(Fragmento correspondiente a las dos entradas publicadas en Spaces el 5 y el 6 de Septiembre de 2006).
Era una madrugada como otra cualquiera, con la salvedad de que emitían una buena película pornográfica por televisión y, qué quieren que les diga, a mí las pelis guarras me chiflan, cuanto más sucias mejor, y si son de ésas en las que las mujeres hacen caca sobre los hombres ya es el acabóse. Así que me refocilaba yo viendo las evoluciones en la pantalla cuando llegó mi padre del bar, borracho como una cuba y con la peligrosa idea de que ese tipo de cine no es cosa buena para el cuerpo, y yo como el que oye llover, pero va el tío y apaga el televisor, y encima el muy iluso me dice que o me voy a la cama o me da de correazos, y por ahí sí que no paso. Miren ustedes, a mí se me pueden tocar las pelotas de muchas y variadas formas, pero que me vengan con chulerías... de eso nada, monada. A mí no se me pone farruco ni mi padre, vamos.
Cuando mi papi me salió con esa amenaza yo dejé de palparme la minglanilla para empezar a palpar la tensión que había en el ambiente, y ya sin poder aguantar más me lancé sobre él en forma de bolígrafo y con los ojos vueltos. Fue muy rápido, sólo un certero mordisco en el cuello y todo acabó. Había sido un mordisquito de nada, pero se conoce que acerté en mal sitio (o buen sitio, según se mire) porque empezó a echar sangre como un cochino y en cuestión de segundos feneció. (Fenecer, qué verbo tan bonito, caray).
A todo esto mi madre, que debió de oír algo, salió de sus aposentos y nada más ver la escabechina se puso a gritar como una jodida posesa. Intenté calmarla diciéndole que no pasaba nada, que papá había querido afeitarse, y claro, como llevaba una tajada de no te menees pues se había cortado, pero que estaba bien, sólo que le dio por dormir la mona en medio del salón y de su charco de sangre. La historia era cojonuda, pero mi madre, haciendo gala del proverbial instinto femenino, no tragó. Por consiguiente, hube de matarla. Bah, nada exótico. Le puse a modo de peineta el hacha de cocina usada para partir carne.
Y es que yo entonces no conocía aún el placer del homicidio entendido como arte creativo. De cómo llegué a ser un artista del asesinato les hablaré más adelante. Ahora, por mantener un mínimo de orden en mi relato, debo narrar las artimañas, triquiñuelas, trampas y mentiras de las que me serví para dar una explicación razonable al hecho de que mi querido padre ya no asomara por el bar para averiguar quién pagaba la borrachera, asunto éste de gran importancia que se resolvía mediante la justicia salomónica del dominó. Aunque tal vez lo más difícil fue explicar lo de mi madre. En realidad, la desaparición de mi padre encontró una explicación sencilla y definitiva:
En los pueblos pequeños el vicio del chismorreo es una institución, y todos tienen lo que podríamos llamar el chismoso oficial. Es algo así como un cargo honorario y quien lo ostenta suele estar orgulloso de ello. Si se quiere difundir una noticia en breve tiempo se recurre al teléfono, pero si se pretende propagar un rumor con la máxima urgencia es misión para personal cualificado, por eso me serví del especialista de Jamoncillo, al que todos conocemos -bueno, ustedes no lo conocen de nada- como Pepe Sietelenguas. Le conté una buena película:
"Terrible, tío, terrible, algo tope fuerte, colega, no veas. Cuando entra mi madre al dormitorio y se ve allí a la guarra aquella que lo único que llevaba puesto encima era mi padre, se puso a dar gritos y lo más flojo que dijo de mi padre es que era un mierdoso pichainquieta, y de ella... bueno, de ella ni te cuento lo que dijo, tío, que uno tiene su decencia. Después se puso toda hecha un nervio, y ya ni le salían las palabras. Sólo se le entendían cosas como 'mecagoenlomierdaquesemeneacabronzorra' y 'pijoflacidoquenoshostiaputalalechemariconazoquemamé'. Así que mi padre se ha ido a vivir con la medio dama ésa, que es rica, está rica y vive en tierras lejanas. O sea, que ya no veremos a mi padre ni en pintura. Mi madre está destrozada, como si le hubieran dado un hachazo en la cabeza, a la pobre mujer". Sietelenguas dijo por todo comentario:
- Vaya con el rompebragas de tu padre, y parecía gilipollas el tío.
