De mayor quiero ser motero

(Texto publicado originalmente en Spaces, el día 25 de Marzo de 2006).


Míralos. No sé si sentir pena o asco.

Infestan por estas fechas Jerez todos los años, y se extienden por metástasis a toda la provincia de Cádiz, contaminando de ruido e imbecilidad las calles y los bares.

Retrato de un motero: Ronda los cuarenta, pero se cree que tiene veinte. Siempre lleva un pañuelo anudado en la cabeza, normalmente negro con tibias blancas cruzadas y la consabida calaverita. Hay quien piensa que lo del pañuelo es por no sé qué cuestiones prácticas relacionadas con el uso del casco, pero no, ellos y yo sabemos que en verdad es para ocultar la calva. Usa esa ropa protectora hasta para ducharse, porque le oprime la barriga y le da mejor prestancia. Ha dejado a su esposa e hijos en casa y sueña con tirarse a una gaditana que le deje los huevos secos por una temporada, y muchos lo logran, no es difícil teniendo en cuenta lo que en cuestión de féminas se cuece por estas tierras. Es prepotente y bruto y da un poco de risa verlo con esas pintas comprando el pan.

Exhiben sus motos y sus habilidades moteras como pavos reales el plumaje, hasta que se dejan los sesos en la calle y vienen los llantos (y mis carcajadas).

Podría hablaros del tipo de mujer a la que le chorrea el coño con estos tiparracos, pero me lo ahorro remitiendo al lector a mi otro vómito sanguinolento titulado "Soy la Yeni".

Cuando la pesadilla pasa y dejan de rugir las máquinas, cuando la tranquilidad vuelve a Jerez y se han engendrado otro año más unos cuantos moterillos bastardos que no conecerán a su padre, cuando todo vuelve a la insulsa monotonía... entonces llega el recuento macabro.

Y da igual que sean seis, quince, cincuenta o tropecientos los motoristas que palman cada año, porque yo siempre pienso lo mismo: "Lástima, han sido muy pocos. A ver si hay más suerte el año que viene".


Actualización (27-04): Este año fueron siete.