Iván

(Vómito publicado originalmente en Spaces el 20 de Octubre de 2006).

Hoy toca entrada sentimentaloide, sáltensela y aprovechen su tiempo disparando a jugadores de fútbol, por ejemplo. En verdad esto no importa a nadie salvo a mí, y tampoco demasiado. Pero necesito soltarlo.

Voy a hablar de un niño que nacerá dentro de unos veinte días y que se llamará Iván, pero tengo que remontarme a finales de la década de los ochenta en busca de un principio:

Tenía trece años cuando me enamoré hasta las pestañas de aquella niña morena de enormes ojos castaños. Sería en 1988. Ella tenía doce añitos preciosos y un carácter extrovertido que me intimidaba. Alguien dijo mucho tiempo después que tenía cara de dibujo manga, y es cierto: dos grandes ojazos sobre una minúscula naricita. Se llama Chari y la amé tanto que dolía.

Tres años después, en 1991, ella salía con un tipo mucho mayor que nosotros al que entregó su virginidad siendo aún una niña. Yo odiaba a ese hombre casi tanto como la quería a ella. Entre otras razones fue por eso por lo que ingresé en un instituto militar a setecientos kilómetros de allí. Muy peliculero yo.

Pasaron otros tres años de internamiento, entre uniformes grises, toques de corneta marcando todas las actividades, arrestos, mucha disciplina y orden, y algo de estudio. Finalizada esa etapa y antes de incorporarme a mi primer destino en una ciudad andaluza me encontraba de vacaciones en Murcia, mi tierra. Era el verano de 1994 cuando me dijo mi amigo Ayala:

- Tengo una noticia para ti -. Y yo supe lo que me iba a decir.

- Chari y Severo han cortado -. Contesté.

- ¿Y tú cómo lo sabes? - Preguntó Ayala asombrado.

- No sé cómo lo sé pero he sabido que es eso lo que me ibas a decir.

Ese verano Chari me enseñó a hacer el amor y fui feliz. Luego pasaron muchas cosas, algunas muy malas. Aprendí que el color rosa no existe y que el negro lo inunda todo con demasiada facilidad. A pesar de ello, con altibajos, nuestra relación continuó.

Siguieron pasando años y mientras tanto Chari dejó su tierra, su trabajo y su carrera para vivir conmigo en una ciudad costera de la provincia de Cádiz. Ella había buscado un trabajo en el que surgieron ciertos problemas serios que yo no quise ver hasta ser demasiado tarde. Estaba muy rara desde hacía tiempo y su natural buen carácter desaparecía rápidamente.

Un día llegué a casa y la encontré con las dos muñecas vendadas. Me explicó que había sido un tonto accidente en el trabajo y que no era nada. Yo, imbécil de mí, la creí. Quizá es que fui demasiado cobarde para no creerla.

Poco después ella me confesó la verdad, y empezaron las bajas médicas y la medicación. Estábamos en el año 2000. A principios de 2001 me fui, voluntariamente, a pasar dos meses en Valladolid, fase previa a los seis meses que después pasaría en Bosnia. Chari no objetó nada, pero sí me dijo:

- Bueno, pues yo me voy a Murcia y aquí no vuelvo. Ya sabes que cuando vengas de Bosnia tienes que buscarte un destino cerca de Murcia si quieres seguir conmigo -. Acepté sus condiciones, esta vez, al contrario que otras veces, me parecieron benévolas.

Volví de Bosnia, con sobrepeso debido a los excesos de alcohol, marisco e inactividad. Ella en cambio estaba deliciosamente delgada y empezaba a recuperar su alegría y sus ilusiones.

Cuando se publicó una vacante para mi empleo y especialidad cerca de ella, en Valencia, la solicité. Me la pisó un compañero más antiguo. Mientras tanto ocurrieron dos acontecimientos importantes: uno es que empecé a sentir a Chari como a una hermana más que como a una novia, y el otro acontecimiento es que apareció la Hija de Satanás, dispuesta primero a revolucionar mi vida (año 2003) y más tarde a cargársela (año 2004). Me lo merezco, lo sé.

En algún momento de toda esta historia Chari me había sorprendido con un discreto tatuaje en la espalda: un tulipán... y mi nombre.

En las hojas del tulipán, de un modo muy artístico y casi imperceptible se lee mi nombre, el de verdad, no Leónidas: Javi.

- Chari, no me gustan los tatuajes, y menos con mi nombre. La vida da muchas vueltas. ¿Y si rompemos?

- No me importa, lo he pensado. Me gusta ese nombre y tengo claro que el primer hijo que tenga, si es chico, se llamará Javi, aunque no esté contigo. Eso explicará que lleve tatuado ese nombre.


Y ahora resulta que no. En breve la niña morena escapada de un cómic manga va a ser madre, va a tener un hijo que no es mío, y lo va a llamar Iván.

Me siento estafado.

No tengo derecho a quejarme.

Adoro a mi hermana Chari y me parece muy bien lo que haga, pero... ¿cómo vamos a justificar ahora ese tatuaje? No puedo evitar pensar en ello.

Suerte, Chari. Suerte, Iván.


(Joder, ya me conocen ustedes, a veces necesito desahogarme).