Escasos minutos después en Jamoncillo no se hablaba de otra cosa. Pero si hasta me miraban con lástima.
El asunto "padre" ya estaba liquidado -¿captan el doble sentido?- .Quedaba pendiente el asunto "madre", mucho más complicado, y que hasta me obligó a poner en práctica mis dotes de actor y mi habilidad para imitar voces.
Tres días después del doble parricidio, mientras arrancaba malas hierbas en el jardín -¿saben que tengo un jardín fantástico?- se personó... ¿a que no lo adivinan? No, claro, qué coño van a adivinar si no la conocen. Pues se presentó Juana, íntima de mi madre.
- Hola, Víctor. ¿Cómo van esas flores?
- Pues mejorando, doña Juana, mejorando.
(Bastante mejor que tú, mala zorra).
- Me alegro, porque llevaban unos días feísimas.
- Se ve que entiende del tema.
(Tú sí que eres fea, so bruja).
- Veo que has removido la tierra...
- Sí, he estado abonando un poco.
- Pues cuando necesites ayuda no dudes en avisarme, Víctor.
- Muy agradecido. Espero que pronto contribuya a abonar mi magnífico jardín. ¿Y qué la trae por aquí, doña Juana?
-Ah, es que esta semana nos toca ver en tu casa "Lágrimas, Dinero y Halitosis", el culebrón de moda, ¿tú lo sigues? Es buenísimo; yo no lloraba tanto desde que atentaron contra Su Santidad el Papa.
Maldición, la cosa se ponía chunga, así que dije:
- Bueno, verá, me temo que hay un serio inconveniente. Mi madre se encuentra bastante mal. No sé si tendrá usted conocimiento de los graves problemas por los que estamos atrevesando debido a la traición de mi padre. La verdad es que a mi madre todo esto le está afectando demasiado, y no creo que esté con ánimos para culebrones.
- Ay, pobrecilla. Voy a pasar a verla, seguro que lo que ella necesita es comprensión femenina.
- ¡No, no, es que...!
Ya había entrado. La muy puerca había entrado sin dejarme explicar. Joder, pues sí que se estaba poniendo fea la cosa, sí. No obstante actué con presteza y eficacia. Sólo unos instantes de vacilación, pero inmediatamente esbocé un plan, y aunque quedaron algunos detalles en el aire no me preocupaban. Sería cuestión de improvisar.
Corrí hacia la puerta trasera mientras el enemigo se internaba en mi territorio. Penetré en la cocina cuando las tropas asaltantes aún avanzaban por el salón. Me armé con el cuchillo jamonero por si se aplicaba la Ley de Murphy y las cosas terminaban de fastidiarse. Entonces, damas, caballeros y demás seres humanos que no merecen tal distinción, hice una interpretación digna de un Oscar, con caracterización de voces incluida. Desde la cocina, poniendo una voz que sonaba exactamente como la de mamá, grité:
- ¿Eres tú, Víctor?
- No, Josefa, soy la Juana, vengo para...
- ¡No me importa a qué vienes! Quiero estar sola. Vete.
- Ni hablar, cariño, las amigas están para ayudarse. Antes de irme quiero estar segura de que estás bien.
Oí que la muy perra avanzaba hacia la cocina. Era cuestión de pensar con rapidez. No podía cargarme a otra persona cuando aún no había salido del embrollo de mis padres. Para darme tiempo dije:
- ¡No se te ocurra entrar en la cocina!
- Pero, ¿por qué no?- Quiso saber la pérfida, y yo, cosas de la improvisación en directo, solté:
- ¡Porque estoy cagando!
- ¡En la cocina!- Exclamó ella con algo así como un chillido. Aquel agudo grito se convirtió para mí en ácido que diluyó mis nervios de acero, y le respondí con una voz demasiado ronca para pertenecer a mujer alguna:
- Sí, cojones, sí, en la cocina. Cada uno en su casa caga donde se lo manda el puñetero esfínter.
- Vale, vale, ya me voy. Adiós.
- Una última cosa, entrometida del diablo: ¡No vuelvas más por aquí si yo no te invito!
Inmediatamente oí sus pasos en retirada. Dejé el cuchillo y me dispuse a llegar al jardín antes que ella. La vi aparecer acalorada y farfullando algo acerca de cierta gorda desagradecida.
- ¿Ha podido hablar con mi madre, doña Juana?
- Sí, y espero no volver a hacerlo en mucho tiempo.
