Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Tratado puteril. Capítulo tres. Relación entre belleza y puterío


En este capítulo queremos explicar que el intrínseco puterío en la mujer tiene intensidad variable y el porqué de este hecho. Se conoce que no todas las mujeres son igual de putas, habiéndolas un poco putas, bastante putas, y putísimas redomadas. Así mismo no se pretende negar la existencia de raros ejemplares de mujer que, acaso por mutaciones genéticas, carecen totalmente de puterío, entre las cuales, sin duda alguna, se encuentran todas las lectoras de esta bitácora. Claro que sí. Desde luego que sería una increíble coincidencia, pero aún así nos la vamos a creer. En DCC somos la rehostia de magnánimos.


No es nuestra pretensión establecer verdades incontestables, pero entendemos que más de treinta años de sistemática observación del sexo femenino nos facultan para opinar con moderada autoridad. De estas observaciones se ha desprendido que hay una evidente relación proporcional entre belleza y puterío. Podemos sostener el axioma "cuanto más guapa, más puta" sin temer equivocarnos. La inteligencia, por contra, no parece guardar relación con el puterío, pudiendo encontrarse tontas muy putas y putas muy listas por igual.


Es un error muy común creer que la continencia del puterío obedece a causas morales y a la decencia. Pensar esto es como creer que la gente de sólidos valores morales no necesita comer. El que no come es porque no puede, sencillamente. De igual modo, la que no es puta es porque no la dejan. Hay mujeres más feas que pegarle a un padre y que a pesar de ello se empeñan con insufrible contumacia en argumentar contra mi tesis diciendo disparates como este: "Pues yo, cuando era joven, fui Miss Villacascajo de Abajo y, ya ves, me casé por amor con un muerto de hambre". Ante tales afirmaciones este humilde tratadista, que sobre todo es un caballero, opta por guardar silencio. Hoy, sin embargo, en honor a la verdad, debemos dejar a un lado la cortesía y hablar alto y claro: Señora, Usted, tanto antes como hoy, tiene toda la cara de Silvester Stallone jiñando cuando está estreñido, así que déjese de fantasías. Usted fue Miss Villacascajo de Abajo porque era la única mujer de esa aldea, y aún así tuvo que follarse a los doce miembros del jurado para que no le dieran la corona al travesti de un pueblo vecino. Coño ya con tanta fanfarronada.


La mujer bella, la chorvi guapísima, la tía buenorra de verdad, putea todo lo que puede. La expresión "no eres más puta porque no puedes" tiene un sentido más literal de lo que mucha gente cree.


Llegados a este punto, oportuno será hacer un inciso para desmentir uno de los grandes mitos de nuestra sociedad. La belleza es relativa, dicen. Ja, ja y ja, respondemos desde DCC. La belleza (y nos referimos, por supuesto, a la belleza física) es reconocible por todo el mundo cuando se tiene delante. Lo cierto es que hay mujeres hermosas cuya belleza nadie discute, y mujeres horripilantes que asustan hasta a los demonios. Entre unas y otras, eso sí, se encuentran la mayoría, y aquí admitimos que serán los particulares gustos de cada hombre los que tendrán la última palabra. Lo que está claro es que son las de belleza indiscutible las triunfadoras que alcanzan el objetivo y se casan con el multimillonario, las demás se reparten las migajas y se entretienen estudiando manuales feministas. (Existe una idea parecida a la anterior, según la cual ninguna es fea por donde mea, pero sobre esta última suposición no nos vamos a pronunciar).


Para terminar este capítulo nada mejor que ilustrar lo dicho con ejemplos gráficos, y luego digan que esas putas bellísimas se emparejan por amor. Amos, no me jodan:





Una putilla monísima con un tipo feo, pero millonario. Se trata de la modelo Elin Nordegran y del golfista (que practica el golf, no que se casó con una golfa, aunque también) Tiger Woods, quien según la revista Forbes fue el deportista mejor pagado de todos los tiempos con unos ingresos de 87 millones de dólares.





Un tipo con cara de sátiro casándose con una rubiaca buenorra. Son el futbolista Iván Zamorano y la modelo No Sé Qué Alberó.





Preciosidad liada con un saco de dientes. Hablamos esta vez de la modelo Cicarelli y del jugador de fútbol Ronaldo.



Una putilla sonriente y un pez con corbata. El de la cara de pez es el empresario Álex Corrías, la otra fue su esposa y se llama Inés Sastre.



Aquí vemos una fregona junto a una furcia espectacular. Se trata, cómo no, de otro futbolista, llamado Karembeu en esta ocasión, y la otra es una tal Adriana.



(PRÓXIMO CAPÍTULO: El cornudo consentido y el puterío, ¿indignidad o pragmatismo?)

5 comentarios:

Sensei Katorga dijo...

Tu trilogía me ha dejado patidifuso, merece estar en los anal(es) de la provocación.

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

Que no, que no, que no es provocación. Me limito a constatar hechos y a sacar conclusiones, con mayor o menor acierto. Y aún me quedan en el tintero, por lo menos, tres capítulos más.

Gerardo dijo...

Siguiendo con el peloteo ese y el aplauso de tu incorrección política y no sé qué más era... comentaré que para mí siempre han sido las señoritas del tipo que has puesto en esta entrada las auténticas putas, las de vocación, y no las que malviven con el oficio de la prostitución. Desde que era niño y tuve conocimiento de estas cosas (no se me protegía con un mundo Disney), nunca he entendido como profesionales como la Preysler son señoras respetables mientras las prostitutas de precios populares, que siempre he considerado dignas de lástima, son parias en nuestra sociedad. Una de tantas hipocresías que me provocaban decepciones y desconfianza del mundo de mis mayores.

Gerardo dijo...

También estaría bien puntualizar, si queremos tratar el tema con un mínimo de seriedad, que ninguno de estos tipos habría salido con una mujer fea o normal, aunque le ofreciera un amor verdadero. Incluso es probable que alguno haya tenido esa oportunidad (una novia conocida antes de hacerse rico, por ejemplo) y prefirió escoger lo que su dinero le podía comprar, ese signo de triunfo de nuestra sociedad que es la mujer florero.

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

Hola, Gerardo.

Precisamente el quinto capítulo del tratado puteril va sobre ese tema, el de las putas vocacionales y las profesionales, quienes por cierto a veces son indistinguibles. Después habrá otro capítulo y creo que con eso se acaba ya el tratado puteril.

Me gustaría responderte algo más sobre tus comentarios, pero me he propuesto no entrar en discusiones hasta acabar con el tratado.

Un abrazo.