El corazón de Marfil. Segunda parte

(Segunda parte de este cuento, correspondiente a dos entradas publicadas originalmente en Spaces los días 13 y 14 de Noviembre de 2006).

II

PABLO MARFIL

- Pero si no has comido nada. Espera un poco, cuando todos hayamos terminado sacaré los postres . Natillas, que tanto te gustan.

- No, mamá, no puedo comer más. Voy a dar un paseo.

- Hijo mío, llevas una semana alimentándote del aire. Te va a dar una anemia o una cosa mala. Acuérdate de tu prima Mari Mar, que se ha quedado en los puros huesos.

- Pues bien buena que está -. Intervino Raúl, el hermano pequeño de Pablo.

- Bueno, me voy. Hasta luego -. Insistió Pablo.

- Espera, manito, que me voy contigo. Papá, déjanos el Audi.

- Mira lo que has hecho, Pablo, ya has revolucionado a tu hermano. Para una vez que viene de permiso y ya ni con la familia quiere estar.

- Coño, mamá, que Pablo también es mi familia -. Recordó Raúl.

- Anda, anda, Marina, déjalos que se vayan. Ellos sabrán lo que se llevan entre manos -. Intercedió el padre mientras le tendía las llaves de su coche a Raúl.

Llegaron a un apartado calvero entre pinos. Ninguno preguntó adónde se dirigían, pero puesto que fue Raúl quien condujo el destino estaba claro: un lugar solitario donde éste pudiera liarse unos canutos a salvo de miradas indiscretas. Tras aparcar el coche Raúl se entregó de lleno a sus manualidades. Mientras, Pablo, metía un CD en el costoso reproductor del Audi. En cuanto empezó a sonar se quejó Raúl:

- Venga, tío, no me jodas. Con la música tan guapa que he traído de los Pegamocos. Un directo de su último concierto, macho, cosa fina.

- Ni hablar del peluquín, Raulito. Yo soporto ese humo de porro y tú oyes al Dúo Dinámico.

La música empezó a sonar... "Qué misterio hay en tus ojos que no acierto a adivinar..."

- Estamos apañaos -. Dijo Raúl mirando incrédulo el reproductor de música.

- ¿Cómo va la mili, soldado? -. Preguntó Pablo a su hermano.

- No me quejo, pero iría mejor si no fuera por el hijoputa del Cabo Primero Pineda, que no me deja darle al tema en nigún sitio -. Dijo Raúl señalando el porro.

- Ajá.

- Pero hablemos de ti, que me parece que hay algo que hablar. ¿Tu problema, Pablo, cuál es? -. Preguntó Raúl mirando muy serio a Pablo.

- ¿Mi problema? Je... el peor de todos.

- Ya. Y esa dama tiene por nombre... - Quiso saber Raúl.

- Eres un lince, eh, Raulito.

- No, lo que pasa es que te conozco desde que nuestra madre me parió. Anda, rompebragas, dime cómo se llama la gachí.

- Pues eso es lo peor. No sé nada de ella, ni su nombre, ni dónde vive, ni qué hace, ni qué edad tiene, ni qué lugares frecuenta, ni nada de nada. Probablemente jamás vuelva a verla. Me he condenado a vivir para siempre envuelto en tinieblas.

Raúl había escuchado con mucha atención mirando al frente mientras se acababa el porro. Lo apagó en el cenicero y después lo tiró por la ventanilla. Suspiró sonoramente y volvió a decir:

- Estamos apañaos.

II

MARTA AYALA

- Pero mira que eres tontita, Marta, cariño. ¿Cómo no se te ocurrió tomar el número de la matrícula? O el de la licencia del Ayuntamiento. Si lo hubieras hecho ahora todo sería sencillísimo. Una llamada y todo arreglado -. Decía Susana sin quitar ojo de uno de los camareros que atendían la cafetería.

Marta tenía unas grandes ojeras, y en todos sus movimientos denotaba cansancio. Contestó a su amiga con un hilo de voz:

- Tú no puedes comprenderlo. Intenta ponerte en mi situación. En aquel momento era incapaz de pensar, ni siquiera sabía qué estaba sucediendo. Pero ahora es demasiado tarde para solucionarlo, ya sólo me queda lamentarme el resto de mi vida por mi falta de valor.

- Ah, no, eso sí que no. Pues vaya actitud para una futura psiquiatra. Con la de tíos buenos que hay en el mundo esperándonos no podemos perder el tiempo lamentando lo que pudo haber sido y no fue. ¿Te has fijado en el camarero del pelo rapado?

- No, no me he fijado en él, pero ya veo que tú le prestas más atención que a los problemas de una amiga -. Dijo Marta a punto de echarse a llorar.

- Hija, no seas así. Yo sólo quiero animarte, que estás hecha un muermo.

Susana hizo una señal al camarero y le pidió otras dos cervezas. Guiñó un ojo a María y le dijo:

- Ahora verás cómo se hacen estas cosas.

Cuando el camarero de pelo rapado llegó a la mesa con las cervezas Susana se dirigió a él diciendo:

- Bonito corte de pelo. ¿Está de moda?

El camarero sonrió y le respondió:

- Cosas de la mili, guapa.

- ¿Y por qué no estás en el cuartel, soldadito?

