Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

domingo, 28 de enero de 2007

Mis profesores

(Publicado el 18 de Junio de 2006 en Spaces).

Era inevitable que antes o después les hablara de mis profesores. Son gente importante en la vida de cualquiera, especialmente para un mal alumno de E.G.B. Los tuve buenos y malos, muy buenos y muy malos. De los buenos voy a contar poco, no tengo el día halagador, pero de los malos... ay, de los malos. Ya estoy afilando toda la mala baba que encuentro por casa, y hasta le he pedido una poca a un vecino, que amablemente me la ha prestado en una fiambrera de plástico.

Vamos con los buenos, acabemos eso lo antes posible. Doña María Jesús Quintanilla (Lengua y Literatura), una mujer madura, guapa, con una fascinante personalidad. Supo enseñarnos de todo un poco, o al menos lo intentó, y para ella hablar de libros y lectura era un placer, y así nos lo quiso transmitir. Aprovechaba algunas de sus clases para darnos lecciones de moral y educación, al margen de su asignatura. Lo hizo bien, muy bien. Salvo aquella vez en que su hijo metió la pata y se le olvidaron a esa señora ciertas cosas que nos había enseñado, pero eso es otra historia, como diría Ende. Y con esto se acabron los buenos. Ha sido breve, eh.

Y ahora... ¡a dar caña a la escoria que tanto contribuyó a joderme la infancia!

Doña Josefina Quintanilla, hermana de la anterior. Una solterona amargada y remilgada. Aprobaba o suspendía a los alumnos en función de su nombre y según le cayeran a ella, además demostramos varias veces que "corregía" los exámenes sin leerlos. A veces mandaba a algunas alumnas de su séquito de pelotas a comprarle medias o lo que se terciara en horas de clase, eso naturalmente garantizaba el aprobado a las recaderas.

Doña Angelina, la pedófila que no hacía honor a su nombre. Creo que la padecí en primero de E.G.B., aunque no estoy muy seguro. Tenía esta mujer la simpática idea de castigarnos por no hacer las tareas bajándonos los pantalones y los calzoncillos ante el resto de la clase. Muy bien, campeona, me pregunto dónde le enseñaron a motivar de esa manera a sus impúberes alumnos. ¿Sabe Usted, guarra, el martirio atroz que supone para un niño retraído que lo desnuden ante las risas de sus compañeros? ¿Es Usted consciente, asquerosa bruja, de que hoy en día gran parte de mi misoginia puede que se la deba a Usted? ¿Se excitaba Usted aplicando tan peculiar castigo? ¿Le siguen gustando los pequeños genitales masculinos sin vello y encogidos por el miedo? ¿Por qué a las niñas no les aplicaba Usted el mismo tratamiento? ¿Se imagina la que se montaría si se supiese que un profesor le hace tal cosa a sus alumnitas? Sería un monstruo, ¿verdad?, pues exactamente lo que es usted. ¿Sabes, Angelina? Me encantaría verte intentar de nuevo algo así con este hombre que ahora te habla. Igual me daba el gustazo de, por primera vez en mi vida, cruzarle la cara a una mujer.

Y ahora... la Bestia Negra. Doña Mari Carmen. Fuiste mi pesadilla durante dos cursos, cuarto y quinto de E.G.B, dos larguísimos, eternos años. No tolerabas que un alumno fuera a su aire, que no admitiera tu tiranía, y eras refinadamente cruel con cualquiera que osara salirse de tu rebaño. ¿Te acuerdas de Toledo y Mompeán? Yo sí que me acuerdo, fueron mis compañeros de castigos innumerables veces, aunque no mis amigos. Ellos eran indisciplinados y rebeldes, y se tomaban a pitorreo tu autoridad. Yo no, yo te respetaba y te temía, por eso te cebaste de esa manera conmigo, a mí me podías humillar cuanto quisieras y sabías que jamás me rebelaría. Además contabas con que mis padres siempre estarían de tu parte, aunque ellos de buena fe pues son gente bondadosa.

Tengo muchos recuerdos de ti, Mari Carmen, y ninguno bueno. ¿Te acuerdas del día que sangré por la nariz y manché algo? Seguro que no te acuerdas, qué pena, es un lindo recuerdo. Ja. Deja que te refresque la memoria. Debió de ser en una clase de manualidades, y hacíamos el chorra con plastilina. En algún momento me dio por hacer el payaso, nunca mejor dicho, y modelé una enorme y redonda nariz de payaso que coloqué sobre la mía. Apretaría demasiado, porque la nariz de verdad empezó a sangrar, manchando así tu preciosa plastilina. Cuando yo era niño estaba más que acostumbrado a sangrar por la nariz, así que no me preocupó demasiado, pero lo que no me podía esperar es que me regañaras por ensuciar la plastilina, y eso es justamente lo que hiciste. Oh, lo siento mucho, te pido perdón por sangrar, tengo el defecto de ser humano, al contrario que tú.

