras ella. Varios policías han interrogado a todos los vecinos. A mí me ha tocado una agradable señorita a la que su uniforme sentaba muy bien. Mientras me hacía preguntas me he sentido tranquila y segura, pero cuando se ha ido he empezado a comprender.
El peligro puede estar entre los mismos vecinos. Tengo muchísimo miedo. Más tarde o más temprano vendrán a por mí.
26 de Noviembre de 1997
Han pasado dos días desde el interrogatorio y no han detenido a nadie. La incertidumbre me impide prestar atención a mi telenovela favorita. Ni siquiera sé si Carlos Raúl Godofredo se hizo la vasectomía al fin para no dejar embarazada a María Clarisa de las Mercedes.
Esta mañana me he cruzado en la escalera con el vecino del 1º-D. Lo odio. Nunca me gustó. Hay algo en su mirada que inspira desconfianza. Me ha mirado y he sabido al instante que escondía en su mente pensamientos oscuros.
Más tarde ha ocurrido algo muy extraño, y no sé si ha sido una pesadilla o si realmente ha pasado. Como últimamente apenas duermo esta tarde he caído rendida en la cama después de comer. Llevaba durmiendo algo más de media hora cuando me han despertado unos ruidos por la casa y... ¿o sólo me ha parecido escucharlos? No sé, no puedo estar segura. Se trataba de suaves pisadas, el ruido al caminar de alguien que está donde no debe y teme ser descubierto, el roce de la ropa de alguien que se esconde. He tenido tanto miedo... Estaba aterrada, paralizada, inmovilizada por un terror inaudito, incapaz de mover un solo dedo. Creía que ya estaban aquí para... algo malo.
Finalmente me he vuelto a dormir, y ahora dudo si ocurrió o fue un sueño. Pero hay más. El cuchillo. ¿Qué pasó con el cuchillo? ¿Por qué no tuve el valor de cogerlo? Dios mío, tengo mucho miedo, sólo soy una vieja que a la hora de la verdad no tiene el valor suficiente para defenderse.
5 de Mayo de 1998
Hace meses que me hallo recluida en un hospital del que no me dejan salir. El médico que me atiende, el doctor Joaquín Gálvez, me ha pedido que termine de escribir esto, pero lo cierto es que ya no me apetece escribir. No me apetece hacer nada. Sólo quiero morirme, por eso seré breve:
Una mañana, muy temprano, mientras estaba sentada en mi sillón escuchando música, alguien comenzó a llamar insistemente a la puerta. Decían algo, pero yo no presté atención, ya sabía que eran ellos y que venían a por mí. Por fin.
Se produjo un ruido estruendoso y la puerta fue arrancada. Acto seguido comenzó a desfilar gente con uniforme y armas por mi casa. Clint Eastwood llegó junto a mí y me hacía muchas preguntas que yo no escuchaba. Alguien apagó la radio. Otro policía salió vomitando de la cocina, entonces Clint se dirigió allí, y al cabo de unos segundos salió con los ojos muy abiertos, no entornados como en las películas.
Ya no fueron necesarias más preguntas; en el frigorífico quedaban restos de las niñas que no tuve tiempo de comerme.
María del Carmen Sánchez Tárrega
(N. del A.): Jamás he convivido con un psiquiatra llamado Joaquín Gálvez. Alegrémonos por él. Y que yo sepa nadie llamado María del Carmen Sánchez Tárrega se dedica a devorar niñas, pero si así fuera desde este blog le deseo buen provecho.
Leónidas Kowalski de Arimatea
Aventuras de un coro municipal
Hace 5 horas
1 comentario:
Comentarios importados de Spaces:
(sin nombre)
Qué honor y qué alegría tenerte por aquí, No Creo Gerardo. Ha sido todo un sorpresazo. Ojalá vieras la sonrisa que se me ha quedado.
Escueto... sí, tal vez sea eso lo que me dejó inquieto cuando lo escribí. También yo prefiero el cuento de Víctor, además me reí mucho cuando lo escribí y le tengo mucho cariño.
Cuando por fin te animes (que sé que lo harás) a tener tu blog, por favor, házmelo saber. Mientras tanto, no dudes en discutirme lo que te plazca de cuanto escribo. Es bueno debatir con gente sabia como tú, sin malos rollos pero dándonos caña cuando nos la tengamos que dar.
(¿"Sin nombre"?, ya ni yo mismo puedo comentar en mi blog identificándome debidamente, grrrrrr...)
Leónidas K. de A.