- Ya le advertí que no estaba de humor últimamente.
- Pues dile de mi parte que no se moleste en venir a mi casa la semana que viene.
- Descuide, doña Juana, se lo diré.
Y así se marchó esa señora sin saber lo cerca que estuvo de colaborar en el abonado de mi jardín. Ah, por si no lo saben les diré que tengo un jardín que es la metapolla.
(Continuará)
Aventuras de un coro municipal
Hace 15 horas
1 comentario:
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María
Capto el doble sentido... matar al padre, buehhh, pase... pero a la madre... ejem, ejem...
Por lo menos estarán saliendo flores bonitas en el jardín, digo yo, por lo menos...
Es que no hay nada como contárselo al/la cotilla del lugar para que todo el mundo se entere de lo que te dé la gana. En mi instituto si querías que alguien se enterese de algo se lo decías a una que llamábamos "radio macuto". Lo jodío era cuando la niñata se enteraba de lo que no se tenía que enterar... pero esas son otras historias :)
Sí, sí, ya sé, más prolongaciones de mi blog... ¡¡¿¿Qué quieres que le haga??!! No puedo evitarloooooooooooooooo!!
Ohhhh, Carlos por aquí :)
Besitos a montones!!!!!!!
06/09/2006 23:39
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Carlos
Estaba en casa de marmota y vi al gato ojos huevo, me dije a por el…ahora después de comer y en plena digestión, leyendo tu blog me entraron unas nauseas terribles…Pero me gusto tu relato,
Saludos y hasta pronto…Carlos
06/09/2006 15:51
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miss brightside
dios mio... no me atrevo a preguntar si las paredes de tu habitacion estan acolchadas... porq las de Victor... q se yo...
ya esta bajo tierra...
mis tomates... hmmmm... necesitaria una mejor excusa q abono...
eroticas... si tu lo dices...
06/09/2006 0:02
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Tesa
"La guarra aquella que lo único que llevaba puesto encima era mi padre" (me encanta)
05/09/2006 23:24
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María
Bien. Comentario escatológico. Que no falte, en plan Psicosis.
Eso pasa mucho, lo de las vecinas cotillas. Josefa se llamaba, que en paz descanse, una vecina de mi abuela. Mi abuela vive en un primero y resulta que su cocina y lavadero dan al patio. Imagínate, todas las vecinas se asoman a cotillear, en plan radio patio, pero versión a lo bestia, es decir, criticando pero de verdad, que es como hay que criticar y despellejar.
Esto no viene el caso, pero mi abuela siempre cuenta que cuando se compraron una tele, en esos tiempos en los que la tele era en blanco y negro, ya ves tú qué cosas, pues muchos del bloque no tenían tele y se iban a casa de abuela a ver la tele, porque en ese entonces mi abuelo aún seguía vivo y mi abuela les hacía patatas fritas. Las mejores patatas fritas que puedes probar en tu vida. Es que hoy ha comido en casa y las ha hecho :)
Y no de freidora, sino de sartén. Yo no sé, porque eso salpica. Mi hermano si sabe, pero de las congeladas que también están muy buenas y se hacen más rápido.
Lo del culebrón y la halitosis tiene algo que ver con el atún???? Yo sólo pregunto por curiosidad, que conste.
Ayyyyyyyyyyyyy, lo que te quierooooooooooooooooooo!
11/09/2006 0:24
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Tesa
A mí cada vez me da mas grima pisar cerca de tu jardín ... soy joven todavía para criar malvas con el culo (el dicho este se lo inventó alguien que conocía la historia de Víctor).
Besitos
07/09/2006 14:43
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Doomdoc
Yo es que toda esta historia me pillo muy joven (o sin nacer vaya vd a saber). Alguna datación o ubiación aclaratoria para los recien llegados a tu blog. Solo conozco Cariñena de todo lo que a Victor concierne y porque mis abuelos tenían casa en ese pueblo.
Qué tal el señor don gato?
buenas noches, mon "sin greñas"
06/09/2006 23:50
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Leónidas
Quizás lo que ocurre, Miss Brightside, es que estás recuperando la cordura. De eso se habla en la próxima entrega de este relato, así que no te la pierdas.
06/09/2006 21:34
(http://cabezachorlito.spaces.live.com/)
miss brightside
realmente he perdido la cordura.....
me empiezan a deleitar tus relatos...
06/09/2006 21:10
(http://danielasweetchild.spaces.live.com/)
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