Una caricia, un beso, un gato

(Publicado en Spaces el 20 de Diciembre de 2006).

Fue una noche fría, y quizás por eso mi gato se metió en la cama junto a mí. Normalmente prefiere acechar mis movimientos desde encima del edredón y morderme las orejas, la nariz, la cabeza toda. Tiene esas cosas.

Esa noche en cambio se metió bajo las sábanas, como pidiéndome permiso con un ruidito que sonó como "¿ñiu?", a lo que yo le respondí diciéndole cordialmente "!ñiu!" y levantando la ropa de cama para facilitar su alojamiento. Se acurrucó junto a mi pecho y se puso a ronronear. Para mí era una sensación muy agradable.

Al cabo de un rato dejó de ronronear y supuse que se estaba durmiendo. Y entonces hizo algo, algo extraño, algo que me pareció muy humano.

Puso una de sus patitas delanteras -su mano- sobre mi cara, acercó su cara gatuna a la mía, me dio un suave mordisquito en la barbilla, apenas un roce leve de sus colmillos en mi piel, retiró la cara y se quedó ahí, a mi lado, tocándome la mejilla.

En verdad os digo, hijos míos, que esa noche Gusifluky supo ganarse todo mi afecto.




Puede que alguien esté pensando que es poco higiénico meterse en la cama con un gato. Bah, me he acostado con mujeres mucho más insalubres que Gusifluky, ésas sí que podrían haberme pegado algo malo...