Te conocí en el otoño de 2004, y me prometí que escribiría sobre ti. Seguro que tú no me recuerdas, porque te pasas la vidad haciendo grandes favores como el que a mí me hiciste aquella tarde, pero yo no olvido la esperanza y alegría que me infundiste en la peor época de mi vida.
Entraste al autobús en tu silla de ruedas motorizada, conduciéndola con el pulgar y el índice de la única mano en la que tenías algo de movimiento. Me llamó la atención la silla eléctrica, sobre todo por el pequeño teclado con pantalla que incorporaba sobre un soporte.
Rebuscaste trabajosamente con tus dos dedos útiles en una riñonera negra hasta extraer el bonobús. Se me hacía angustiante observar tus lentos y torpes movimientos, quería ayudarte y no sabía cómo, de modo que en cuanto vi que sostenías el bono me apresuré a pedírtelo tendiendo mi mano hacia él, para pasarlo yo por el lector y ahorrarte así maniobras, pero tus ojos me detuvieron. Supe entonces que no podías hablar y que también tu cara estaba paralizada como el resto de tu cuerpo. En tu mirada había un ruego claro: "Espera, falta algo. Sé paciente conmigo". Sólo tiempo después me di cuenta de que tú y yo estuvimos hablando sin despegar los labios, de un modo tan natural que al principio me pasó desapercibido. Hice lo que me pedías, esperé. Lenta, penosamente, tecleaste lo que leí en la pequeña pantalla: iglesia mayor. Entonces sí, deseoso de ayudarte retiré el bono de tus dedos, lo usé e indiqué al conductor tu parada.
Cuando te devolví el bonobús estabas sonriendo. Tus ojos sonreían luminosos y me dijiste con ellos que volviera a prestar atención a la pantalla. Te vi teclear despacio, meticulosamente. Para ti debe de ser un esfuerzo titánico conseguir acercar tu mano al teclado y desplazarla para pulsar cada una de las teclas necesarias, y ninguna de las que pulsaste entonces era necesaria, sin embargo lo hiciste aquel día porque no eres de los que dejan las cosas a medio, porque tienes vergüenza torera y porque eres consciente del efecto que en los demás causa observar tu ilusión por las grandes cosas pequeñas, así que vi aparecer tu mensaje en la pantalla, poco a poco. "Gracias picha", escribiste.
Tengo que decírtelo. Tu gesto me hizo reflexionar mucho, sobre mi vida y sobre lo poco que la valoraba. Iluminaste mis tinieblas y me inyectaste unos centímetros cúbicos de optimismo. Cuando más los necesitaba.
Por todo eso... ¡Gracias, picha!
3 comentarios:
Comentarios trasladados desde su antigua ubicación en Spaces:
(sin nombre)
Parece que sólo apreciamos la vida y la importancia de todo lo que la constituye cuando se nos tambalea,cuando nos fallan los pronósticos,cada vez que nos atenada la existencia y al mirar al frente no nos vemos de la mano de nadie...
03/03/2006 22:57
(http://spaces.msn.com/perrinaquinina/)
MªáNgeLeS
me encanta tu space, es sincero y directo, me pasare mas por aki, me apunto la dire vale?
03/03/2006 1:39
(http://spaces.msn.com/devola666/)
Leónidas
¿La embustera...? Anda, merengues, éste es de tu estilo, eh. Un abrazo.
03/03/2006 0:35
(http://spaces.msn.com/cabezachorlito/)
la embustera
No todo el mundo sabe ver las pequeñas grandes cosas que tiene la vida , un bello gesto , la libertad que nos puede dar un simple movimiento , la gratitud , un esfuerzo , o simplemente una sonrisa.
03/03/2006 0:19
Joder, no había leído esto. Me he emocionado.
Yo también me emociono cada vez que recuerdo a ese tipo tecleando el "gracias picha". Fue uno de esos pequeños momentos gloriosos que nos da la vida.
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