Cuento extraño para empezar el año dando caña con poca maña

(Mierda de cuento publicado el 4 de Enero de 2006 en Spaces).

- Tengo frío. Abrázame.

La Luna brilla espléndidamente frente a ellos y sus siluetas de cuerpos desnudos se perfilan en la balconada del dormitorio iluminado por velas.

- Estás muy callada y tienes la mirada triste, Virginia. Esta noche no eres la de siempre.

Tras ellos la habitación huele a cera caliente, a perfume de mujer y al humo de la pipa que está encendida reposando en un cenicero.

- He leído tu última historia. Juanjo, deja de escribir sobre eso. Te lo estoy pidiendo por favor.

Junto a la cama deshecha, sobre la mesita de noche, descansa descolgado el teléfono.

- Ni sé ni quiero escribir sobre otra cosa.

En la pared un Cristo crucificado es cómplice con su silencio de las frecuentes caricias y juegos de amor que en ese lugar suceden.

- No escribas más entonces. Me da miedo.

Un gato, en la calle, rasga el silencio de la madrugada con sus misteriosos maullidos del celo tan parecidos al llanto de un bebé.

- Me quieres demasiado, Virginia. Te preocupas por nimiedades.

Una breve ráfaga de viento estremece las copas de los árboles que circundan la casa.

- Tienes razón, es sólo eso, te quiero demasiado. Bésame y dime que me quieres.

Desde un árbol cercano una lechuza emprende su vuelo tras una presa.

- Anda, vamos adentro. Tengo algo para ti.

A lo lejos unos borrachos cantan obscenidades.

- ¿De qué se trata? No me tengas en ascuas, Juanjo.

Tras cerrar el balcón se percibe la calidez de la estancia. El vello erizado de Virginia se apacigua.

- Chssss. No seas impaciente.

Una caja negra y alargada deja escapar un destello plateado al abrirse. Por única vez esa noche Virginia sonríe.

- Nunca me habías regalado una joya. Juanjo, eres un cielo.

En el entreabierto cajón superior de la mesita de noche hay un paquete de folios en blanco. Sobre un escritorio reposa una arcaica pluma y un tintero.

- No es una joya. Tu belleza no las necesita.

Antes de quedar oculta tras una espesa nube negra la Luna regala otro destello sobre la gran hoja del cuchillo.

- ¿Por qué te ríes, Juanjo? A mí no me hace gracia, me asustas.

Un grito ahogado despierta al perro que dormía en el jardín. Levanta atento las orejas, y a falta de más sonidos inesperados sigue dormitando al cabo de unos segundos.

- Ahora, Virginia, voy a seguir escribiendo sobre mi tema predilecto, y además con la voz de la experiencia.

El hombre, a la luz de las velas, moja el plumín en esa nueva y caliente tinta roja y empieza a escribir así:

"Matar es una sensación tan placentera..."




(Versión retocada de un cuento escrito el cuatro de Junio de 1994, en tierra bilbilitana y con muchos sueños por delante, algunos de los cuales se cumplieron y otros permanecen en la carpeta de "asuntos pendientes". Tiempo al tiempo).