Pero sigamos con otros recuerdos, ahora que ya hemos visto de qué pasta estás hecha (de plastilina, tal vez). Tenías un sistema para ordenar la situación de los alumnos en clase muy particular. Por supuesto nada de dos mesas juntas, eso podría fomentar el compañerismo y la ayuda mutua, mala idea para el que pretende gobernar hasta las emociones de la gente (luego hablaremos de eso). Hileras de pupitres perfectamente alineados, y los alumnos ocupándolos de la siguiente manera: aquellos de menor rendimiento al fondo de la clase, y desde ahí en orden creciente de rendimiento hacia adelante, de modo que el primero de cada hilera era en teoría un buen alumno, y se le premiaba por ello estando cerca de la diabólica diosa y -- aquí viene lo bueno-- siendo nombrado Jefe de Fila. El Jefe de Fila tenía autoridad sobre los alumnos de su fila, y cuando la Bestia Negra daba la orden ellos saltaban entusiasmados de sus sillas para REGISTRAR LAS CARTERAS DE SUS "SUBORDINADOS". Recuerdo muy bien las caras de gozo de algunos de esos Jefes de Fila al encontrar un cuaderno y gritar exultantes "¡Aquí está, señorita, lo he encontrado, es mentira que se le olvidara en su casa, es que no ha hecho los deberes!". Muy bien por tu idea, Mari Carmen. Un sistema eficacísimo para desunir a los alumnos y crear rencillas entre ellos. Genial la idea, de verdad. Me enseñaste mucho sobre el concepto de ser un pelota y un enchufado. Pero discriminaste sin miramientos a los últimos de la fila, y otra cosa, dejaste muy solos a los Jefes de Fila, aunque no les tengo ninguna, pero que ninguna pena. Me gustaría saber de qué campo de concentración sacaste la idea de organizar de ese modo tus aulas. Años después, ya en un Instituto Politécnico Militar, por razones que yo mismo no acabo de entender, fui Jefe de Clase con una modesta autoridad sobre cuarenta compañeros, y acabé dimitiendo. Supongo que pensaba en ti y en tus Jefes de Fila cuando redacté para mi Capitán la carta de dimisión.

Y esto me recuerda otra cosa: aquella vez que "ordenaste" a mis compañeros que no me hablaran y que me dejaran solo en el recreo. ¿Te acuerdas, Mari Carmen? Yo sí, y te quiero hablar de ello. Tanto entonces como ahora me gustaba la soledad, pero una cosa es que la busques, y otra que te la impongan. Fue triste, ¿sabes?, muy triste, verme allí, en el patio del colegio, como un apestado del que todo el mundo huye. Pero lo peor es que me señalaban. ¿Pudiste dormir bien aquella noche, Mari Carmen? Porque yo no. Ni esa ni muchas otras. ¿Y todo por qué?, ¿por que no había hecho los deberes? Pues tu derecho era suspenderme, pero no condenarme al ostracismo, a eso no tenías derecho. Pero es que lo tuyo era eso, a ti te iba lo de manipular las emociones de los niños con los que trabajabas. Hablemos ahora de ello. Tenemos mucho tiempo.

Muchas veces jugaste con la enfermedad de mi madre. Sabías que era depresiva, y por aquellos tiempos, sin los adelantos farmacológicos que hoy se conocen, mi madre pasaba largas temporadas internada en un manicomio, y cada vez que volvía me encontraba una zombi con el cerebro lavado por las macabras sesiones de electrochoque. Y tú usabas eso para hacerme daño. Al igual que los guardias civiles de García Lorca tienes de plomo la calavera, Mari Carmen. En algunas de esas muchas veces que me descubrías con las tareas sin hacer me mandabas ir a tu mesa, y me hablabas de mi madre. Me decías que ella estaba así por mi culpa, y alguna vez te creí, malnacida. Insistías en ello hasta que me hacías llorar de culpa ante el resto de la clase, que observaba el espectáculo entre incómoda y deleitada. Déjame decirte, monstruo, que mi madre no estaba así por mi culpa; mi madre no podía ni saber cómo me iba en el colegio. Déjame decirte, monstruo, que jamás te voy a perdonar eso.

