Líderes de pacotilla

(Vómito publicado originalmente en Spaces el 9 de Octubre de 2006).

Hace mucho tiempo que tenía pendiente rajar sobre esto. Hoy toca.

Siempre he sido algo solitario y crítico con la gente que me rodea. Eso me ha traído algún que otro problema pero también muchas ventajas, como la de identificar pronto a las personas que disfrutan dirigiendo a otras. Suelen emplear un volumen de voz más alto de lo necesario, poseen una labia envidiable, no son nada tímidos y, muy importante, se las apañan para convertir sus intereses particulares en intereses del grupo. O mejor dicho, se las apañan para hacer creer al grupo que los intereses particulares del líder convienen a todos. Para ello se sirven de cualquier engaño y sobre todo ocultan información.

Son elocuentes, verborreicos, y bastante inmorales. Procuro rebelarme contra ellos, pero sin hacer proselitismo, con lo cual siempre estoy en desventaja porque mientras ellos convencerán a gente para que me ataque si así lo estiman conveniente a sus intereses yo me limitaré a darles de lado, pero sin manipular las opiniones de los demás, y mira que hay gente fácilmente manipulable...

De niño observé que siempre eran los mismos los capitanes del equipo de fútbol y que ellos eran quienes seleccionaban a los demás niños para formar parte de su equipo, o no. Lo que nunca tuve claro es de dónde sacaban esa autoridad pues no siempre eran los mejores jugadores, aunque me fascinaba el hecho de que nadie osara replicarles y yo mismo me convertía en un borrego obediente más.

Luego, apenas iniciada mi adolescencia, me di cuenta de que podía vislumbrar los intereses que un adulto tenía para manipular a decenas de otros adultos, y con gran sorpresa por mi parte probé que podía desenmascararlo y enseñar a todos los demás que eran simples esbirros de un listillo interesado. (Quizá alguna vez me dé por contarles la historia).

Más adelante, durante la última etapa de mi adolescencia, descubrí que tenía compañeros de clase que sin que nadie los hubiera propuesto para ello se erigían en vocales del grupo, sin consultas previas ni nada de eso. Me rebelé contra aquello, sin más éxito que ganarme algunos enemigos y muchos insultos.

Después, durante la juventud de la que creo que aún gozo, me las he visto con innumerables casos más, cada vez más serios y vergonzosos. Unas veces me mantuve firme, y otras no. Unas veces conseguí algo, y otras no conseguí nada.

Las comunidades de vecinos son la rehostia. Da igual los que nos reunamos porque siempre son los dos o tres de siempre los que parten el bacalao. Son los niños que siempre eran los capitanes del equipo.

Los admiro por su falta de humildad, pero por eso mismo los aborrezco. En sus pretensiones siempre, de un modo más o menos evidente, se oculta un interés propio que hacen extensivo a todos, sin molestarse en preguntar por los intereses de los demás.

Un jefe, un líder, un dirigente no debe ser eso. El Capitán ha de conocer a sus Soldados y estar al tanto de sus necesidades... y sólo cuando las haya satisfecho ha de preocuparse de las propias.

Al menos así lo cree este Cabeza de Chorlito.