Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

viernes, 7 de noviembre de 2008

¿Winnie the Pooh?


La pareja, compuesta por una niña de nueve o diez años y un señor cuarentón, toma asiento en la terraza de la heladería Cucurucho´s. Está en un pueblo que no llega a los mil habitantes y es un establecimiento que en invierno sobrevive sirviendo cafés y en verano vendiendo helados, además de caer en la moda tonta de usar el genitivo sajón impropiamente.

Este diez de julio no tenemos la suerte de encontrarnos en la historia con un observador atento que nos describa con precisión lo que sucede en la terraza de la Cucuruchos´s, pero sí podemos percatarnos de ciertos detalles si observamos cuidadosamente.

Lo primero en lo que nos fijamos es en la niña. Quizá por instinto de protección los niños suelen atraer nuestras miradas. Esta chiquilla es rubita, con el pelo lacio y largo, y tiene los ojos azules. Nos parece demasiado delgada. Se nota que ha estado llorando y nos preguntamos por qué.

El hombre interrumpe momentáneamente nuestra observación al hablarle al camarero: "Uno mediano de vainilla y otro pequeño de chocolate", dice. Ya que hemos puesto los ojos sobre el hombre seguiremos mirándolo. Tiene sobrepeso, la coronilla calva y la mirada viva. Calculamos que lleva dos días sin afeitarse. Viste una camisa azul perfectamente planchada y unos vaqueros desgastados. Calza zapatos viejos pero muy limpios. Entonces caemos en la cuenta de que no hemos prestado atención a la ropa de la niña y nos apresuramos a solucionar ese fallo.

La niña lleva también unos vaqueros, pero no están desgastados como los del hombre. Usa zapatillas deportivas de color rosa que parecen recién estrenadas. La camiseta también es rosa y tiene estampado un oso célebre (¿Winnie the Pooh?). ¡Un momento! Detengámonos en esta camiseta. Varios corazoncitos rojos rodean al osito, pero uno de ellos tiene una forma extraña, tanto que no parece un corazón. Nos asalta la sospecha de que sea una salpicadura de sangre. En ese momento la niña escupe. Una escupidura sanguinolenta impacta contra el suelo despejando definitivamente nuestras dudas. "¡Que no escupas más te he dicho!", recrimina el hombre a la niña, que agacha la cabeza mohína.

El camarero trae los helados. Deseamos que se aperciba del escupitajo sangriento y haga preguntas, pero el camarero no es tan observador como nosotros y nos quedamos sin saber qué le ocurre a esta niña. Por ahora.

Ella lame desganada su bola de chocolate y el hombre, como para hacerse perdonar por haberla regañado segundos antes, le acaricia con un dedo la mejilla y dice: "Esta tarde te has portado muy bien, cielo, como una mujercita". La niña levanta la mirada con los ojos a punto de derramar más lágrimas y responde en voz baja y asustada: "No quiero que me hagáis eso nunca más. Me ha dolido mucho y he tenido mucho miedo". El hombre no añade nada, pero acerca su silla a la de la niña y la abraza besándole el pelo. No es nuestra intención, pero no hemos podido evitar ver que en la entrepierna de este tipo se aprecia un bulto, como si llevara en el bolsillo algo duro y largo.

Se dicen más cosas que no oímos porque están hablando en susurros. Acaban sus helados. El señor paga. Se marchan. Los vemos alejarse cogidos de la mano. Nos gustaría que la niña mire atrás y nos dedique una sonrisa a modo de despedida, pero ni la niña tiene ánimos para sonreír ni puede vernos porque nosotros estamos descubriendo esta historia a través de una página de internet. Como la imaginación no tiene límites seguiremos espiando a esta intrigante pareja. Caminan lenta pero decididamente y nos cuesta muy poco seguirlos.

Entran en el portal número siete de la Calle Real. La niña salta para esquivar una cucaracha muerta. Toman el ascensor, que aunque es estrecho nos permite entrar a todos. No hablan pero el hombre vuelve a acariciar la mejilla de la muchachita. Ese gesto nos hace acordarnos del bulto del pantalón del hombre y echamos una mirada subrepticia. El bulto sigue ahí, más llamativo si cabe. Distraídamente el hombre se lleva la mano a esa protuberancia y la recoloca como si le molestara.

En el tercer piso salimos del ascensor y todos nos colamos en la vivienda B de la tercera planta, porque a estas alturas no vamos a dejar aquí la historia.

Nos recibe una mujer de unos treinta y muchos años. "¿Cómo ha ido?", pregunta este nuevo personaje. "Me he portado como una mujercita", responde orgullosamente nuestra niña. "Incluso el dentista le ha regalado un bonito cepillo de dientes", añade el padre mientras se saca del bolsillo -al fin- el objeto que tanto le molestaba. El mango del cepillo representa a un célebre osito (¿Winnie the Pooh?)

23 comentarios:

annabel dijo...

¡Bravo!

Anónimo dijo...

Esta vez si que me la he tragado toda, toda, toda. Y ahora dime, ¿donde está Léo?

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

ANNABEL:

¡Gracias!

JAVI:

Es que ya era hora. Oye, gracias por todo, ya sabes. Hablaremos.

Anónimo dijo...

Impresionante, sí.


MO.

Anónimo dijo...

Pese a tus diversas interrupciones extralingüísticas, el cuento (o relato corto) se lee de un tirón.

Cuando aludes a la fútil forma verbal del gerundio (cacofónica, en el empleo abusivo) no he podido evitar acordarme del libro: Historia del famoso predicador Fray Gerundio de Campazas, alias Zotes. Toda una sátira contra los "petimetres" del lenguaje.

Sigue escribiendo.

Un saludo. En forma no personal.