Hablemos ahora de los castigos de cara a la pared. Otra de tus sevicias. Mompeán y Toledo eran también fieles observadores de paredes, pero no tanto como yo. Ellos, al cabo de unos minutos se giraban apoyando la espalda en la pared, y se quedaban tan frescos. No podías hacer nada contra ellos, o no te atrevías. Pero lo mío era otra historia. Si me mandabas dos horas con la nariz pegada a la pared, yo me pasaba dos horas así, y sólo me atrevía a girarme para pedirte permiso, cuando ya no podía más, para ir a vomitar al servicio. Aunque quizá recuerdes que varias veces aguanté tanto que vomité en clase sin tener tiempo de pedir permiso. Imagínate, Mari Carmen, dos horas de pie, las manos a la espalda, con la nariz rozando la pared. Y digo que te lo imagines porque estoy seguro de que no lo has vivido; si supieras lo que realmente es eso no lo impondrías tan alegremente. Pero ahora te voy a dar detalles, para que algo sepas de ese interesante tema. Para que te lo imagines lo mejor posible:

Para que el castigo fuera de tu gusto había que estar rozando la pared con la nariz, y entenderás que eso impide enfocar la vista por mucho tiempo, de modo que tiende a desenfocarse, y al cabo de un buen rato así llegan las náuseas y los mareos. Un remedio es cerrar los ojos, pero prueba a permanecer con los ojos cerrados y de pie durante una hora... también te mareas y pierdes el equilibrio. Y así, entre mareos y náuseas he pasado muchas horas de mi vida. Yo no podía girarme, yo aceptaba mi castigo y lo aguantaba en lo humanamente posible. El problema es que tus castigos eran inhumanos, Mari Carmen. ¿Puedes imaginar lo divertido que era para mí aguantar hasta vomitar en clase y oír una vocecita, quizá de la chica de la que estaba enamoriscado, que decía "puaj, qué asco"? No, hija de puta, no lo puedes imaginar.

Y ahora dime, ponme al día de tu vida. Venga, los amigos se cuentan sus cosas. Tengo curiosidad sobre ese tic que tenías. ¿Cómo ha evolucionado? ¿Te tiene postrada en cama? ¿O has muerto ya? Espero que no, Mari Carmen, me gusta más la idea de verte incapacitada y conectada a máquinas, deseando una muerte que no llega.

Alguna vez me hiciste desearla a mí, maldita zorra.


4 comentarios:

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

Comentarios importados desde Spaces:

Miri
Joer, ahora entiendo muchas cosas. Con esa horda de ¿maestras? maquiavélicas que tuviste no me extraña tu misoginia... joer.
Yo también sufrí a una Doña Mari algo. Maribel, más exactamente. Me traumatizó la infancia poniendo a toda la clase en mi contra, también comí bastante rincón y entiendo lo de las náuseas que dices, y lo que dice Gerardo, ganas de hacer pis hasta no aguantarme más y acabar haciéndolo en clase, o mejor dicho, en el rincón, que es donde estaba siempre. Lo peor es que llegó a traumatizarme. Yo al final me creía mala persona, un monstruo. Le dijo a la directora que no podía conmigo, que tenía una alumna que se le estaba subiendo a la cabeza... por Dios, ¡¡¡Yo tenía 6 años!!!
A veces esta gente sin vocación que se dedica a la enseñanza no tiene ni idea de cuánto daño pueden llegar a hacer. Y lo de tu profesora, eso sí que no tiene nombre. Sobre todo lo que te decía de tu madre. Lo raro es que, con ese historial en el cole, no acabaras drogadicto perdido en algún callejón de Madrid.
Saludos,
Miriam
07/01/2007 22:20
(http://coti-82.spaces.live.com/)

Gerardo
Y yo creía que mi odiada Mari Carmen (también es el nombre de la profesora más odiosa que tuve en EGB) era una hija de puta sádica por humillarnos en clase con pequeñeces como hacernos aguantar las ganas de ir a la baño hasta mearnos y gracias parecidas. En comparación con esta enferma que relatas, era una buenaza.

Una vez hizo contar a toda la clase, que eran todos niños de papá, qué les acababan de traer los reyes magos. Todos los niños soltaron una lista increíble y larga de regalos carísimos de los que anunciaban en la tele. Dejó para el final a los pobretones de la clase, dos niños campesinos de la zona. Los pobres, tras la locura de regalos que acababa de decir toda la clase solo pudieron decir que les había tocado una bandurria y una pandereta. La clase murmurando: "son pobres, son pobres..." Hasta con diez años me di cuenta de que lo había hecho a propósito. Hija de la gran puta. Otra que tiene mi carino.

