Hoy quiero vomitar un poco acerca de las marranadas a las que tan aficionados son muchos cristianos (y no me salgan con la tontería de que no me atrevería a hacer lo mismo con los musulmanes; sencillamente éstos me la pelan porque me tocan de lejos, y lo que tenía que decir sobre ellos ya está dicho).
Hace unas semanas leí La Sábana Santa ¡vaya timo!, de Félix Ares de Blas, (Laetoli, 2006). Unas 130 páginas de seriedad científica e historia sobre el origen del venerado trapo. Me gustó y me sirvió para requerir la continuación de una interrumpida batalla verbal con un compañero sindonófilo, quien curiosamente no se mostró nada interesado en reanudar nuestra discusión cuando supo que yo me había documentado.
Pero es que ahora ando enfrascado en la lectura de El Fraude de la Sábana Santa y las Reliquias de Cristo, de Juan Eslava Galán, (Planeta, 2004), y me estoy corriendo de gusto. Esta vez son 350 páginas llenitas de ironía a la vez que rigor. Ando sólo por la página 116, pero no me quiero comer las ganas de hablarles ya de este libro, y me voy a permitir fusilarle algún fragmento pasándome el copyright por mi divino prepucio (esto está mal, amiguitos, no lo hagan nunca). Para que vean cómo las gasta el amigo Eslava:
"La fiebre de las reliquias no sólo afectaba a las instituciones. Muchas personas devotas también llevaban consigo, pendientes del cuello o prendidos de la ropa, diminutos relicarios portátiles o filacterias (que no debemos confundir con los amuletos llevados por los paganos con idéntica finalidad protectora, del mismo modo que tampoco confundimos el apostolado de la Iglesia con el proselitismo de las otras religiones o sectas)." (Delicioso párrafo desbordante de ironía y mala baba. Lúcida y elegante la manera de Eslava de relacionar las filacterias con los amuletos y el apostolado con el proselitismo. Me encanta).
"En la sala del Museo del Ejército dedicada a la guerra civil del 36 se veneran los calzoncillos que vestía el capitán Cortés, héroe del santuario de Santa María de la Cabeza, cuando la metralla segó su vida." (Esta frase me ha llamado la atención porque el pobre Cortés es un viejo conocido de este cabeza de chorlito. Hay quien quiso relacionarlo con esas manchas famosas mundialmente conocidas como las Caras de Bélmez).
"¿Quién no conserva un pequeño objeto de la persona amada, un trozo de su cuerpo, un tirabuzón, un diente? El que esto escribe debe confesar que tiene en grandísima estima un plumier que perteneció a Menéndez Pelayo y, sin menospreciar a nadie, no lo cambiaría por la pluma del ala del arcángel san Gabriel que se venera en el santuario de Sangüesa, en Navarra. Por cierto, allí veneran también un sobrante de la tierra que usó Dios para modelar a Adán." (Yo, desde luego, también valoraría más un objeto que perteneció a una persona que ha hecho historia antes que la "pluma de un arcángel"... Mwajajajaja...)
"La falsedad científica de la sindonología es, por otra parte, explícitamente reconocida por uno de los más prestigiosos sindonólogos españoles, Julio Marvizón, quien no tiene reparo en confesar repetidamente (página 34 y nuevamente en la 68 de su libro) que 'los hombres de ciencia que la han estudiado jamás pensaron en subordinar la fe a la razón'. Es decir, que, en todo momento, la fe predominó sobre la razón. Esta apreciación es evidente y no podemos dejar de estar de acuerdo con ella, aunque considerando las firmes convicciones sindonolófilas que Marvizón expone en otros pasajes de su obra, nos asalta la duda de si el autor habrá querido decir justamente lo contrario de lo que dice. Redactado de este otro modo: `jamás pensaron subordinar la razón a la fe', parece que su texto se ajustaría mejor al pensamiento del autor. Aunque, por otra parte, si lo dice dos veces, y con las mismas palabras, será porque está plenamente convencido de ello. O quizá sea que el subconsciente lo traiciona. No sé." (Juas, juas, juas... Leña a Marvizón).