19/09/2006 19:26
(http://cabezachorlito.spaces.live.com/)
Inconformista Severo
Pues a mi me parece una historia genial, Leonidas. Aunque me gusto más la de Victor, creo que en esta pecas de escueto. Eres demasiado bueno para hacer historias así de cortas.
PD Soy No creo Gerardo, que por fín me dí de alta.
19/09/2006 19:04
miss brightside
se me han parado hasta los pelos q no tengo!
y como hasta hambre me ha dado... te dejo por un bocado...
X)
extraño al Victor... jeje
18/09/2006 22:06
(http://danielasweetchild.spaces.live.com/)
Tesa
Decididamente eres tú el rarito ... y lo sabes.... y te encanta.
Yo no sabía lo de "La maricona", y si lo sabía, lo he olvidado. Ya sabes que estoy mayor y el alemán ese que me esconde las zapatillas me mete una colleja de vez en cuando y me vuela los recuerdos.
Pesada soy, desde luego, a partir de este verano cuatro kilos más de los que tengo que deshacerme.
Besotes
17/09/2006 3:53
(http://logotipos.spaces.live.com/)
nata
Encontré tu espacio a través de otro.
Qué suerte que tuve.
Lo que leí en esta entrada simplemente me E-N-C-A-N-T-Ó. Qué relato lleno de estilo y elementos sorpresas, entre otras cosas q aún no he identificado.
Saludos, y sin duda, volveré :D
17/09/2006 3:35
(http://natachavez.spaces.live.com/)
Leónidas
Pues insisto, Sergio, María y Marta. Cuando escribí este cuento, a finales de 1997, me dejó la sensación de haber hecho algo mal, de no haber sabido plasmar lo que pretendía, y hoy, nueve años después, sigo pensándolo.
Es curioso. A veces publico cosas que me encantan y pasan sin pena ni gloria, y otras veces, como ahora, me felicitáis por lo que me parece una mediocridad. Qué raritos sois, lectores. O qué rarito soy yo.
16/09/2006 23:54
(http://cabezachorlito.spaces.live.com/)
marta marmota
Eres asqueroso y te odio.
(Sí, soy una envidiosa y me jode ver que escribes tan bien. Y para colmo consideras este relato mediocre. Definitivamente, te odio.)
16/09/2006 23:30
(http://elsuenodelamarmota.spaces.live.com/)
María
Le comento a cierto Sergio que una abuela no puede masticar niñas porque seguro tiene dentadura postiza o los dientes débiles. ¿Sabes qué me contesta? Que con los pegamentos esos extrafuertes que salen en la tele sí que podría.
Se está volviendo también al lado oscuro y tenebroso de lo morboso!!!! Ahhhhhhhhhhhhhhh!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Me vais a matar entre todos de un disgustazo.
Yo estoy con Tesa, a pesar de la antropofagia es muy buena la historia :)
Después de este comentario cuántos puntos llevo??? 400???
Muaaaaaaaaaaaaaaaaaaaacks
16/09/2006 22:10
(http://may82may.spaces.live.com/)
Sergio
que forma mas original de llenar la nevera...como la comida a domicilio!
Asi q no es tu mejor relato...q chulo eres jejeje ;)
Saludos Percutor
Sergio
16/09/2006 20:09
(http://kasinet.spaces.live.com/)
Leónidas
Lo que son las cosas... ¿y a mí que este relato me parece bastante mediocre? Te lo digo en serio, lo he publicado porque lleva dándome por saco casi diez años entre mis papeles viejos, pero nunca me convenció del todo. Y tú me sales con que es lo mejor que me has leído... Pues vaya.
Ellos, salvo el Zampabollos que no pertenece a nuestro selecto círculo, me suelen llamar Pinator el Percutor, adivina por qué. Bueno, no, en realidad me llaman La Maricona (entiéndase que es en sentido irónico, claro). Esto ya lo he explicado unas cuantas veces, Tesa. Eres una pesada.
16/09/2006 17:04
(http://cabezachorlito.spaces.live.com/)
Tesa
¡Lo sabíaaaaaaaaaaaaa!!!! ¡Sabía que era la vieja!!! ¡¡El capítulo final me encanta, Leónidas, es lo mejor que te he leído hasta ahora!! (Bueno, cuando el amigo aquel se cargó a la madurita con la que hacían el trío pensé que pocos relatos podrían superarlo).
Besitos
¡Ah!! por cierto... El Gordo cabrón, la Puta pelirroja, el Maligno y el Zampabollos ¿cómo te apodan a ti???
16/09/2006 14:24
(http://logotipos.spaces.live.com/)
Tesa
Muy bueno ... no dejas de sorprenderme
Besos
16/09/2006 0:46
(http://logotipos.spaces.live.com/)
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