Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Los diversos suicidios del teniente Núñez. (III)


Intenté en ese momento de mi conversación (casi monólogo, es verdad) con Silvia pensar en un orden lógico que le hiciera fácil recordar a todos los protagonistas. Ella me apremiaba:

-¡Venga, Alburquerque, sigue!

-Espera, que tengo una idea para facilitarte el seguimiento de todo lo que viene ahora, ¿vale?

Pedí un lápiz al camarero, momento que Silvia Contreras aprovechó para pedir un whisky (solo pero con mucho hielo), y yo me uní pidiendo lo mismo. Nos mantuvimos en silencio hasta que nos sirvieron. A continuación cogí una servilleta de papel, y pegándome mucho a Silvia fui escribiendo en la servilleta:

"Cabo De Quevedo. Una mujer muy formal, recientemente casada y embarazada de cuatro meses del que debería ser su primogénito. Era una buena profesional que no usaba el incipiente bombo como excusa para eludir responsabilidades, y tenía la opinión de que a los niños se les educa con el ejemplo y cuanto antes mejor. Por lo tanto se tomaba su servicio de guardia muy en serio. Tenía 26 años en aquella fecha.

Cabo Calahorro. Entonces tenía 42 años. Irreverente y pasado de rosca, pero un veterano fiable a pesar de todo. Ascendió a cabo primero hace unos meses y es el compañero que esta mañana conociste y que se ha suicidado hace unas horas. Antiguo legionario, de aquellos que se hicieron permanentes cuando esa posibilidad era exclusiva de ciertos legías y paracas; un fósil viviente. Viviente hasta hoy.

Soldado Martínez. Un chavalito de 19 años. Tímido y muy disciplinado. No he llegado a saber mucho más de él, salvo que murió muy joven.

Soldado Sanz. Un catalán de 23 años que nadie se explica muy bien qué carajo hacía aquí. Todos sabíamos que trapicheaba con cocaína dentro del cuartel, pero nadie quiso o no pudo demostrarlo. Excluyendo eso, era un tipo competente y astuto que pasaba por ser un soldado ejemplar.

Soldado Camúñez. 26 años. Supe poco de él (todos supimos poco de él), porque estaba más tiempo de baja médica que activo. Lamentablemente para él, aquel día no estuvo de baja y participó en la guardia que, creo, le costó la vida.

Soldado García. La otra fémina además de la cabo De Quevedo. Solamente tenía 22 años y ya se había operado las tetas. Era alucinantemente guapa y extremadamente mala soldado. La típica soldado florero del todo inútil que subsiste en el ejército gracias a jefes babosos capaces de lo que sea por tener cerca a una tía buena que jamás se follarán por mucho que lo deseen. De día era soldado (por la estabilidad) y de noche era estríper (por el dinero, claro). Y no hablo más, que me pierdo.

Soldado Guerrero. Tenía 28 años, y su nombre pegaba con su trabajo pero no con su actitud. Era el típico pasota cuya aspiración era llegar a los 45 años para vivir tirado en la cama con la paguita de "reservista de especial disponibilidad". Y no, no llegó a los 45, ni mucho menos.

Soldado Gil. Tenía 30 años aquel día. A Gil todo el mundo lo llamaba "Gil y Pollas". La verdad es que no era un lince, ni siquera era un lince lobotomizado. Era un pobre lerdo que tuvo la suerte de ingresar en el ejército en esos años recientemente pasados de escasez de aspirantes, cuando cualquiera que no fuera en silla de ruedas y supiera expresar su nombre podía ingresar. Por cierto, además de eso, también era un excelente soldado y una buena persona a quien echo de menos.

Soldado Estévez. En aquella fatídica guardia del 31 de diciembre de 2007 él era el conductor. Un muchacho de 24 años del que no tengo nada más que decir".

Mientras yo escribía estas orientaciones para mi compañera Contreras tuve que tirar de varias servilletas, y con cada una que yo emborronaba más interesada parecía estar ella. Seguí hablándole:

-Toma estos nombres, Silvia, y préstales atención, porque junto a mí y al teniente Núñez, estas son las personas que formaron toda la guardia del acuartelamiento Cascaperales en el 31 de diciembre de 2007. Hoy todos, salvo yo, se han suicidado, pero no me cabe la menor duda de que falta poco tiempo para que también yo aplique la solución Hemingway.

-¿La solución Hemingway?- preguntaba Silvia con un hilillo de voz, pálida, erizado el vello.

-Algunas personas lo llaman así -le respondí-. Ernest Hemingway, el famoso premio Nobel de literatura, se voló la cabeza, y hay quien piensa que es una encomiable manera de hacer mutis de la gran escena vital. A mí me parece bien, pero ocurre que aún lo veo demasiado precipitado a mi edad. ¡Pero crea yo lo que quiera creer sé que me voy a suicidar pronto!

-¡No, no! Por favor, Alburquerque, no pienses así. Las cosas cambian y...

-¡Calla, Silvia, calla! No sabes nada todavía. Déjame que te cuente lo que pasó en aquella guardia.

(SEGUIRÉ SI ME DEJAN)

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya ejercicio de escritura sin sentido. Haría mejor si lo que escribiera quedara en el ámbito de su privacidad. ¡Qué patético!

Anónimo dijo...

Eh, tío! ¿En serio no cayó en lo de la solución Hemingway?
Vaya pedorra, cada vez me cae peor.

K.Wu.

Cristina dijo...

¿ves? ya lo del whisky con hielo me cuadra más...

El soldadito de plomo dijo...

Anónimo:

Tras leer su comentario dos o tres veces con el interés habitual que aplico a los comentarios anónimos me surgen varias preguntas que seguramente se quedarán sin respuesta, me temo:

-¿Por qué considera que este "ejercicio literario" no tiene sentido?

-¿Por qué haría mejor dejándolo en el "ámbito de la privacidad", como tan pomposamente dice?

-¿Qué le resulta tan patético, el "ejercicio literario", el autor, o el comentarista anónimo que se entretiene leyendo y comenta destructivamente sin argumentar?

-¿De qué tiene miedo al comentar sin identificarse?

-¿Cree que un comentario anónimo puede merecer algún respeto?

Responda si puede o quiere, aunque desde luego no creo que lo haga.

K.Wu.:

Lo que sientes se llama celos.

CRD:

¿Pero a ti qué más te da lo que mis personajes beban?

cachalote dijo...

Le ruego que, cuando tenga tiempo, continúe con el relato, no nos deje sobre ascuas, la historia parece interesante y digna de ser leída.

No hace mucho que descubrí este mundo de los blogs, y el suyo me parece de lo más interesante. Sabe cautivar al lector y su ¿ocasional? mala uva en algunas entradas antiguas, es un soplo de aire fresco en esta sociedad de lo políticamente correcto.

Un saludo

El soldadito de plomo dijo...

Saludos, Capitán Cachalote. Tengo intención de darle salida hoy mismo a la cuarta parte, en la que sucede algo... vamos a llamarlo "dramático".

Sus elogios me temo que van dirigidos a Leónidas Kowalski (D.E.P.), pero se agradecen igualmente.

Encantado y hasta pronto.