Hace unas semanas leí La Sábana Santa ¡vaya timo!, de Félix Ares de Blas, (Laetoli, 2006). Unas 130 páginas de seriedad científica e historia sobre el origen del venerado trapo. Me gustó y me sirvió para requerir la continuación de una interrumpida batalla verbal con un compañero sindonófilo, quien curiosamente no se mostró nada interesado en reanudar nuestra discusión cuando supo que yo me había documentado.
Pero es que ahora ando enfrascado en la lectura de El Fraude de la Sábana Santa y las Reliquias de Cristo, de Juan Eslava Galán, (Planeta, 2004), y me estoy corriendo de gusto. Esta vez son 350 páginas llenitas de ironía a la vez que rigor. Ando sólo por la página 116, pero no me quiero comer las ganas de hablarles ya de este libro, y me voy a permitir fusilarle algún fragmento pasándome el copyright por mi divino prepucio (esto está mal, amiguitos, no lo hagan nunca). Para que vean cómo las gasta el amigo Eslava:
"La fiebre de las reliquias no sólo afectaba a las instituciones. Muchas personas devotas también llevaban consigo, pendientes del cuello o prendidos de la ropa, diminutos relicarios portátiles o filacterias (que no debemos confundir con los amuletos llevados por los paganos con idéntica finalidad protectora, del mismo modo que tampoco confundimos el apostolado de la Iglesia con el proselitismo de las otras religiones o sectas)." (Delicioso párrafo desbordante de ironía y mala baba. Lúcida y elegante la manera de Eslava de relacionar las filacterias con los amuletos y el apostolado con el proselitismo. Me encanta).
"En la sala del Museo del Ejército dedicada a la guerra civil del 36 se veneran los calzoncillos que vestía el capitán Cortés, héroe del santuario de Santa María de la Cabeza, cuando la metralla segó su vida." (Esta frase me ha llamado la atención porque el pobre Cortés es un viejo conocido de este cabeza de chorlito. Hay quien quiso relacionarlo con esas manchas famosas mundialmente conocidas como las Caras de Bélmez).
"¿Quién no conserva un pequeño objeto de la persona amada, un trozo de su cuerpo, un tirabuzón, un diente? El que esto escribe debe confesar que tiene en grandísima estima un plumier que perteneció a Menéndez Pelayo y, sin menospreciar a nadie, no lo cambiaría por la pluma del ala del arcángel san Gabriel que se venera en el santuario de Sangüesa, en Navarra. Por cierto, allí veneran también un sobrante de la tierra que usó Dios para modelar a Adán." (Yo, desde luego, también valoraría más un objeto que perteneció a una persona que ha hecho historia antes que la "pluma de un arcángel"... Mwajajajaja...)
"La falsedad científica de la sindonología es, por otra parte, explícitamente reconocida por uno de los más prestigiosos sindonólogos españoles, Julio Marvizón, quien no tiene reparo en confesar repetidamente (página 34 y nuevamente en la 68 de su libro) que 'los hombres de ciencia que la han estudiado jamás pensaron en subordinar la fe a la razón'. Es decir, que, en todo momento, la fe predominó sobre la razón. Esta apreciación es evidente y no podemos dejar de estar de acuerdo con ella, aunque considerando las firmes convicciones sindonolófilas que Marvizón expone en otros pasajes de su obra, nos asalta la duda de si el autor habrá querido decir justamente lo contrario de lo que dice. Redactado de este otro modo: `jamás pensaron subordinar la razón a la fe', parece que su texto se ajustaría mejor al pensamiento del autor. Aunque, por otra parte, si lo dice dos veces, y con las mismas palabras, será porque está plenamente convencido de ello. O quizá sea que el subconsciente lo traiciona. No sé." (Juas, juas, juas... Leña a Marvizón).
Pues ya está, sólo era eso. Lean este libro si son aficionados a desentrañar misterios y verán que, otra vez más, los misterios no son tan misteriosos como parecen, o como algunos quieren que parezcan.
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