Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

viernes, 5 de octubre de 2007

Coleccionistas defraudados


(NOTA IMPORTANTE: A tenor de la última información recibida gracias al autor de un comentario, Nacho G., y tras varias llamadas telefónicas efectuadas por mí, advierto que toda opinión vertida en esta entrada está en cuarentena. Es más, me temo que he metido la pata bien al fondo. Casualmente este texto es de los que más visitas atraen a mi bitácora, de ahí mi interés por rectificar cuanto haya que restificar, no sea que en mi interés por evitar que ustedes sean engañados resulte que los estoy engañando yo a ustedes. Mientras hago unas comprobaciones, por favor, no tengan un cuenta nada de lo que digo aquí. Llegado el momento reeditaré esta entrada con las aclaraciones pertinentes, e incluso puede que publique otra para desdecirme).

Me enteré anoche y esta mañana no me he podido callar, aunque eso me convirtiera en el portador de malas noticias. No es que yo disfrute desengañando a la gente, pero mejor que se desengañen antes que tarde.

En el sitio donde trabajo trabajan también unos cuantos cocineros y pinches a los que les ha dado por recolectar los tapones de plástico de las botellas de agua, y han puesto una bandeja para que los comensales (cientos algunos días) depositen voluntariamente los taponcitos. Cuando reúnan 7000 tapones --creo que me dijeron 7000 KILOS de tapones, pero prefiero pensar que es una mala jugada de mi memoria-- alguien o algo no identificado donará una sillita de ruedas a algún sitio tampoco especificado del que sólo se sabe que la necesitan urgentemente. Pobres ilusos.

¿Tapones de plástico prácticamente sin valor? ¿Silla de ruedas? ¿Donación? ¿De qué cojones va todo esto? Lo he visto hacer con los tiradores para abrir latas de cerveza o refresco, y también con los plastiquitos que envuelven los paquetes de cigarrillos, incluso cuando era niño colaboré afanosamente en alguna de esas locuras. Seguramente muchos de ustedes conozcan más casos similares, como quizá reunir nueve millones de toneladas de guano de gaviota a cambio de las cuales obtendrán un ejemplar de Caballo de Troya firmado por el mismísimo J. J. Benítez.

Todos los casos tienen algo en común: son mentira. Y eso mismo le he comunicado hoy a los cocineros, con la idea de que es mejor desengañarlos ahora que dentro de unos meses, cuando hayan terminado su irracional labor de recolección de inutilidades. A pesar de mi buena intención ha habido suspicacias e interrogatorios acerca de mi afirmación, y es una pena que no muestren el mismo sentido crítico a la hora de ponerse a recolectar tapones como idiotas.

El amigo que anoche me puso al tanto del asunto afirmó que, aunque no sirva para nada la absurda recolección de tapones, tampoco hace daño a nadie. En mi opinión mi amigo se equivoca rotundamente. Claro que hace daño.

Esta clase de estafas apelan a nuestro ego más que a nuestra solidaridad. Nos hablan de una silla de ruedas --¡una única silla de ruedas!-- que será donada a algún centro de beneficencia donde hace mucha falta, como si esa única silla fuera a arreglar el mundo, y somos tan gilipollas que nos lo creemos. Además, no nos atacan donde duele, que es el bolsillo, sino que nos piden algo tan sencillo y tan barato como reunir desechos sin valor, por una causa justa, noble, solidaria. Vamos, que te ganas un cachito de Cielo sin invertir nada, ¿quién puede negarse a ser un Robin Hood a precio tan tirado? Oh, voy a ser bueno, voy a tranquilizar mi conciencia dejando este inservible tapón en una bandeja. Qué buena gente soy, qué solidario, qué orgulloso estoy de mí mismo.

Pues no, tú eres simplemente... eso, un simple.

¿Qué tal si te haces unas pocas preguntas? Por ejemplo: ¿quién dona y a quién? "Uy, pues no sé, pero alguien será." ¿Por qué lo hace? "Pues porque los tiradores de las latas de refresco (o los tapones de las botellas de agua, o lo que sea) están hechos de un material valioso y es rentable su reciclaje". En ese caso, ¿por qué no te pagan directamente por ello en lugar de hacer la pamplina de la donación a centro benéfico y por qué no les vale la lata completa, que está hecha del mismo material que la anilla para abrirla? "Pues..., yo qué sé, esto quien lo sabe bien es una amiga del primo de un vecino de mi abuela". Y así podríamos seguir un rato más.

