Negras ganan

(Cuento publicado originalmente en Spaces el 16 de Octubre de 2006).

Esta vez la partida se jugaba en casa del jugador de las fichas blancas. Cada uno de ellos usaba siempre el mismo color de fichas, y a pesar de que las blancas salen primero nunca se había discutido esa prerrogativa; el Jugador Blanco era el Jugador Blanco, punto.

Están en una amplia habitación de color celeste, sin decoración de ningún tipo. Es una estancia limpia y muy iluminada. En una pared hay un gran ventanal desde el que se contempla Todo.

Los dos Contrincantes miran absortos el tablero de ajedrez. Hablan poco.

El Jugador Blanco mueve un caballo y se come una torre del Jugador Negro.

- ¡HOSTIA BENDITA! - Exclama el Jugador Negro.

- ¡No blasfemes en esta Casa! - Lo reconviene el Otro.

Satanás no dijo nada, sólo buscaba la manera de vencer a Dios, ganar esa partida y obtener su recompensa.

Poco después un alfil del Diablo saca del tablero a la Dama Blanca. El Demonio sonríe y escupe una sustancia pestilente al suelo de la pulcra estancia.

- Te he dicho mil veces, osado oponente, que no quiero aquí tus asquerosos esputos sulfurosos. Reserva tu azufre para el Infierno. Mis querubines tienen mejores cosas que hacer que limpiar tu corrosiva porquería -. Eso dijo Dios, y aunque Su semblante era plácido la luz de un rayo divino iluminó cegadoramente la sala de juego a través del ventanal.

- Te pido perdón, Señor -. Dijo el Demonio agachando servilmente la cabeza, pero sonriendo interiormente por la jugada que tenía prevista.

Poco después, tras un par de movimientos desesperados en el tablero por parte de Dios, Satanás consigue lo que pretendía. Hace un movimiento y dice con voz humilde para no desatar la ira divina:

- Jaque mate, Señor.

Dios observa incrédulo por un rato el tablero. Después, mirando fijamente al Diablo, dice:

- Bien. Tal vez hayas hecho trampas como otras veces, pero Yo no las he percibido, y un pacto es un pacto. Ya conoces las reglas: el vencedor tiene derecho a crear una nueva criatura en el Universo. En fin, tú dirás.

Los Contrincantes se levantan, dejan a su espalda la mesa de juego y miran por el ventanal.

Tras unos largos minutos Dios mira a Satanás. Éste, muy sonriente y mostrando afilados colmillos continúa mirando el Universo. Babea pensando en el poder que por una vez tiene. Dios, impaciente, le pregunta:

- ¿Y bien?

- Ya está. Decidido. La quiero aquí -. Y señaló un punto insignificante en el Universo. Un punto que nosotros llamaríamos Cádiz.

Era el 18 de Septiembre del año 1978 según nuestro calendario.

Un altivo Satanás miró a Dios y dijo:

- He aquí mi hija.

Desde entonces nadie está a salvo de la Hija de Satanás, y por donde Ella pasa todo es destruido.