Un saludo

18/06/2006 23:33
(http://bajoelvolcan.blogspot.com/)

BelsanEmpress
Esto explica muchas cosas... ay ay ay... me siento casi avergonzada de haber ido a ese colegio tan obsesionado con la autoestima y el apoyo psicoterapéutico...
18/06/2006 14:57
(http://belsanempress.spaces.msn.com/)

Javi
Una vez más: Chapeau.

¡Y yo que creía que había tenido una infancia dura! Lo mío no es que fuera un lecho de rosas pero creo que me ganaste. En mi caso, el profesor era mi padre y aunque no era un sádico ni un pervertido (como esta gentuza) daba ejemplo con su hijo. Sólo decirte que ¡OLE TUS COJONES! por haberlo superado como lo has hecho y convertirte en la persona que eres hoy. Como diría nuestros amigos los Teletubbies:

Abrazo fuerte!!!


18/06/2006 9:23
(http://la-osera-de-Javi.spaces.msn.com/)

Anónimo dijo...

Ufff esto no lo habia leido, al parecer en aquella epoca, era comun entre los profesores el maltrato y la humillacion, yo tambien vivi un poco de ello pero no solo de parte de mis prfesores, sino que tambien de mi madre... mi padre?.. pfff el siempre trabajo fuera de la ciudad por lo que no cuenta en mi historia(lo veia un par de dias al mes).
A veces logro comprender el trato que tenia mi madre con nosotras pues no debio ser facil criar a 4 ninas practicamente sola, pero no la justifico pues aunque a ratos lo niegue son echos que igual marcaron mi personalidad...

Asisti toda mi vida, es decir hasta los 14 anos, a un colegio solo para mujeres (osea monjas) te puedes imaginar la cantidad de moralinas a las que estas sometido cuando eres parte de un circulo de mujeres tan castas como ellas y como mi madre?.. puedes hacerlo? osea con solo decirte que nunca tube contacto, de ningun tipo, con una persona del sexo opuesto, osea ningun hermano ni primos ni tios nisiquiera abuelos, pues mis padres eran de provincia asi que toda la parentela vivia a cientos de kilometros de casa, ningun amigo, ni companero de juego ni profesores.. creo que con suerte alguna vez hable con el caballero del kiosko de la esquina... por lo que podras imaginarte lo que paso conmigo cuando por aquellos dias aparecio el, mi actual-ex marido, de algun modo se convirtio en mi salvacion, un principe con el que logre salir del castillo en donde llevaba muchos anos encerrada.
Supongo que todo ese poder sobre nosotras tambien tenia que ver con sus temores, como madre, demasiada aprensiva, muy dominante, agresiva, exesivamente extricta... mas aun despues de vivir una pesadilla, estube desaparecida 3 dias cuando tenia 6 anos... y ya te puedes imaginar lo que sucedio conmigo durante esos dias... supongo que eso gatillo en su manera tan especial de tratarnos... y mas que respeto siempre le tubimos mucho miedo...

Podria seguir durante horas, pero se que te cargan los comentarios tan largos que al final ni los lees.. asi que mejor dejamos hasta aqui que tampoco quiero que me de la chiripiorca.

Saludos desde las heladas tierras del norte!

Anónimo dijo...

Eso no era una maestra... eso era una hija de puta sin escrúpulos!!!!! cómo le puede hacer esas cosas a los niños y todo por no acatar sus órdenes?? joder, que erais niños!!! lo normal era jugar y mirar las bragas debajo de la falda de las niñas, hay que comprenderlo... seguro que ella no tuvo una infancia y feliz y la pagó con sus alumnos...

annabel dijo...

Bueno, las doñas maricarmenes parecen que lo llevan tatuado en la piel, la mala leche, digo.

No pensaba dejar más comentarios, pero este me ha conmovido, tanto si es cierto como si no lo es.

Sufrí bullyng en el colegio, y los profesores miraban para otro lado, me convertí en un ser antisocial que aún hoy necesita terapia del miedo que tiene a la gente, aún siendo abierta y comunicativa, y es por esto que tengo un inclinación casi inconsciente hacía cierto tipo de personas acosadoras, una especie de no saber evadirme de sus redes y me convierto en dependiente de manera autómatica, ó lo que es peor cómo tan solo lo sospeche sale la más borde de mis personalidades.

Aunque lo mismo no es lo peor, es que empiezo a ir aprendiendo.

En fin...