Más tarde o más temprano llega el desengaño, que ocurrirá cuando intentas determinar a quién llevarle tu montón de porquería y por más que preguntas no encuentras a quién, o lo que es más humillante, te dan el nombre de una empresa privada, te pones en contacto con esa empresa, ilusionado y esperando agradecimiento, y te encuentras una respuesta como ésta: "Lo siento, es usted la quinta persona que nos pregunta por ese asunto durante la semana, y la decimocuarta en lo que llevamos de mes. Desde Recauchutados Gaspar S. L. sólo podemos decirle que no sabemos nada de sillas de ruedas y que no estamos interesados en los dos millones de mondadientes usados que usted, tan amablemente, nos ofrece".

Entonces nos encontramos el amor propio bastante tocado, y la vergüenza de tener que dar explicaciones a los cientos de personas a las que convencimos para colaborar en nuestra absurda cruzada. Así que, sí, estas leyendas urbanas acaban haciendo daño.

Quiero pensar que el Lunes ya no estará esa bandeja llena de tapones en el comedor, y si me acuerdo haré por enterarme. Tal vez me haya ganado la antipatía eterna de los cocineros, pero espero que sirva de algo. El Lunes veremos, de momento no me atrevo a hacer apuestas, que esto es Cádiz, y como los propios gaditanos dicen orgullosos: "Esto es Cai y aquí hay que mamar".


Para más información sobre leyendas urbanas y esas molestas cadenas que van pasando de boca en boca (o de mail en mail) les sugiero la página web Rompecadenas y los libros de Jan Harold Brunvand. Ustedes los disfruten.


ACTUALIZACIÓN (8 de Octubre de 2007, Lunes): Lo que son las cosas... No me he enterado de si sigue en el comedor la bandeja de los tapones, pero sí de quién es la persona que introdujo el bulo en la cocina de mi centro de trabajo. Se trata de un compañero que trabaja a apenas unos metros de mí, casualidades de la vida. A él le transmitió el bulo su profesor de baile, un cubano que enseña a mover el body a ritmo de salsa.

Lo más curioso es que, hace meses, ese mismo maestro danzarín convenció a mi compañero de que Fidel Castro había muerto... y que la noticia se la había filtrado un agente secreto cubano. Los bailarines es que están muy bien relacionados.

Con tales antecedentes en la fidedigna información del bailarín salsero ya me dirán ustedes lo que cabe esperar.

En fin, he sacado del error a mi compi, que se ha mostrado pesaroso porque, según afirma, también había convencido a un McDonald´s y a varios restaurantes de su pueblo para que lo secundaran en la colecta de tapones.

También debo decir que hace un par de años este compañero me quiso convencer de que el programa Google Maps permitía ver imágenes en tiempo real, y ante mi escepticismo me aseguró que había hecho la prueba saludando a su padre desde la piscina, mientras el otro lo veía en el monitor a través de algún satélite.

En vista de lo cual les sugiero que si quieren hacer algo útil con los tapones de plástico y con otros residuos, lo hagan usando los contenedores que hay en casi todas partes para discriminar diferentes materiales y así contribuir a su aprovechamiento lo más cívicamente posible.

Y hasta esto, me temo, es discutible.

8 comentarios:

marmotilla dijo...

Ah, me encantan estas cosas... Y los mails en cadena, esos son maravillosos!

Sensei Katorga dijo...

Tiraos a un pozo sin fondo y os creerán unos iluminados preclaros, os seguirán y también ellos se matarán pero habrán muerto con (por) sus ilusos ideales, engañados por una pamplina orquestada por quién sabe qué.

Lola dijo...

También pueden probar a meterse los 7000 tapones por el culo, a ver qué les parece.

Digamos que llevo una temporada asqueada en extremo con la humanidad.

Lola.