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

Amarilis, no me jodas. No me he enterado de nada de lo que dices, y además me deshice de tu número de teléfono por lo perniciosa que me resultas, de modo que no te puedo llamar para que te expliques.

¿Interrupciones extralingüísticas? Bien, explícame qué coño es eso. Y además dices no sé qué de la "fútil forma verbal del gerundio"... ¿Qué tal si me llamas, echamos un par de polvos, y acabamos antes, niña? A mí me gustaría.

kitty_wuuuu dijo...

¡Jajajajajajajajajajajajajajaja!

Qué miedo he pasado.

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

No le veo la gracia, kitty. Además estoy preocupado por esas cosas horribles que dijo Amarilis.

Mtekila dijo...

cuanta angustia por dio. eso no se hace. no se haceeee!!!!!


saludos de una mala persona. muy mala

annabel dijo...

Hoy si, hoy si, Leo, estoy medio etílica, intentando descifrar enigmas.
Si sobria ya levito, no veas en este estado.
Pero no hay manera de enterarme del de Amarilis.
Mira que tienes groupies complicaillas.
Yo sólo soy groupie de Risto. Su artículo de esta semana es GENIAL!!!

Lo mismo hasta te invito a la boda, y a Gusi *:*

kitty_wuuuu dijo...

Pues no te rías si no te hace gracia, ts...

Anónimo dijo...

Intrigante, impredecible. Cuando prostituya su prosa se va a hacer de oro señor K. Una pena para este petit comité pero una gran suerte para el resto.

Rebeca

Anónimo dijo...

Si señor!!! Muy buena esta entrada, he de reconocer que me esperaba el típico final made in Leonidas...

A ver que opina tu némesis de esto

Anónimo dijo...

Me gusta.

Paloma.



"Escribe, si puedes, cosas que sean tan improbables como un sueño, tan absurdas como la luna de miel de un saltamontes y tan verdaderas como el sencillo corazón de un niño". (Ernest Hemingway)

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

No exageres, Rebeca. Si me pudiera ganar la vida escribiendo no andaría disfrazado todos los días.

Jonay, de momento Blake no se ha pronunciado. Lo echo de menos. (Entre tú y yo, no creo que le haya gustado este cuento, porque lo que él a le mola en verdad son mis historias truculentas. Es un poquito hipócrita).

annabel dijo...

Porque lo que "a él le mola", no "lo que él a le mola", aqui nos debes un giro extraño, Leónidas.

Venga, va, ya está, llevo unos días de guasa.
Ya me pongo seria :)

PD: No sé en si pongo lleva acento.

annabel dijo...

Replay: No sé si "pongo", lleva acento.
Diccionario K.

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

Tienes razón, Annabel. Eso me pasó por teclear con la polla. ¿Por qué te fijas tanto? Tú me amas, ¿verdad?

Y no, "pongo" no puede llevar tilde en la puta vida porque es una palabra llana (o grave cuando sufre terribles accidentes) y acabada en vocal. Deja de pimplar tanto por las noches, anda, universitaria de pacotilla.

Rocket dijo...

Estimado Leonidas,

¡Que taimado y que malvado es ud.!, ¡mire que escribir un "cuento que no contarías a tus hijos" que resulta ser un "cuento que sí contarías a tus hijos".

Y, claro, la parroquia revolucionada con el acontecimiento. Ellos extrañados, ellas encantadas.

A mi, no obstante, no me la ha dado ud. con queso, sr. mío. No es que yo llegara averiguar antes de leer el final de la historia que éste iba a ser (a priori) inocente como su pequeña protagonista. No llega uno a tanto por el hecho de ser un gilipollas confeso. Pero a lo largo del relato iba siendo tan obvio el desenlace que echaba en falta la variable LKA... ¿que cuál es la variable LKA?.

"Dícese del giro inesperado, el acontecimiento inusitado, que el escritor Leonidas Kowalski de Arimatea introduce en el final de sus cuentos, con el fin de convertir un amable relato costumbrista en una terrorífica y/o truculenta historia de vejaciones o maltratos. Todo ello aderezado con una buena dosis de violencia, en la mayor parte de los casos innecesaria, para deleite de sus seguidores"

De tan obvio algo fallaba. Con lo cual le felicito a ud. doblemente por ser doblemente malvado. Ha contado ud. una historia que, básicamente, no cuenta nada como si fuera a pasar lo que todo el mundo estaba esperando que pasara y no pasó...

Es un pequeño placer diario leer su blog.

Mis respetos, como siempre, a Gusifluky.

Saludos,
Rocket

Anónimo dijo...

Usted y yo sabemos que mientras el padre comia caramelos en la sala de espera, la niña comia palotes.

Anónimo dijo...

(Suspiro).


MO.

P.D.: Ya ya, las mujeres somos todas unas putas bla bla BLA.

annabel dijo...

Rocket, ésta entrada era previsible, jamás leo una de las otras, a los dos párrafos espero lo peor.
Si he leído la del osito era porque en efecto, era obvio que el final iba a ser diferente.
Y encantados lo mismos estáis vosotros, por cierto. Y es que además sois los más pelotas con el Diccionario K. No entiendo por qué a vosotros no os pega un corte de aquellos que acostumbra a hacernos a las féminas.

¿Sabéis que ahora llamar a alguien puta, no sólo no se considera un adjetivo peyorativo, sino que muchas se sienten orgullosas y se autodenominan así ellas mismas?

Alegan que el término tiene otras acepciones y otros significados.

Pues si ellas se consideran putas, no seré yo quién les lleve la contraria: ¡Vivan las putas!

O sea...

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

Annabel, hija mía, no me toques los cojones.

Y no tontees con Rocket, que además de ser un señor serio ya se lo ha pedido tu amiga MO.