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Epílogo excepcional al tratado puteril
Ella tiene veinte años y los ojos muy grandes. Lo mencionó, como si yo no me diera cuenta, en una de las últimas veces que nos hemos visto, y les prometo que es cierto.La vamos a llamar Nuria, como podríamos llamarla María, Aurora o Petra. En realidad no conozco su nombre, y si lo conozco lo he olvidado. Siempre me dirijo a ella por el apellido, que es lo que veo en su uniforme. Ella ni tan siquiera me puede llamar por el apellido, y usa para dirigirse a mí la fórmula profesional que le enseñaron, que le enseñamos, que Turi le enseñó. A Turi dediqué una entrada en esta bitácora, pero tuve que borrarla por esas cosas de la vida.A Nuria la veo cada cierto tiempo. Me siento unido a ella por el simple hecho de que Turi fuera su instructor. Me gusta verla, porque como ella dice, tiene veinte años y los ojos muy grandes. A Nuria también le gusta verme, porque, supongo, soy un enlace con otros lugares y con tiempos mejores.Nuria está apunto de ser expulsada del Ejército, ¿saben? La verdad es que Nuria no es una buena Soldado, seamos sinceros. Es rebelde y contestona, indisciplinada e impredecible. Exactamente como tantos otros Soldados. Pero ella es mujer, y no es una golfa que se baja las bragas, literalmente, ante el superior jerárquico. Así que lo tiene chungo.Nuria está sola en el mundo. No tiene padres ni otros parientes cercanos, sólo veinte años y los ojos muy grandes.Nuria es militar durante el día, pizzera por las noches y camarera los fines de semana. Tiene veinte años, los ojos muy grandes y, antes se me olvidó decirlo, también tiene un novio que merece siete tiros al amanecer. Con tres trabajos y casi no le llega para mantener el alquiler, la letra del coche y al holgazán de su novio.Me decía todo esto hace unos días. Llego adonde ella está, me sonríe con una de esas sonrisas que se saben francas y sin trampa, y me pregunta qué tengo que contarle, pero ella y yo sabemos que no le interesa mi vida y que sólo es una cortesía antes de empezar ella a contarme la suya. Me gusta escucharla, quizá porque tiene veinte años y los ojos muy grandes.Nuria se quejaba porque tras varios arrestos por llegar tarde al cuartel la echaban del ejército. Se lamentaba de eso y se lamentaba de su trabajo en Telepizza y se lamentaba de su otro trabajo como camarera. Se lamentaba de todo pero sonriendo como sólo las personas valientes pueden hacer. Indiscreto de mí que le pregunté por qué no colaboraba más su novio. Nuria, con sus veinte años y sus ojos grandes, agachó la cabeza, y cuando volvió a levantarla me dijo con firmeza:--¿Sabe una cosa, mi Primero? No tengo que aguantar esto, ¡que yo tengo veinte años y los ojos muy grandes! No sé qué será de sus años venideros ni lo que Nuria hará con sus grandes ojos, pero sé qué fue de los veinte años y de los ojos grandes que tuvo, y debo reconocer que sí, que hay excepciones... y que alguna vez no todas las mujeres fueron putas.
6 comentarios:
En mi trabajo tengo superiores que piensan que por estar a cargo solo de mujeres tienen algún tipo de derecho. Por eso cuando me llaman al despacho, yo les contesto burlona que me den un minuto para ponerme las rodillas. Casi siempre me llaman para echarme la bronca. Pero no me importa, porque yo tengo 21 años, el pelo muy largo, la cintura muy fina, y los ojos demasiado grandes para que cualquiera pueda perderse en ellos.
Dana.
Veintiún años, la cintura muy fina, el pelo muy largo y los ojos muy grandes... ¡Diablos, Dana!, ¿me está usted intentando poner caliente?
Es posible que lo hiciera.. Si le conociese. Pero en realidad no era esa mi intención. Al menos por el momento.
Pues no se haga ilusiones, Dana, que yo, además de tener el pelo corto, los ojos de un tamaño normal y la cintura que me corresponde, no tengo 21 años, sino 32, y ya ando muy fogueado.
¿Ilusiones...? No se preocupe. Soy mujer pesimista. Jamás me hago ilusiones. ¿32? Le echaba más, eso no es nada. Ja!! 32...
Bueno, Dana, esto hace rato que parece una conversación privada, y para eso tengo una dirección de correo que está en mi perfil público.
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