A algunas se les va la pinza

Publicado el 15 de Agosto en Spaces:

Uhmm... Me voy a permitir hoy un ejercicio de mal gusto y voy a hacer públicas mis más abyectas miserias (ustedes hagan como que es la primera vez y sorpréndanse). Voy a hacer pública parte de una conversación por Messenger, porque la considero divertida y porque he advertido a mi interlocutora de que lo haría, y a pesar de ello ha insistido en su actitud, lo que me hace pensar que le va la marcha... pero eso es otra historia.

Se trata de alguien muy querido y respetado por mí. Y si bien es cierto que me cachondeo muchísimo por su corta edad no menos cierto es que, precisamente por ello, me infunde tanto respeto lo que escribe y cómo lo escribe. He hablado bastante de ella en este Diario de un Cabeza de Chorlito, y esta vez, por razones de decoro y caballerosidad, no mencionaré quién es. Pero eso sí, me voy a partir de risa, y espero que también ustedes, con las lindezas que me suelta. Que vale, serán ciertas, eso no lo voy a discutir demasiado, pero es divertidísimo ver cómo me las cuenta, y creo que debía compartirlo con ustedes, mis queridos tres o cuatro lectores.

El primer comentario que me hizo pensar en una entrada al respecto:

"Hijo de puta. Estoy harta de que te empeñes en proyectar tu mierda emocional sobre los demás. Pareces un crío insoportable de cinco años con barba y canas. No estás demostrando nada haciéndote el miserable. Te amo, pero te odio. Y en este momento eso predomina." Mal, muy mal. Yo no tengo barba, es sólo una perillita inocente. Pero sigamos con los elogios a mi persona:

"Gilipollas. Tú te crees súper mega guay por escupir veneno y eres demasiado cobarde para siquiera confiar los recuerdos dolorosos. Prefieres seguir revolcándote en ellos y montando el espectáculo para que todos vean qué guay. Pues entérate, sólo haces el ridículo." Cierto y mil veces cierto, hago el ridículo, por eso mi blog se llama "Diario de un cabeza de chorlito", y no, por ejemplo, "Consideraciones sobre la mecánica cuántica". Y sigamos:

"Crece de una vez, imbécil." Cree que eso me gustaría, joven amiga, pero a mis 31 años lo tengo chungo, y me temo que habré de conformarme con mis humildes 173 centímetros. Si sabes cómo obtener más házmelo saber, que quiero ser un tiarrón de 1`90. De hecho, cuando en el cole me preguntaban qué quería ser de mayor yo pasaba de responder lo típico: funcionario, cura, bombero, y astronauta... No, yo decía "quiero ser tiarrón de uno noventa". Pero luego continúa mi amiga diciendo:

"NO ESCRIBO PARA LUCIRME, GRANDÍSIMO HIJO DE PUTA." Y esto es algo que me tiene pendiente la coleguita. No ha podido perdonarme mi franqueza. Es verdad que le dejé caer que sus escritos estaban demasiado adjetivados y que se hacían indigestos, pero, joder, no por eso me merezco ser llamado "hijo de puta". Por otras cosas sí, caramba, pero no por eso.

Pero luego va y me suelta mi amiga:

"Córtate la polla y nos harás un favor a todos, imbécil." He aquí un caso flagrante del "sinoesparamínoesparanadie". Pues no, cielo, no me la corto. Que tú no la disfrutes no quita que haya otras gozando con ella. Además, qué más quisiera yo que convertirme en un eunuco, todo me iría mejor, seguro. Pero me temo que eso debe hacerse a temprana edad y ya se me pasó el momento.

Y ahora, díganme, ¿no es un cielo mi niña?