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

Jolines, Lola, pues sí que parece que andas harta, porque no es propio de ti eso de los tapones por el culo.

Ah, y no eran 7000 tapones. Ya está confirmado que se trataba de siete toneladas de tapones. 7000 KILOS de tapones, casi na.

Anónimo dijo...

Es alucinante la de mentiras que se han realizado a lo largo de los años con temas como este pero lamento comunicarle que en este caso es cierto, la información que está recibiendo la gente es errónea, no se trate de 7000 kilos para conseguir una sola silla de ruedas. En ese caso con 7000 kilos serían unas 12 sillas. De todas formas yo también creia que era un bulo hasta que me he informado un poco mejor:
http://spain-lions.net/apNoticias/actividades.php

Saludos!

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

Hola, Nacho G.

Ante todo muchas gracias por la información que aportas. Jamás había oído hablar del Lions Club International. De hecho, cuando he buscado información sobre este asunto de los tapones todo lo que encontré fue ambiguo y sospechoso, sin encontrar, hasta ahora, ninguna asociación benéfica que estuviera detrás.

En el caso concreto que narro en mi entrada he podido saber (siempre por voz de otros de cuya palabra no me fío) que la persona que animó a la recolecta de tapones, en mi lugar de trabajo y en otros lugares de la provincia de Cádiz, había sido engañada por alguien que pretendía obtener un beneficio económico particular. Cabe preguntarse ahora: ¿de veras hay alguien que recolecta los tapones con fines altruistas, o lo que pasa es que hay quien se aprovecha de la buena fe de los demás para reunir toneladas de plástico que después vende para beneficio propio? ¿Por qué jamás he visto junto a las bandejas de recogida de tapones la más mínima referencia a un Club de Leones?

El asunto sigue pareciéndome harto sospechoso, pero admito que tras varias llamadas siguiendo el hilo de un número de teléfono que aparece en la dirección web que aportas, y contrastando algún dato que amablemente me ha facilitado Eduardo Fernández (Gobernador electo del Club de Leones para España), todas mis ideas a este respecto se están viniendo abajo.

Debo seguir haciendo algunas llamadas y comprobaciones de índole profesional, pues parece que uno de los próximos beneficiarios de una silla de ruedas obtenida gracias a los tapones será un compañero de mi profesión, presuntamente herido en alguna de las misiones que las Fuerzas Armadas mantienen en el extranjero. Tengo su nombre y me ha bastado una búsqueda en Google para saber que ese compañero existe y que está destinado donde me han dicho, ahora sólo me queda ponerme en contacto con su Unidad, pero eso tendrá que ser mañana. De confirmarse que esto va en serio, espero publicar en breve la adecuada rectificación. Mientras tanto edito esta entrada para aclarar que mi opinión parece ser equivocada.

¡Gracias!

Unknown dijo...

Bueno, de ser ese el caso parece claro que es una leyenda urbana que a base de propagarse, ha sido aprovechada por una organización de caridad para realmente regalar a alguien una silla de ruedas, aprovechando la idiocia popular.

No es el primer caso de leyenda urbana que conozco que precisametne por esto alcanza el grado de realidad. Pero su origen sigue siendo una falacia. La prueba está en la multitud de objetos que en teoría debían ser coleccionados: sellos de tabaco, tapones, anillas... y en la obvia inutilidad y falta de rentabilidad de los mismos.

Si, aprovechando eso organizo una campaña en la que conseguimos una silla de ruedas para un discapacitado bienvenido sea.

El autor del hilo en sus llamadas quizá debería preguntar a la organización por qué comenzaron a usar ese sistema de recolecta de anillas. Si fue efecto o causa.

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

Hola, Sam. Siempre es una grata sorpresa encontrar que alguien se molesta en comentar entradas tan antiguas, así que muchas gracias.

Este es uno de esos temas que me tiene muy intrigado, y sigue pendiente.

Respecto a lo de leyendas urbanas que acaban siendo imitadas por la realidad me viene a la cabeza el reciente caso de esa campaña gubernamental que pedía que en la agenda de los teléfonos móviles pusiéramos en primer lugar a la persona que se debe llamar en caso de accidente.