Se nos están cagando en la boca

(Publicado en Spaces el 16 de Noviembre de 2006).

En esta bendita España nuestra... no, nuestra no, qué coño. A ver, empiezo de nuevo:

En esta bendita España que se reparten entre unos cuantos golfos y otros tantos mangantes (qué pérez-revertiano me pongo a veces), en esta España de chiste de mal gusto, el que no es un sinvergüenza es un comemierdas.

Se nos están cagando en la boca, amigos míos, y nos estamos comiendo la mierda con voracidad. A menos, claro está, que pertenezcan ustedes al bando de los productores de estiércol.

Los comemierdas nos hipotecamos hasta las pestañas de por vida, gastando la mitad de nuestros ingresos en una exagerada cuota mensual de por vida, y lo hacemos además encantadísimos. Somos así de rumbosos. Y de gilipuertas.

Los productores de mierda mientras tanto se frotan las manos, se sonríen entre ellos y se guiñan, cómplices, los ojitos. Banqueros y constructores nos restriegan sus impresionantes beneficios por los mismísimos morros. Se jactan de esas cifras increíbles que sólo con esfuerzo podemos abarcar, y encima les aplaudimos. Qué megaexitosos son, qué chulos y elegantes, caray, de mayor quiero ser como ellos... ¡para coserlos a puñaladas a traición y ver sus asquerosas tripas!

Y para rematar de vez en cuando se destapa algún caso de alcaldes y concejales que han decidido recalificar este o aquel terreno y sacarse con la operación unos eurillos de nada, apenas unos milloncejos. Para tabaco, joder, que en todos los trabajos se fuma.

Los demás, la inmensa mayoría de comemierdas, asistimos impasibles al espectáculo. Somos un público fácil. Unos dóciles borreguitos coprófagos. Así da gusto.

Pero eso no es todo. Tan idiotizados estamos, tan payasos nos hemos vuelto, que ya hemos confundido el no tomarnos demasiado en serio con perder la dignidad. Y así nos va, que hasta una multinacional se burla de nuestra desgracia mientras nos vende su producto e iremos, fieles corderitos como somos, a comprarlo. (Aquí tenéis la explicación de este párrafo, y el hilo de comentarios tiene su miga).

Hay veces que me da por pensar un poco, aunque me siente fatal para la sonrisa, y en esas ocasiones, créanme que me dan ganas de acercarme a la gasolinera que tengo a unos metros de casa y comprar gasolina, mucha gasolina...