Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

viernes, 12 de octubre de 2007

Segismundo Pedorretas. (O la historia del psicópata Serpiente)


No entiendo a qué viene todo este cirio que están montando por el asunto del Pedorretas. De verdad que no entiendo tanto interés por ese desgraciao, pero ya que me preguntan con esa insistencia, y teniendo en cuenta que estoy detenido y esposado, creo que será buena idea que vaya desembuchando lo que sé, que tampoco es mucho.

Al Segis lo conocí hace unos tres años, cuando salí de la cárcel. Perdón, ¿me puede repetir la pregunta? Ah, no, no lo conocía de antes, me lo encontré al salir del chiquero. La segunda vez que salía, ya les digo que fue hará cosa de tres años. De mi primera salida carcelaria hace ya más de cinco. Joder, cómo pasa el tiempo.

Que sí, que sí, que me centro. A mí no me esperaba nadie a la salida de la cárcel. Nada de esa mierda del viejo amigo que viene a recogernos a la puerta, ni unos padres que lloriquean ni hostias. Todo eso es mierda peliculera o cosas de ricos. A mí sólo me esperaba la calle desierta y muchas oportunidades para ser un hombre nuevo.

Me encontré al Segis jugando con un perrito en un descampado. Enseguida me di cuenta de que era uno de esos críos que la gente bien llaman retrasados, pero que ustedes y yo sabemos que se llaman putos subnormales de mierda. Me lo follé porque él quiso. Anda que no son guarros los críos así. Y además en la cárcel uno se aficiona a eso de meterla en el culo. Yo se la chupé, para tenerlo contento y caerle bien, pero cuando le dije que se viniera conmigo para buscar aventuras y ser mi amigo me dijo que su amigo era el perrito ese mierdoso con el que estaba jugando. El muy maricón. Cogí un buen pedrusco y le aplasté la cabeza al perro. El Segis se quedó mirándolo, con más cara de bobo de la que tiene normalmente y metiéndose el dedo en la nariz. Hostias, qué asco me daba con esa puta manía de meterse el dedo en la napia. Le di un buen sopapo, por guarro y para que aprendiera quién mandaba allí. Y le dije "ahora ya no tienes amigos, así que te vienes conmigo". Y se vino.

Yo no sabía que lo estaban buscando, de verdad. ¿Cómo cojones iba a pensar que alguien buscaba a ese pedazo de carne con ojos? Joder, hay gente pa to.

Me preguntó mi nombre y le dije que me llamo Serpiente. Es una tontería, ya lo sé, pero en la cárcel había un tío al que llamábamos así. El Serpiente era el puto amo, tíos. Los funcionacas le tenían miedo, que yo se lo notaba en los ojos. A mí me gustaría ser como el Serpiente, así que le dije al Segis que mi nombre era Serpiente, y él me dijo que se llamaba Segismundo pero que le decían El Pedorretas porque siempre se tiraba pedos, el muy guarro, todo el día con el dedo en la napia y pegándose cuescos. Que asco de crío, por dios.

¿Qué? Yo qué coño iba a saber su edad, si todos los mongolos son iguales y parece que no se hacen viejos. Y aunque tengan cuarenta tacos es como si fueran críos. Pues bueno, tendría trece años, pero porque usted me lo dice. Yo le habría echado unos quince. Y pelos en los huevos ya tenía, no me jodáis.

A mí me molaba el Pedorretas porque me hacía caso en todo. En mis pandillas yo era siempre el mandao, el donnadie, el soldao raso. Pero con el Segis me sentía el jefe, tíos, de verdad. Ese marica subnormal era muy obediente, y si yo me emborrachaba con el tinto y no trempaba bien el mariconazo del Segis me la chupaba durante una hora si hacía falta, hasta que me corriera o hasta que le diera dos hostias por no saber chuparla como dios manda. Estos aprenden así, a pura hostia, porque no tienen la cabeza en condiciones y no pueden aprender de otra manera.

Tenía sus cosas buenas, el cabrón del Pedorretas. Yo he violao a muchas guarras, pero siempre era el último, cuando los otros acababan. Pero con el Segis era diferente. Él no me metía prisa ni se me adelantaba, sólo se las follaba cuando yo se las pasaba. La primera vez lo tuve que enseñar a hacerlo. No tenía ni idea, ya les digo que era maricón. Je, je, je... el bueno del Segis.

¿Cómo dice? ¡Anda, pues claro! En los robos era él el que se jugaba el pellejo, porque yo era la cabeza pensante, tíos. La puta cabeza pensante, el cerebro del equipo, tíos. Yo no podía arriesgarme. La cabeza de la serpiente piensa, maderos, y es muy valiosa. Pero no os creáis que era fácil hacer mi trabajo. Una polla. El subnormal del Pedorretas no inspiraba respeto y le tuve que sacar las castañas del fuego más de una vez. Tíos, el respeto es importante. Yo os respeto un huevo, porque vosotros limpiáis la sociedad de crímenes y delincuencia y mierda. Se están perdiendo los valores, tíos. El respeto es un valor importante, y el Segismundo no imponía respeto con su cara de mongolo y se reían de él. A mí eso me jode mucho, tíos. No soporto que se rían de los demás, de la gente que es inferior. Entonces intervenía yo, tíos, aparecía en escena la serpiente. Todo dios se cagaba. Yo impongo mucho respeto porque soy una persona con valores.

¿Qué? Ah, sí, eso. No, era el Segis el que mataba a la gente. Ese maricón tenía la mano rápida para la navaja. Era un puto asesino.

Mirad, a mí me suda la polla lo que digan los testigos, que son todos unos hijoputas sin valores. Yo no le clavé la navaja a nadie, ojalá el Segis estuviera vivo, porque entonces él podría confesar sus crímenes.

Señor madero, si usted me repite la pregunta más alto a lo mejor la entiendo... Vaaaale, tampoco hay que gritar, hostias, que estamos entre caballeros. Pues no, yo de eso no sé nada. Me cansé del Pedorretas y nos separamos hace como dos semanas. Si ahora lo habéis encontrao con la cabeza machacá como la de aquel perrito pues vosotros sabréis. Yo no sé nada.

¿Que ustedes no han dicho nada de cabezas machacadas? Ah, pues... no sé, será que estaba pensando en lo del perrito. ¿Saben?, me dio mucha pena cuando vi al Segis aplastarle la cabeza a aquel pobre perrito. Ese marica era un cabrón peligroso. Es bueno que esté muerto.

2 comentarios:

Carabiru dijo...

Vaya, impactante.
Genial como se desarrolla la historia.

Chapó!

Anónimo dijo...

Leo, la historia muy, muy, muy... tuya. Me das miedo...
Besitos,
Miri