- Estoy de permiso y aprovecho para sacarme unas pelillas. Oye, ¿y tú por qué preguntas tanto?

- Ya ves, soy así de curiosa.

- ¿Ah, sí? Pues dentro de media hora termino mi turno y a lo mejor quieres que te cuente más cosas -. Se lanzó el camarero, que empezaba a calar a Susana.

Marta estaba muy incómoda ante el descarado coqueteo de su amiga. De repente se sintió enferma y deseó marcharse, pero Susana siguió con el ataque:

- Me parece una idea estupenda...

En ese momento Marta ya no aguantó más. Se levantó y se fue tras una escueta despedida.

- ¿Qué le pasa a tu amiga?

- Uhm, ya sabes, mal de amores. En fin, yo me llamo Susana, ¿y tú?

- Mi nombre es Raúl.

III

PABLO MARFIL

Pablo se había levantado temprano esa mañana aunque no tenía que trabajar. Normalmente no madrugaba a menos que tuviese que hacerlo por obligaciones profesionales, pero como últimamente apenas dormía le resultaba estúpido permanecer en la cama.

Era fin de semana y sus padres lo estaban pasando en la playa. Pablo no había visto a su hermano ni en esa mañana ni la noche anterior, pero sabía que se encontraba en casa porque lo oyó llegar de madrugada, y a juzgar por el jaleo de su dormitorio debía de estar acompañado.

Ya era casi mediodía, así que supuso que a raúl no le importaría si ponía alto el volumen de la cadena musical. Con ritmo progresivamente acelerado "Fantasía Rusa" inundó la casa. Pablo se sentó en su sillón preferido y cerró los ojos para concentrarse por entero en esa melodía.

Poco después salió Raúl de su dormitorio acompañado de una chica bastante atractiva, aunque Pablo notó en su aspecto algo indefinible que le hizo suponer que trataba de una de esas mujeres promiscuas que tanto abundan. Sí, una de esas sucias medio damas que van de flor en flor y que hacen del sexo su bandera. Una mujer nada apropiada para su hermano, quien tras su disfraz de tipo malo e invulnerable escondía un alma sensible. En fin, una mujer sin duda muy diferente a su amada.

- Buenos días, manito.

- Buenos días, Raúl.

- Mira, ésta es Susana. La conocí ayer en la cafetería. Susana, éste es mi hermano mayor. Lo conocí hace veintiún años aquí mismo.

Pablo y Susana cruzaron unas palabras de cumplido. Después Raúl invitó a su hermano a "echar unas birras", ofrecimiento que Pablo rechazó educadamente. Entonces Susana tuvo una idea:

- Oye, ¿qué tal si te vienes con nosotros y te presento a una amiga que anda algo deprimidilla últimamente? A lo mejor os caéis bien y podemos salir los cuatro.

Y quiso la fortuna, con esos caprichos tan extraños que a veces tiene, que el desdichado Pablo respondiera:

- Nanay, muchas gracias. Sólo me faltaba eso, escuchar los problemas de otra persona deprimida.

Ésta fue la peor decisión que Pablo tomó en su vida, pero afortunadamente para él nunca lo sabría.

III

MARTA AYALA

Hacía días que Marta no veía a Susana. En realidad hacía días que no veía a casi nadie. No iba a la Universidad ni salía con nadie. Se encontraba en perpetuo estado de cansancio, y además había empezado a sentir unas nada agradables punzadas en el pecho.

Aquel Jueves salió a comprar ropa, más por salir de su encierro que por necesidad.

Se encontraba en unos grandes almacenes y las rebajas habían atraído a más gente de la que esperaba encontrar. Esto la hacía sentirse un poco aturdida. Después de casi dos semanas de enclaustramiento el hecho de verse rodeada de cientos de personas la mareaba y se arrepintió de haber tomado la decisión de salir de compras, pero bueno, ya que estaba allí lo mejor que podía hacer era culminar su objetivo, así que siguió buscando prendas que le gustaran, y mientras lo hacía pensaba "¿qué ropa le gustaría a él? No, esto es demasiado descocado. Sí, esta falda debe de adaptarse a sus gustos, aunque demasiado cara. Ajá, este vestido es perfecto".

Cuando marta se sorprendía a sí misma con tales pensamientos se avergonzaba, y después con rabia se preguntaba si sería así para el resto de su vida, si ya siempre su cotidiano existir sería dentro de esa burbuja de fantasía que la aislaba del mundo.

Con ese vestido que le gustó (que le gustaría a él) se dirigió a los probadores, unos diminutos cubículos donde los clientes ejercitaban sus dotes de contorsionistas. Intentó entrar en uno cuya puerta estaba cerrada por dentro. Estaría ocupado, así que entró en el que estaba al lado, separado únicamente por una delgada tabla de madera.

Notó que su respiración era más acelerada de lo normal, que su corazón latía con desacompasado ritmo, que toda su piel sudaba copiosamente, que las piernas le fallaban, y luego vino la opresión en el pecho y el dolor en los brazos y la mandíbula. Antes de perder el conocimiento pudo oír como se abría la puerta del probador contiguo. Quiso pedir auxilio pero no tuvo fuerzas suficientes. Todo se volvió de un feo color gris, y Marta perdió el conocimiento.

(Continuará)