Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

jueves, 27 de noviembre de 2008

El bobo Santos. II. Donde sabremos algo más de Lolita y del propio Santos, y donde conoceremos a una niña engreída y cruel.


A medida que María Dolores Perdigones Souto -heredó ambos apellidos de la madre- se iba adentrando en la adolescencia más se avergonzaba de la tara de su hermano. En algún momento, acuciada por las mofas de los compañeros de clase, tomó la rotunda decisión de comportarse en público como si no conociera a su hermano Andrés, y si casualmente en una conversación ve la necesidad de referirse a él lo llama el bobo Santos, como hacen todos.

A Sito lo desconcierta este desprecio que entiende injusto y desagradecido; ¡cuántas veces sacó de apuros a Lolita cuando alguien quiso hacerla sufrir! Su madre le dice que no se lo tome a mal, que Lolita está en la edad del pavo y que no le haga caso, pero luego, cuando Sito no las ve, María Antonia regaña muy severamente a su hija.

- Le debes un respeto por ser tu hermano mayor, y doble ración de afecto por ser...

-Idiota, imbécil, subnormal y retrasado- interrumpe insolente la niñata.

-¡Pero él no tiene la culpa! Tú no sabes lo que pasó.

-Claro que lo sé, me lo han contado. Tu marido borracho lo estrelló contra el suelo porque pensaba que no era su hijo porque tú eras muy fresca y te ibas con otros hombres.

Este diálogo acabó en ese momento, cuando Lolita se llevó el mayor guantazo de su vida. Después su madre, con la mano y el alma doloridas, odió a la gente chismosa que se inventa basura para complicar la existencia de quien ya de por sí la tiene complicada.

A pesar de todo Sito Perdigones es persona magnánima y perdonar a los demás se le da muy bien. Le sale espontáneamente, sin que haga falta ir a pedírselo. Las raras veces que alguien quiso disculparse ante Andrés Santos lo que consiguió fue dañarlo doblemente: la primera vez por la ofensa sobre la que se busca perdón; la segunda por atacar la inmensa modestia de Sito al rogarle un perdón que él da gratis y alegremente. Sito siente mucha vergüenza cuando le muestran consideración, porque a base de insultos, burlas y algunos palos ha llegado a creerse que no es digno de los buenos deseos de nadie. Andrés Santos se siente respetado simplemente con que no le peguen.

El bobo Santos aprendió a escribir su nombre así: "andres santos perdigones". Alguien le explicó que los nombres propios llevan mayúscula y le señaló también que Andrés se escribe con tilde en la e, y desde entonces Sito, obediente, escribe siempre "ANDRÉS SANTOS PERDIGONÉS". Algunas veces se confunde y pone "PERDIJONÉS", pero eso, afortunadamente, sucede poco. También aprendió con placentero esfuerzo a escribir "HAMALIA FUENTÉS CASTILLO". Algunas veces se confunde y pone "AMALIA", pero eso, desafortunadamente, sucede poco.

Sito conoció a Amalia poco antes de dejar el colegio, cuando las clases de educación especial se revelaron tan inútiles como las clases normales. Sito era un grandullón tonto con once años, y Amalia una niña repipi y guapa dos o tres años mayor que él. La adolescente llegó de otra ciudad, se matriculó en el cole de Andrés, en el último curso de E.G.B., y una vez concluidos esos trámites se dedicó de lleno a robarle el corazón a todos los alumnos y a algún que otro profesor de preferencias juveniles.

La primera vez que el bobo Santos vio a Amalia pensó que se había encontrado con un ángel de los que hablaban en las clases de religión. El ángel, sin embargo, acabó mostrándose diabólico. Eso empezó a saberlo Sito Perdigones el día que, habiendo ya dejado de ser alumno, esperó a Amalia a la salida del cole para entregarle una carta de amor. La nota, pues era más nota que carta, decía: "te qiero HAMALIA FUENTÉS CASTILLO y se qe soi idiota y usted erés prefesta y nunca me bas a qerer pero yo sienpre te cuidare y nadie te ara daño si me dejas ser TU AMIGO". Como le pareció que el papel cuadriculado en el que sus palabras estaban escritas era indigno de la diosa a quien iban dirigidas buscó un sobre elegante para dar mayor prestancia a su mensaje. En casa encontró uno que le pareció adecuado, con bonitas letras verdes que no supo descifrar.


Hecho un manojo de nervios, con el corazón saliéndosele por la boca, vio salir a Amalia rodeada de pretendientes. Sin decir nada se plantó ante ella y le tendió el sobre sonriendo con su eterno gesto de pobre infeliz. Amalia se detuvo un instante para mirar aquello que le ofrecía el bobo Santos. Cogió el sobre cuidando mucho de no tocar la mano del idiota y después lo arrojó a un charco al tiempo que decía: "¿Para qué me dará este subnormal una carta de Cajamadrid?" Ese comentario debía de ser muy gracioso porque todos los chicos que acompañaban a Amalia se rieron mucho. Uno de ellos dijo "tú te vas con tu cartita", y dándole un empujón a Andrés lo tiró de culo al charco. Todos volvieron a reírse; Amalia la que más. A Sito Perdigones no le importó demasiado la humillación porque había servido para hacer reír a su amada. Algo más le molestó que Amalia no leyera la carta, ¡con lo que le había costado redactarla!

