Un blog escrito bajo severas dosis de etanol.

sábado, 20 de febrero de 2010

Los diversos suicidios del teniente Núñez. (I)


Silvia Contreras es una mujer atractiva de 28 años, con modales educados y soltera. Había llegado destinada a mi batería esa misma mañana por su flamante ascenso a cabo primero, que la había sacado de su Valencia natal para traerla aquí. Me gustó esa damita desde el primer instante, y puse de mi parte todo lo que pude para convertirme en un atento anfitrión que además de enseñarle el acuartelamiento se ofreció para mostrarle la nueva ciudad, o por lo menos los garitos más interesantes por los que -le confesé- esperaría encontrarla con frecuencia.

Pero Silvia no podía suponer que aquella tarde no saldríamos del tranquilo bar en el que nos habíamos citado. Allí nos quedamos charlando. O mejor dicho, yo me quedé contando y ella escuchando.

La culpa del cambio de planes la tuvo el suicidio de Calahorro, pero vayamos por partes.

Cuando Silvia entró en el mesón La Terraza me vio con la cabeza escondida entre las manos, con los ojos enrojecidos y el pulso trémulo, al borde de la histeria. O del pánico. Ella sonrió al verme en un primer momento, pero mientras se acercaba a mí fue cambiando el gesto hasta mostrar una sutil cautela. Quizá pensó que yo estaba borracho, pero se equivocaba.

-Hola, Alburquerque- saludó-. Qué mala cara tienes. ¿Pasa algo? Si es porque llego tarde tengo excusa, porque...

-Calahorro se ha suicidado- dije cortante. No era momento de escuchar justificaciones de impuntualidad.

Durante unos segundos Silvia Contreras me miró con incredulidad, pero mi cara y mis movimientos nerviosos no dejaban lugar a dudas. Pensé que esa mañana le había presentado a mucha gente: superiores jerárquicos; compañeros de empleo; subordinados... Era normal que no supiera de quién le hablaba.


-El cabo primero Calahorro -intenté recordarle-, uno muy mayor que estaba vestido con chándal...

-¡Sí, sí! ¡El que me ha saludado de mala gana y se ha marchado como cabizbajo!

-Ese mismo.

-Joder, ¿y se ha suicidado? ¿Cuándo?- preguntaba Contreras con los ojos muy abiertos, como si hubiera rejuvenecido veinte años y volviera a ser la niña que una vez fue y para la que todo era una asombrosa novedad.

-Me ha llamado su hermano hace unos minutos. Por lo visto saltó de la azotea de su bloque hace unas tres horas. Después de comer más o menos.

-Vaya, lo siento mucho. Supongo que erais muy amigos -me consolaba Silvia amasándome un hombro.

Silvia Contreras no podía saber que Calahorro y yo nunca habíamos sido íntimos, y que mi pesar no era provocado por su pérdida, sino por lo que su muerte significaba para mi futuro; para un futuro que ojalá no fuera inmediato.

-Contreras, ¿tú crees en la magia?

-Pues no sé...

-Yo no. Pero, ¿sabes?, algo raro está pasando- expliqué mientras intentaba encender un cigarrillo tan temblorosamente que Silvia tuvo que ayudarme-. Algo tan raro como para que te asegure que soy feliz y que, sin embargo, sé que me voy a suicidar, y que además será pronto.

(SIGAMOS OTRO DÍA)

3 comentarios:

Rocket dijo...

Estimado Soldadito,

Sospecho que misteriosos acontecimientos habrán de suceder en su historia. La gran cuestión es ¿estará su pornoteca involucrada en ella?.

Quedamos a la espera.

Saludos,
Rocket

Anónimo dijo...

¿Modales educados?
Le dicen que alguien se ha suicidado y lo primero que hace es decir que la ha saludado de mala gana.
Y luego encima ha dicho "joder".

K.Wu.

El soldadito de plomo dijo...

Rocket:

¡No, nada de pornotecas, que esta historia es muy seria y decente como todas las publicadas en esta santa casa!

K. Wu.:

Pues sí, modales educados, porque podría haber eructado y añadir a continuación que el suicidio de Calahorro le suda el coño, y sin embargo no lo hizo. Así que era una chica educada y ni una palabra más.