Aquel día Andresito tardó mucho en volver a casa porque no quería darle el disgusto a su madre de llegar mojado. Anocheciendo se presentó en el pisito y le preguntó de sopetón a la preocupada señora:

- Mamá, ¿qué es Cajamadrid?

-Un banco, hijo. ¿Y por qué me preguntas eso?

-¿Un banco es algo malo?

-Pues... bueno del todo no es ningún banco, cariño. ¿Qué te ha dado a ti hoy con los bancos?

-Mamá, creo que he ofendido a la mujer que amo.

-Ay, mi niño, qué cosas tienes. A ti se te va a acabar ver tanto culebrón, que lo sepas.

Y ríe, María Antonia Perdigones ríe por la ocurrencia de su hijo. Sito en cambio quisiera llorar. Siente el abrazo de un fantasma que le oprime el pecho y quisiera llorar mucho, por su amor que nunca será correspondido, por su inutilidad... por él, en fin. Sin embargo se contiene, porque sabe que cada vez que su madre lo ve triste a ella se le parte el corazón. Y si hay algo que no soporta Andrés es hacer desgraciados a los demás.

En lugar de llorar, Sito sonríe a su madre con el gesto bobalicón.

(Seguirá, pero ahora dejemos solo a Sito para que pueda desahogarse cuando nadie lo mire).

10 comentarios:

Rocket dijo...

Estimado Leónidas,

Le advierto una cosa, como me haga ud. llorar se las va a tener que ver conmigo...

¿Es por ventura Hamalia (claramente es con h) rubita y con ojos azules?

Saludos,
Rocket

kitty_wuuuu dijo...

Me da muchísimas ganas de llorar este cuento... En mi clase de primaria había varios Sitos Perdigones y una Hamalia, pero no era tan perra ni el resto tan hijo de puta, como para tratar tan exageradamente mal a alguien ( que no te digo que no fueramos un poco cabrones...).
Lo que no entiendo es por qué los adultos nunca hacían nada para parar las burlas y demás...




"Sito era un grandullón tonto con once años, y Celia una niña repipi y guapa dos o tres años mayor que él. "

Creo que ese Celia se te ha colado...
¿Es por Celia la de la serie? Pega con el personaje... Yo cuando era pequeña lloraba mucho porque quería ser ella... y no una niña con el pelo castaño y los ojos marrones y mofletes...

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

Rocket:

Témome que ha supuesto que esta Amalia es la niña no identificada del cuento "¿Winnie the Pooh?" Será porque el nombre le suena, pero ha errado de cuento...

Kitty:

Gracias por el aviso. Ya está corregido. Esto pasa por escribir cuentos durante las madrugadas de guardia. El sueño, que es muy malo.

nomolamos dijo...

que bien!!! otro relato en capitulos y promete como siempre......
un saludito.

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

Me alegra que te guste la idea, Nomolamos. No creo que vaya a ser un cuento muy largo, aunque nunca se sabe, porque voy dejando que me sorprenda a mí mismo.

Lo que me parece raro (agradablemente raro) es que haya quien lo siga. Gracias por estar ahí. Gracias a los diez millones de lectores que tengo.

yáñez dijo...

¿Cómo puedes ser tan cruel?, con lo que me gustan las Lolitas, a partir de este momento me tendré que conformar con la Hamalias. Sólo me queda el consuelo, (y estoy seguro) que Andrésito
Santos Perdigonés acabará trabajando en una entidad bancaria
sin ánimo de lucro como CajaMadrid.

Leónidas Kowalski de Arimatea dijo...

¡Yo no soy cruel, Yáñez! Sólo cuento las cosas como fueron.

A mí también me encantan las lolitas, y el hombre que diga que no le gustan o es marica, o padece un trastorno, o es más falso que un reportaje de J.J. Benítez.

En cuanto al final de Sito Perdigones... ya veremos lo que pasa.

Anónimo dijo...

Bonitoy tierno de momento,claro que contigo nunca se sabe.....

Rocket dijo...

Estimado Leónidas,

Pues no, no estaba pensando en otro cuento cuando supuse, imaginé, a Hamalia con ojos azules y el pelo rubio.

Es que mi Hamalia (supongo que todos tenemos al menos una en el expediente) era así.

Saludos,
Rocket

Anónimo dijo...

Qué tierno, cuánta inspiración le provocan las guardias, qué pellizco tengo en el corazón ante tanta ternura y qué miedo me está dando.
Expectante...su lectora 999.999

Rebeca